Ordenando el diccionario (balance 2016 en el ámbito cultural)

(Por Astor Vitali) Un balance acerca de la actividad cultural en Bahía Blanca durante 2016 evidencia que hay un elemento constante en el devenir del quehacer artístico local: la cosa se mueve a fuerza de trabajo y a pesar de las autoridades. Las organizaciones y referentes consultados hablan de una merma de la actividad en términos de consumo y apoyo oficial. En un año donde las instancias estatales nacional, provincial y municipal orientaron la política cultural en un sentido privatista hay proyectos autogestivos que se han sostenido y han crecido. Otros mermado o desaparecido.

Los trabajadores y las trabajadoras de la cultura de Bahía Blanca han gestionado una importante cantidad de eventos, grupos, encuentros y festivales de gran impacto social, educativo y cultural. Lo hicieron durante muchos años contra viento y marea en general y a veces con alguna brisa de popa.

Si hubiera que enumerar toda esa producción deberíamos hablar de: el Ciclo de Jazz en el Teatro Municipal y en el Café Histórico, organizados y dirigidos por el músico Daniel López; el Encuentro de Artesanos (que este año ha mostrado luces de alarma con su política de precarización de músicos); el Circuito Barrial de Corsos Bahienses; el Festival “Guitarras del mundo”, el Fesival “Guitarras en las Puertas del Sur” de Alberto D´Alessandro, el Salón Regional de Pequeño Formato, llevado a cabo por la Asociación de Artistas del Sur; el Encuentro Nacional de Teatro “Bahía Teatro” organizado por Juan Caputo; el Encuentro Nacional de Murga Argentina, llevado a cabo por Centro Murga Vía Libre; el Encuentro Nacional de Músicos Independientes (no realizado este año por incumplimiento de palabra por parte de Ricardo Margo en cuanto a su financiación), organizado por el compositor Sergio Pacheco; la Feria de Editoriales Autogestionadas; el Encuentro Regional Patagónico; el Festival Lado B; Bahía Instrumental, organizado por Fabián Castilla; el Salón “Mil Miradas. Cerámica, arte textil, arte objeto” organizado por la Asociación Cultural Bahía Blanca Che; el Festival de Música Electroacústica y Video “Bahía[in]sonora” de Ricardo de Armas; el Encuentro de Artistas y Agrupaciones por la No Violencia hacia las Mujeres y los Niños; el ciclo de música Bahía Actual realizado por Leandro Mantiñán, Gastón Ares, Alberto Carranza y Abelarda Moro, encuentro de música de los siglos XX y XXI; el Salón de Arte Sustentable; el Festival de Poesía Latinoamericana; el Día del Bandoneón, ciclo que retoma el festival La noche del bandoneón organizado por Julián Mansilla y las cátedras de bandoneón; el Encuentro Internacional de Clarinetes, organizado por la Asociación Filarmónica de Bahía Blanca; el Encuentro Nacional de Estatuas Vivientes,; el Encuentro Regional de Formación Teatral “El Semillero”; el Ciclo Música de Cámara, organizado por Rocío Migueles; el Festival del Libro Punk, organizado por Víctor Mansilla; el Ciclotímico, ciclo de lecturas y talleres literarios de Omar Chauvié; el Festival Bahía Danza, el Festival de la Canción Propia Canciones del Sur, etc.

A toda esta intensa actividad hay que agregarle las cientos de funciones sostenidas por grupos de música, teatro, danza. Las muestras, clases, talleres, clínicas. La intensísima actividad del Teatro Municipal que, hace años, se debe a la propia dirección y equipo del teatro más que a una bajada desde quien oficie de director de cultura. Y podríamos agregar las funciones que ofrece una cada vez más privatista gestión de los Organismos Artísticos del Sur. Esto último merece otro capítulo y otro tratamiento.

Queremos señalar con esto que en la ciudad el principal actor promotor de la cultura es el propio colectivo de laburantes de la cultura: no el sector empresarial privado, no el estado. El sector privado sólo invierte en cultura –y en términos muy beneficiosos- en función de lavados de cara de sus firmas (por ejemplo, “Ciclo Cultural Profertil”). El Estado sólo invierte a demanda y regañadientes o para los “amigos” del funcionario de turno, cosa que no es nueva aunque se ha intensificado en el corriente. Ni que hablar de la presencia de uno de los asesores en el Instituto Cultural que pasó de producir espectáculos a ser responsable del área de contrataciones y desde ese cargo contratar los mismos espectáculos que producía anteriormente como particular.

Por su parte, el Consejo Cultural Consultivo ha tenido un año de trabajo y continuidad de lineamientos sobre algunos proyectos que la comunidad artística bahiense viene demandando durante los últimos años. Es el caso de la ordenanza de “eventos permanentes”, que se espera sea aprobada de forma inminente y descanse de una vez del monótono baile circular en oficinas vacuas.

El proyecto fue presentado hace dos años por quienes entonces estaban al frente de dicho consejo. Estuvo a punto de salir en el transcurso del cambio de mandato en diciembre pasado. Sin embargo, por pedido de la Comisión de Educación, Cultura y Acción Social del Honorable Consejo Deliberante, en lugar de ser aprobada con celeridad como demandó la comunidad, fue enviado nuevamente al poder ejecutivo.

Entonces dijeron que lo hacían por cuestiones “de forma” en tanto ante una nueva administración les resultaba pertinente volver a consultar al poder ejecutivo y, con ello, seguir paseando el expediente. Así es que el proyecto acumuló polvo en los escritorios del Instituto Cultural por más de seis meses. Luego, debieron ser los propios consejeros quienes recorrieron casi diariamente las oficinas de cultura y economía, cultura y economía y una vez más cultura y economía ante la falta de respuesta sólida de una oposición que no ha sabido capitalizar los gravísimos errores, sistemáticos errores en la política cultural local (sistematización que convierte los errores en políticas). La Comisión de Cultura del HCD, incluso en los últimos días, en lugar de priorizar el pedido de rápida aprobación por parte de los trabajadores y las trabajadoras de la cultura, no conforme con la cantidad y calidad de explicaciones dadas por el consejo consultivo, decidió hacer “consultas” al Instituto Cultural sobre temas que hace al menos un año están archi saldados por las asambleas de los trabajadores. Muchas de esas consultas habrían sido evacuadas con la mera lectura atenta del proyecto.

Nadie sabe por qué extraño berretín ciertos ediles suponen que son portadores de no se sabe qué clarividencia por sobre la propia definición de los trabajadores a los que deberían responder como servidores públicos. Incluso algunos concejales y algunas concejales pecan de una enorme e infundada soberbia porque se trata ni más ni menos que de turistas de la política: en algunos casos militan hace apenas pocos meses y creen siempre tener una mejor respuesta que las propias definiciones establecidas por las organizaciones de la sociedad civil. Deberían escuchar, tomar nota y aprender porque aún no aprobaron primer grado en el pre escolar de cuadros, aunque detenten cargos públicos que sólo se explican por la crisis de participación y el paracaidismo. Nunca por la convicción. Es infundada soberbia porque no se les conoce mérito alguno en el ámbito de la política como no sea un buen concepto en términos de presentismo. Que no se confundan: no son destacables. Que hayan salido alguna vez en algún medio porque la agenda es flaca y se les haya permitido levantar la voz en algunos de esos temas “de agenda” no los convierte en cuadros políticos destacables.

Se espera que sean responsables y atinen a votar de una vez por todas lo que hace un año estaba en condiciones de ser votado en los términos que los trabajadores y las trabajadoras han propuesto. De otra forma, no sé entenderá qué los diferencia del oficialismo en cuanto a sus objetivos estratégicos.

Saliendo del capítulo de la baja calidad institucional del HCD, es menester destacar que en la ciudad de Bahía Blanca el primer semestre mostró una de las luchas más importantes del movimiento sindical organizado en el ámbito de la cultura y de las organizaciones de la cultura en general. El intendente Héctor Gay, a instancias del director del Instituto Cultural Ricardo Margo, intentó vetar la ordenanza que estipula el funcionamiento del Consejo Cultural Consultivo. Esto implicaba un golpe abierto a toda la comunidad artística: eliminar la herramienta de participación directa de los trabajadores y las trabajadoras de la cultura ante el estamento municipal del estado.

Es necesario destacar que estuvieron a punto de arrebatarnos derechos que hemos construido y no pudieron. Que la organización tuvo una victoria parcial relevante. Que el intendente terminó por recibir al consejo consultivo (a desgano) y aceptar lo que la sociedad civil construyó como forma de participación aunque no le guste a su alfil en la cartera cultura, quién no sólo no es amigo de debatir políticas culturales con artistas organizados sino que ya no puede administrar el Fondo Municipal de las Artes de manera discrecional como lo hizo durante toda su gestión en los noventa. Todo esto luego del levantamiento del veto por mayoría especial en el HCD luego de gran presión popular y movilización.

Es preciso tomar nota de que la organización sirve en términos concretos para terminar de una vez por todas con las peroratas del amiguismo y el favoritismo como vía de salvación universal con la que muchos referentes evangelizan incansablemente.

La situación sufrida por la Orquesta Infanto Juvenil del Barrio Miramar constituyó uno de los sucesos más violentos y tristes de la historia política de los directores del Instituto Cultural y subsecretarios de Cultura. Ricardo Margo prometió en 2015 soluciones concretas y apertura de nuevas orquestas y, en cambio, fue protagonista de episodios de violencia institucional hacia los y las docentes del proyecto así como promotor de una evidente política de precarización laboral inaceptable. En “un país del primer mundo” –en los que gustarían vivir más de un funcionario- estos episodios habrían costado el cargo público. Aquí el ex-actual director de cultura ha sido premiado siendo vocero del intendente. Esto convierte en posición oficial la política aplicada por Margo, restaurador de políticas del siglo pasado. Siguiendo el razonamiento, podríamos afirmar que el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay, gusta en ser promotor del maltrato institucional hacia un grupo de docentes pero sobre todo hacia niños, niñas y adolescentes que son las víctimas finales del vaciamiento del proyecto, ya que sostiene como su vocero a quién aplica esas medidas.

Luego de sendos pedidos de audiencia por parte de la UMSur a la intendencia, recién sobre fin de diciembre el municipio contesta a través de una solicitud de reunión que propuso una gentil funcionaria en nombre del mandatario cuyo objetivo fue informar “que el intendente está muy interesado” pero que “no hay respuesta” (sic).

Es menester señalar que se está pidiendo en la actualidad el pase a planta permanente ya que hoy el gobierno municipal está infringiendo legislación y sentido común ante lo que intenta hacer que es pasar a la orquesta a modalidad de contratados, con lo que se eliminaría la cuerpo del estamento estatal y pasarían a ser terceros que prestan un servicio, quitando jerarquía institucional.

Es responsabilidad del intendente la decisión y del conjunto de concejales que están al tanto y a los que se les ha pedido su intervención frente al impúdico accionar de un poder ejecutivo que es capaz de contratar asesores a través de favoritismo y el nepotismo por decenas de miles de pesos pero “no tiene presupuesto” para blanquear a los que sí trabajan.

Los Organismos Artísticos del Sur no escapan a las líneas generales de construcción política en la lógica Cambiemos: “nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, tal como afirmó el criminal Roberto Dromi, ministro entreguista procesado y condenado. La corriente internacional que propone en el ámbito de la cultura co gestión público privada no es otra cosa que la receta de achicar la inversión pública y dar protagonismo al sector privado convirtiendo a éste en una suerte de “accionista mayoritario”, por ende, con capacidad de definición (de programas, lugares, imagen, etc.).

OAS abrió con un concierto en las escalinatas del edificio en calle Além de la Universidad Nacional del Sur. El mismo tuvo el objetivo de disimular que, tal como lo habían estipulado las autoridades, los organismos iban a arrancar con el concierto que hicieron al día siguiente: actuando para la FISA. De esta forma, la fiestita de la lumpen burguesía local fue animada por recursos públicos sobre los cuáles nunca se informó si abonaron a cambio de la prestación del servicio o simplemente lucraron con dineros de todos los contribuyentes. El agravante es que quien dirige actualmente OAS fue histórico organizador del evento.

Cabe destacar que, para mayor sinceramiento, FISA será para el gobierno municipal en 2017 más o menos como la fiesta oficial de Bahía Blanca, enmarcada en los aniversarios de la ciudad. Se agradece la transparencia.

OAS tiene problemas de presupuesto –que intentan disimular con millares aportados por el sector privado (algunas del polo petroquímico fueron grandes aportistas en 2016). Hay decenas de cargos que, luego de la previsible jubilación de artistas que ya no están en actividad, no han sido reemplazados, dejando al cuerpo en dificultades profesionales que son saldadas por la capacidad artística de los propios trabajadores de la cultura.

Lamentablemente, las diferencias sindicales hicieron que sobre principio de año algunos dirigentes operaran para que no se construya una intersindical con capacidad de dar marcha atrás a las normas legales modificadas por el gobierno Vidal, que dejan a OAS en una clara asimetría administrativa y, por ende, presupuestaria. Se pensó que los favores políticos y el pasillismo podían resolver lo que en rigor es cuestión de organización de base, debates y acuerdos de los trabajadores y las trabajadoras.

Para el año que viene se espera la misma línea: menos inversión pública y más injerencia del sector privado; menos producción seria y más “lo que al público le gusta” introduciendo a un organismo público criterios de producción privada cuya naturaleza es diametralmente opuesta ya que sus roles son diferentes (difusión cultural en tanto derecho versus ganancia a costa de proponer productos de calidad artística meconiana); y jugar fuertemente en la legitimación del sector privado que, como se sabe, poco invierte en la ciudad y mucho extrae.

Para cerrar, la “gerencia” de los organismos “sinceró” una vez más sus intenciones y organizó un par de funciones dentro del puerto, cerca de las empresas trasnacionales y del consorcio, es decir, de los factores de poder local.

El manual oficial ya está impreso. Lo que no está escrito aún es la capacidad de unidad de los trabajadores y las trabajadoras, su conciencia de clase y su nivel de profundización en la lectura política de hacia dónde se pretende llevar al cuerpo. La sinfonía podría sonar muy distinta si primaran los intereses sociales, colectivos y artísticos por sobre los mezquinos y personales.

Hemos sido víctimas de la humorada del AcerArte, política de transferencia de recursos del sector público al privado. Chiste de mal gusto, sin duda, que no requiere mayor explicación. Otra oscura humorada fue el intento de ordenanza de “mecenazgo”.

Por último, la construcción sindical de la Asociación Argentina de Actores y la Unión de Músicos del Sur se consolida progresivamente y no sólo en términos numéricos sino en términos de conciencia, que es en definitiva lo que puede sostener cualquier proceso. En el caso del gremio de músicos y músicas, cerró el año con la apertura de una delegación en el partido de Tornquist.

Por su parte, apareció un nuevo actor que es la delegación de la Sociedad Argentina de Escritores, presidida por el Licenciado Edgardo Ariel Epherra. Una asociación gremial que tiene todos los desafíos de los comienzos (aunque hace algunos años funcionó). Ojalá las grandes ideas de las plumas locales sean solidarias y trabajen por el bien común apartando viejas diferencias y egos nocivos aunque mortales.

Las asambleas interdisciplinarias por temas estratégicos en la ciudad llevan años de existencia y el dato es el crecimiento sistemático del nivel de debate. Cuando nuestros representantes de área en el Consejo Cultural Consultivo hablan lo hacen cientos de artistas que participaron de instancias de debate.

Contra ello van. Cunado del otro lado del mostrador “la gente” se queja por lo bajo, consulta si puede pasar primero (prebendas) o levanta la voz aisladamente los burócratas se tranquilizan porque todo está en orden: el sistema no corre riesgo. En cambio, cuando del otro lado del mostrador “la gente” es pueblo y reclama en unidad de manera sustancial y organizada los burócratas tiemblan: deberán cambiar sus vicios caros para la comunidad. Por eso van con tanta virulencia contra la organización: tienen plena conciencia de que el nivel de organización es inversamente proporcional a su capacidad de opresión.

La novedad es que participación ya no es mala palabra sino que comienzan a serlo las malas políticas y el mal gobierno. Poco a poco vamos ordenado el diccionario.