“Creía en la inmortalidad que se manifiesta a través de la vida”

Tras una vida dedicada a la arquitectura y a su método revolucionario, falleció a los 91 años Rodolfo Livingston. Fue el creador de Arquitectos de Familia y su versión cubana, Arquitectos de la Comunidad. Su compañera y titular del Estudio Livingston, Nidia Marinaro, destacó su legado en FM De la Calle.

En Cuba escribió más de 500 artículos y realizó reportajes en revistas especializadas y en publicaciones de interés general. También fue columnista semanal en “Juventud Rebelde” (Cuba) durante los años 2002 y 2003.

Sus ideas transformadoras quedarán plasmadas en la decena de libros de su autoría. Entre ellos, se destacan Cirugía de Casas (1990), Arquitectura y Autoritarismo (1991), El Método (2002) y Memorias de un Funcionario (1991), donde narra su experiencia como director del Centro Cultural Recoleta, de donde fue expulsado.

Nidia Marinaro de Livingston, compañera de Rodolfo y directora del Estudio Livingston, dialogó con FM De la Calle sobre el legado del arquitecto que, “desde la escuela y la expansión de ideas, ha logrado conquistar millones de corazones”.

 ¿Qué nos puede contar del legado de Rodolfo?

Rodolfo siempre decía que creía en la inmortalidad propiamente dicha. Que esa era la inmortalidad que le interesaba, la que se manifiesta a través de la vida… por eso apostó muchísimo y realmente los jóvenes lo acompañaron.

Durante los últimos 20 o 25 años recorrió muchísimas facultades. En la UBA se generó el proyecto Arquitectos de Familia, precisamente por eso, por sembrar, sembrar y sembrar.

En todo el país, incluso en el exterior, hay muchos arquitectos que ya han tomado esta visión de la arquitectura que es una forma nueva de entender nuestra profesión. Es entender nuestra profesión centrada en la vida y no centrada en el concepto inmobiliario.

Generar espacios para las familias, hogares. La ciudad es súper importante porque es el hogar, es el espacio compartido que tenemos como sociedad que nos envuelve a todos y nos hace partícipes de una historia común.

Ahí estaba el cine tal, mi mamá y mi papá se conocieron en tal esquina”, es el álbum familiar la ciudad. Cuando te despojan de ese álbum y de la memoria, uno empieza a parecerse a una especie de robocop, como una máquina sin memoria. Empieza a ser mucho más fácil lo demás, el manejo, ser nada más un número. Una sociedad muy fea se construye desde ese lugar, donde lo que rige es nada más el interés del capital y la reproducción del capital para que alguien acumule riquezas.

Rodolfo apostó siempre en la vida, de los 30 años que llevamos juntos, yo estoy formada como arquitecta en una facultad que el creó a fines de los ’50, antes de su primer viaje a Cuba. Él estuvo en el Chaco y creó la Facultad de Arquitectura del Chaco junto a otros amigos. Ahí se formaron los primeros arquitectos que después fueron mis docentes.

Tuvo desde muy joven una visión de cuestionar incluso la enseñanza de la carrera de arquitectura.

Una idea revolucionaria, pero a la vez tan simple y tan sencilla…

Rodolfo siempre decía que lo obvio es lo más difícil de ver porque es como el sentido común, a veces naturaliza cuestiones que tiene que ver con las estrategias de comunicación relacionadas con intereses que no son los nuestros. Y a veces, las cosas simples que parecen obvias, que son parte, que generan y reciclan la vida se nos escapan porque estamos subsumidos por otros intereses culturales.

Por eso es tan importante y Rodolfo hizo mucho trabajo en ese sentido. En proponer pensar todo desde la vida. Para mí haberlo acompañado es un privilegio y también ver la cantidad de gente, es muy emocionante.

Quería agradecer públicamente la cantidad de mensajes de jóvenes, de familias. Las familias que se han visto tocadas en su vida por los proyectos del estudio o de nuestros arquitectos de familia… es una cantidad enorme de mensajes que hemos recibido en estos días. Es muy hermoso, como decía Rodolfo: “Yo voy a seguir vivo en la mente y en el corazón de muchas personas”. Y eso estoy comprobando que pasa.

“Creo que soy un revolucionario. Considero que la arquitectura tiene que estar al servicio de la gente, para darle comodidad y hacerla más feliz”

¿De qué se trata el método Livingston?

El método Livingston él lo empieza a sistematizar a partir de la década del ’80 y se transforma en un método ya muy orgánico a partir de los ’90. Se publica su primer libro, ‘El Método’.

Su concepto principal es la escucha, escuchar y conectar verdaderamente con el sueño de la familia o del otro que quiere una casa, o un hospital, o un aeropuerto.

Generalmente para comenzar los proyectos, los arquitectos -así nos enseñan en las facultades-, arrancamos dibujando o construyendo, pensando en lo constructivo tecnológico, no cómo se vive o se usa ese espacio.

Siempre hay espacios como un lugar para hacer negocios, uno piensa en todos nuestros presidentes, en la Ciudad de Buenos Aires, cada espacio público es un territorio para negociar. No conozco muchas iniciativas donde públicamente se piense, este es un territorio, vamos a hacer un lugar hermoso para que todos disfrutemos.

Es generar lugares donde uno pueda encontrar y sentir que la vida tiene lugar y se recicla, donde generamos biodiversidad, donde tenemos una comunión con lo que somos, el ambiente, la naturaleza.

A escala social o comunitaria, es el método que aplica en Cuba con la idea de arquitecto de la comunidad. ¿Qué característica solía destacar más allá del amor que tuvo a primera vista con la Revolución Cubana?

Fue magnífico el desarrollo del arquitecto de la comunidad. Se extendió en casi todos los municipios de la isla. Hubo cientos y cientos de arquitectos de la comunidad que trabajaron con su método y él monitoreaba junto con Selma Díaz, que es una arquitecta extraordinaria, revolucionaria y que lo ayudó para extender el proyecto en Cuba.

Fue en una época de período especial, cuando Cuba estaba muy acorralada porque no tenía ni medicamentos ni nada. Mucho menos materiales de construcción.

La gente se seguía casando y teniendo hijos. Rodolfo cada tres meses iba, monitoreaba el proyecto enseñaba, iba expandiendo cada vez más a lo largo y lo ancho y más profundo sus ideas. Eso pudo ayudar a muchísimas familias a genera lugares, cocinas… un lugar para comer más humano. Un lugar para dormir. Había un cierto hacinamiento en un momento porque no se podía construir. Entonces, era cómo encontrar nuevos espacios para las parejas. Se hizo un trabajo muy hermoso, siempre tenía que ver con la vida.

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Aquí en el país, ¿alguna vez pudo aplicar en estos términos como en Cuba? ¿Fue convocado para una experiencia similar?

Oficialmente no, Rodolfo era un apóstata de todas las organizaciones rectoras de nuestra profesión o en el ámbito político, era un hombre profundamente político, él decía: “Nunca me haré socio de un club que me acepte como socio”. Él era así, era una persona que expandía sus ideas haciendo escuela desde un lugar muy under, porque no aceptaba fácilmente las reglas, las cuestionaba más bien. Desde ese lugar era difícil.

Nosotros como proyecto Arquitectos de Familia intentamos hacer algún trabajo con un municipio en el Área Metropolitana de Buenos Aires, y algo se logró pero realmente para tener una visión y expandir este proyecto se necesita poner en el centro la vida y las necesidades de la familia o la comunidad, no del negocio ni del signo peso o el signo dólar.

Una de las cosas que Rodolfo creía mucho era en los materiales alternativos de construcción y nunca se pudo expandir porque eso no es generar una fábrica de cemento, etc.

Desde ese lugar es bastante difícil, pero yo creo que desde la escuela, expansión de ideas y enseñar, desde ese lugar se ha logrado conquistar millones de corazones que estoy segura van a replicar.

“El espacio público es privado en realidad, porque a los espacios públicos uno siempre tiene que salir con plata”

¿Qué mirada tiene de poner la cantidad sobre la calidad en materia de vivienda social?

Desde lo que significa la producción de viviendas, por ejemplo, proyectos como el Procrear, que son muy buenos, ofrecen a una familia una cantidad de plata y tiene que elegir dentro de un catálogo de viviendas. Pero hay un tema: no somos un catálogo de familia.

Es difícil para una familia donde una es psicóloga y el señor es tallerista o médico, las familias son distintas. Es muy complejo las relaciones de los vínculos y el espacio. Es fundamental abrir el abanico de ofertas.

Desde ese lugar, arrancamos ya tratando de etiquetar porque ofrecemos un catálogo de tres opciones de viviendas y generalmente la gente se embarca, toma el crédito y lo tiene que devolver mientras al mismo tiempo empieza a reformar una casa recién hecha porque no le entran las cosas que necesita para desarrollar su vida. Los recursos están, pero el pensamiento… a veces no, casi siempre, es el recurso más importante. Antes de construir pensar.

El otro tema fundamental, son las alturas de las casas. Cada vez más vivimos en un proceso de calentamiento global, ya sabemos que tenemos que hacer casas que sean bioclimáticas porque estamos viviendo con la naturaleza. Tenemos que entender que nos manda mensajes. Los techos tienen que ser de determinada manera.

El problema no está en la familia, el problema está en lo que pensamos a nivel más macro las personas que dirigen y arman los programas de viviendas.

Mucho de esto está planteado en ‘Arquitectura y Autoritarismo’…

Es un libro maravilloso donde él habla fundamentalmente que la ciudad es la casa de todos. Recién mencionabas Bahía Blanca, una ciudad preciosa, hemos ido varias veces y Rodolfo ha dado varias charlas.

Había lugares realmente hermosos que daban cuenta de la historia y cómo se fue haciendo la ciudad. Quiénes fueron los personajes, los hitos y los momentos de Bahía Blanca. Hace un tiempo fuimos y ya muchas de las cosas que nos habían mostrado como importantes ya no estaban.

Es realmente doloroso porque los chicos, los jóvenes, tienen que saber reconocerse en esa historia.

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