“Somos un pueblo que tiene mucha historia con la música”

(Por Astor Vitali) Luis Salinas se presentará este sábado en el Gran Plaza Teatro junto con Juan Salinas y Alejandro Tula. Durante esta conversación, el músico hizo referencia al repertorio que abordarán, las expectativas a partir del retorno progresivo a la presencialidad, las músicas de los pueblos y las tensiones con el mercado musical, y el enfoque filosófico o vital a partir del cual entiende que es más rico hacer música.

“Todos conocen esta pesadilla que se está viviendo en el mundo y lo que nos toca a los artistas, lo duro que ha sido no poder tocar en su momento. Lo que podíamos hacer era un streaming pero son como una comida sin sal. De a poquito se está volviendo a poder tocar”, comenzó diciendo Salinas a FM De la Calle.

Esta formación ya tocó en San Luis, Mendoza, Neuquén, General Roca. Esta semana lo harán en General Pico, Santa Rosa y Bahía Blanca. “Con lo que es para mí tocar ahí porque yo hice el servicio militar en Punta Alta. Estuve dos años ahí. Es muy fuerte para mí. Cada vez que vuelvo allá me vienen muchas cosas a la mente”.

En una sala muy linda y con mucha capacidad. “Comida sin sal”, decías, para referirte al streaming. Entonces, de ninguna manera es lo mismo mirar una cámara que sentir la mirada del público. Si bien es una herramienta, el público sigue siendo irremplazable…

Sí. Yo estuve cien días sin ver a Juan (Salinas). Cuando se dio la posibilidad de volver a tocar en un streaming, la emoción era tan grande de volver a tocar… inclusive con Alejandro Tula. Esa emoción de volver a tocar juntos hizo que, después de hacer el último tema, yo le dije a la gente: me parece haber escuchado a alguien que pidió otra. Fue como una fantasía.

Después, hicimos el primer streaming que se hizo en el Teatro Colón. Y también estaba la emoción de estar ahí. Pero aun así, la sensación era eso porque la música se concreta cuando estamos todos; los que tocamos, los que escuchan y esa cosa que se produce cuando estás ahí. También creo que cambia la forma de tocar cuando está la gente.

Hay algo que te dijo tu madre que a mí me gustaría traer, en este momento tan particular en el que las referencias se fueron borrando. “Yo quiero un hijo feliz”, dijo. ¿Esto fue orientador para vos?

Sí, mi vieja era lo más. Se fue con sesenta años. Ella fue la que me crio y era una persona que hablaba poco y de golpe me decía cosas así. Como, por ejemplo, “primero la persona y después lo que hagas o seas”. O, cuando yo estaba en la duda de hacer tal música para ayudar en lo económico a la familia, ella que me conocía bien, me dijo: “mirá que yo quiero un hijo feliz. Hacé lo que vos sientas”. Y eso para mí fue un mandato. Se lo transmito a mi hijo también.

Creo que parte de la felicidad está en poder hacer lo que uno ama. Y hay que luchar por eso. Y si podés vivir de eso es un regalo de Dios.

“Lo máximo para mí es cuando la música te lleva”

Has dicho también que la música noble es la que representa a los pueblos. Y esto lo traigo a cuento de que, en la actualidad, donde parecería que tenemos acceso a todo a través de las plataformas, en ellas se expresa una relación entre música y mercado, donde obviamente difunde más músicas de mercado. Se van filtrando cositas de las músicas de los pueblos pero no tiene la misma manija que la industrial. ¿Cómo ves esa relación? ¿Cuánto elije quien elije si no le es brindada toda la música?

Alguna vez, hablando con el gran maestro Horacio Salgán, me decía que el público es un pasivo consumidor de lo que le dan. Los responsables de la cultura, en algunos casos son los medios de comunicación. Porque, si las compañías discográficas o la gente que maneja el mercado elige poner buena música, se le hace muy bien a la gente. Y si le das otras cosas el público elije lo que hay. Un tipo sale de laburar, llega a la casa, prende la tele y ve lo que hay.

De cualquier manera, yo pienso que hoy está el YouTube, el que tiene la posibilidad de verlo, puede ver lo que quiere. Yo me acuerdo que mi hijo Juan quería sacar un tema de Santana, le dije: ahora sacá el tema y después lo pongo de nuevo y tratemos de ser nosotros. El tema era Europa. Y me acuerdo que se me cayó la edad: aprovechá que cuando yo era chico escuchaba en la radio el tema y después tenía que esperar no sé cuánto para sacar la segunda parte. Y ahora los chicos pueden ver el día que se grabó el tema y tener las imágenes. Eso para mí es de las mejores cosas que hay de información y para aprender.

Además, con la comunicación, hay muchos grupos que aparecieron a partir de que se los vio en YouTube. Yo respeto a las compañías, que tienen su negocio, pero a veces la música no pasa por ahí.

Una vez, hablando con Dino Saluzzi, que era un genio, le pregunté por qué no se toca más como cuando tocaba esas zambas que duraban mucho. Y me dice: no, porque se vive más rápido, no hay tiempo para que la nota dure lo que tiene que durar. Vos vas a la televisión y el tipo te dice tocá Alfonsina y vos no lo podés tocar porque te cortan.

Una vez, en un programa de Ginsburg que estaba a la mañana, me llamaron para tocar. Me preguntan cuántos temas voy a tocar y cuánto duran. No sé, cuatro minutos, le digo. Alguien de la producción me pregunta ¿puede durar dos? (Risas) Y estoy hablando de un programa en el que me llamaron.

Yo celebro que Lito Vitale tenga su programa en la TV Pública donde podemos tocar todos. Pero se extraña demasiado a Badía. No hay un programa así donde los músicos puedan ir a tocar y sean respetados. Las cosas fueron para otro lado. No hay tiempo para la música ni los músicos. Eso me duele.

Sin embargo, no esto no debería achacarse al público, porque cuando se hacen entrevistas extensas, donde hay tiempo para transcurrir, donde hay pausas, es agradecido por la audiencia. Es decir, hay en el mercado una idea de que todo tiene que ser rápido pero no sé si la población quiere que efectivamente esto sea así…

No, no. Cuando se despidió Julio Boca… muy poca gente vi tanta gente en el obelisco. Lo mismo con Les Luthuier o Spinetta. Y eso me da una cierta paz de que no todo está en la televisión y que hay públicos para otra cosa. A veces se genera como una cosa de que hay que hacer determinada cosa para llegar a un público masivo.

Por otro lado, nosotros somos un pueblo que tiene mucha historia con la música. Desde nuestro folclore hasta el rock nacional y eso no se puede borrar, no se puede tapar. Siguen saliendo músicos todo el tiempo.

Me acuerdo que Tomatito no estaba seguro de venir a la Argentina. ¿Sabés con qué lo convencí? Le dije: mirá, en Argentina, en una época todo el mundo tenía una guitarra en su casa. Y eso lo convenció. Porque eso somos y eso no se va a morir nunca.

Y hay una diversidad territorial que se expresa en diversidad cultural. Vive en las noches, en las guitarreadas siguen pasando cosas que no salen en la tele

Total. Además tenemos uno de los folclores más variados de todo el mundo. Es muy amplio y en cada lugar es distinto. En Santiago del Estero se toca la chacarera de diferente forma. Yo he ido a guitarreadas donde el bombo todo el mundo lo tocaba distinto. Y eso pasa en todo el país y es maravilloso.

¿Qué repertorio van a abordar?

Con Alejandro grabamos muchos discos juntos y se prende en todas. Juan, también. Entonces, con ese trío salimos con lo que grabamos en El tren y otras músicas. También hay cosas que se deciden en el escenario, justamente, por la presencialidad y la complicidad que hay con el público o yo voy sintiendo y tal vez cambio alguna cosa que había arreglado antes. Por eso siempre tengo ese deseo grande tocar, porque el momento es único e irrepetible y hay que vivirlo. Te da una adrenalina, no sabés bien qué va a pasar.

Como músico utilizás el lenguaje musical como uno en el que se pueden comunicar muchísimas cosas y una parte de lo que ocurre en vivo siempre será único…

Una vez le dije a Juan, como padre de un músico: vos tenés que sentir las notas, escuchar a tus compañeros y disfrutar. No tenés nada que demostrar. Si lográs eso vas a pasarlo bien vos, el que toca con vos, la gente. Y entender que el mejor maestro es la propia canción que te dice lo que tenés que tocar y tocar lo que la música te pide. El público no tiene por qué entender de armonía, melodía o ritmo, pero sabe cuándo el artista es sincero.

Por otro lado, y esto lo siento desde hace treinta años, la música es una energía espiritual, más allá de las notas. Si no, serían notas nada más. Como las palabras. Entonces, esa es la base: ningún músico es más importante que la música. Yo no conocí ningún músico que me diga: mañana a las cinco de la tarde voy a estar inspirado. Pero lo que no se negocia es la actitud de vivir ese momento. Yo no creo en la iglesia pero creo en Dios. Y, muchas veces, le pido: ojalá que la gente se lleve lo que vino a buscar y que estemos enfocados. Uno tiene que sentir que está en el lugar indicado en el momento indicado. Y cuando eso pasa es probable que llegue la inspiración. Lo máximo para mí es cuando la música te lleva a vos, no cuando vos tenés el control de la música. Es maravilloso eso.

Pensaba, a partir de que decías “no tenés que competir con nadie”, en Hermeto Pascual, uno de los músicos más grandes y, a su vez, humilde y generoso…

Sí, yo tengo una historia extraordinaria con él. Lo conocí en la casa de Egle Martin. Me dice: tenés que escuchar a este músico. Yo no había escuchado nada de él. Me puso Hermeto en Motreux. Escuché eso y dije: este tipo es de otro planeta.

Una hora después, cayó a la casa de Egle. Me acuerdo que estábamos en una mesa unas cinco personas. Me puse a tocar un tema de Bill Evans y, cuando repito el tema, él agarra el piano y empezó a armonizar sobre lo que yo estaba tocando. Yo nunca me sentí tan abrazado armónicamente como ese día.

Me invitó a tocar al concierto que hacía en La Plata y yo no me animé porque quería escucharlo. Al otro día tocaba en el Coliseo de Buenos Aires. Estaba enojado conmigo porque no había tocado. Entonces voy y le digo: yo sé que está enojado, maestro, pero no me sentía preparado… Él me miró fijo y me dijo: “você é um músico. Vosé toca, teoría que vá à puta que o pariu”. Y eso fue como si hubiese venido Dios a pegarme una patada en el culo a decirme: andá y tocá, déjate de joder.

Después de eso, todo cambió. Fue muy importante. Después pasaron diez años, yo grabé afuera, hice un montón de cosas y él me invitó a tocar en el Rex. Y el cierre fue una noche juntos en el Rex, yo con mi grupo, él con el suyo y al final nos juntamos todos. Me decís Hermeto y me dispara un montón de cosas.