¿Qué júbilo?

(Por Astor Vitali) El viernes fue el día del jubilado y de la jubilada. Es decir, es el día de aquellas personas que, sin detentar capital, han dedicado la mayor parte de su vida a diversos trabajos para sobrevivir, sostener familias, caminar en busca de sueños y articular tareas comunitarias.

Como muestra de la filosofía capitalista, la sentencia “población económicamente activa” excluye a este sector. Más, se les denomina “población inactiva”. Más allá de la referencia técnica: ¿qué tan activo es este sector?

Si el trabajo no le destruyó el cuerpo al llegar a la edad de emancipación laboral, un jubilado o una jubilada tienen, en general, casi todo por hacer y muchos años por delante. Por empezar: tienen experiencia de vida y tiempo para disfrutar de esos aprendizajes. Parece que después de “toda una vida de trabajo” nos espera “toda una vida”. Por millones, jubilados y jubiladas retoman sus sueños: terminar sus estudios, iniciar una carrera, incursionar en algún arte, viajar, relacionarse amorosamente con la experiencia a cuestas, y una larga lista. Tan larga como pueda ser el conjunto de los sueños humanos y de sus culturas.

Desde este punto de vista, puede considerarse a este sector como muy activo, anheloso del disfrute del tiempo y movilizado por los deseos más añejos. Fuera de la diatriba económica, deberíamos llamarles población esencialmente activa.

Ahora bien. Para hacer cosas en una sociedad occidental hacen falta recursos económicos. Para hacer cualquiera de estas cosas, además de atender la salud, algo más frágil ya por esos años. ¿Qué recursos económicos asigna la sociedad argentina para esta población esencialmente activa? $12.937,22 Este es el monto de la jubilación mínima en la Argentina.

Según Eugenio Semino, defensor de la Tercera Edad, “casi cinco millones de jubilados y pensionados no cubren sus necesidades básicas”. ¿Cómo les decimos “feliz día”?

El sistema previsional argentino está, privatizado o no, pensado para la mísera supervivencia (en el mejor de los casos) de las personas que laburaron toda la vida y no para su desarrollo humano pleno. No se les tira por la ventana del todo pero se les deja con alimento para viejos en su cucha hasta que la biología se ocupe. Por cierto, el entierro también será un negocio. En nuestra ciudad, para apenas dos firmas empresarias que se enriquecen de la desgracia ajena.

Lo más llamativo de todo esto es que cualquier ciudadano o ciudadana minimamente razonable sabe de antemano que la línea de llegada del final de su carrera laboral le ofrecerá como trofeo ese rinconcito del olvido.

Las personas en edad de jubilarse no tienen, en nuestro país y en nuestro sistema, más derecho que a la supervivencia. Claro que hay programas de PAMI, de aquí y de allá. Pero no facultades para el ejercicio pleno de sus derechos.

No hemos tocado aquí el problema de salud, que resulta más un sistema de prebendas y subsidios para farmacéuticas y clínicas privadas que un sistema de cuidado de la salud para sus supuestos destinatarios.

Para más bochorno, quienes han ejercido el poder político sin revertir esta situación a todas luces injusta, cobran jubilación de privilegio.

Un saludo respetuoso en su día, jubilados y jubiladas, implica una honesta disculpa por pertenecer a una sociedad que olvida su propio destino aunque lo tenga frente a sus ojos.