Tocar y luchar

I

(Por Luis Ponte) Rony, tiene 11 años. Está sentado sobre el lateral de una barcaza, en la playa de Güiria de la Costa. Sus pies no llegan al piso. El horizonte del Atlántico de fondo y un cielo cargado, son únicos testigos de su solo de trompeta. Rony cuenta admirado que se la regaló un músico de la Filarmónica de Berlín, en un seminario al que fue invitado.

Joyce, nació hace 14 años. La cámara la sigue por un estrecho sendero de ladrillos y paredes sin revocar, a cielo abierto. Camina, mientras toca su violín. Cuando se detiene, detrás de ella, asoma una panorámica de su barrio, La Vega. Extenso asentamiento informal en pleno corazón de Caracas.

Daniel, tiene 12. Su audiencia son 8 a 10 pibes de su edad. Lo escuchan tocar su instrumento en la plaza del barrio de monobloques que habitan en Las Teques, capital del estado de Miranda. Cuenta que en la cucheta de su habitación duermen tres: él arriba, su hermanito abajo; y su cello, al costado.

Son escenas de “Tocar y Luchar”, documental que el director venezolano Alberto Arvelo realizó en 2006. El film refleja el espíritu y la esencia del llamado Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.  Cuyo lema es justamente ese: Tocar y Luchar.

II

En febrero de 1975, el maestro y músico venezolano José Antonio Abreu reunió a una docena de músicos jóvenes como él, para tocar en público en un estacionamiento de Caracas. Ese ensayo/concierto fue el nacimiento de algo que el músico tenía en mente.  Un proyecto  innovador consagrado al rescate de la infancia y la juventud, mediante la instrucción y la práctica colectiva de la música. Capacitación, prevención y recuperación de los grupos más vulnerables del país, tanto por su edad como por su situación socio económica.

Muy rápido se convirtió en un fenómeno artístico y pedagógico musical. Dentro y fuera de Venezuela. Se multiplicaron orquestas, población de músicos jóvenes y profesores de música a lo largo y ancho del territorio. Venezuela se vió sembrada de orquestas y coros. Una poderosa red de orquestas, coros, programas especiales, escuelas de música y centros de lutería y fabricación de instrumentos musicales.

Los números ayudan a comprender la magnitud de este proyecto inédito en el mundo, que lleva 40 años: 1.681 orquestas juveniles, infantiles y pre-infantiles; 166 agrupaciones del Programa Alma Llanera, 1.389 coros infantiles y juveniles, 1.983 agrupaciones de iniciación musical que les da trabajo como personal docente a más de 10.000 profesores en los 24 estados de Venezuela.

Y sobre todo, los beneficiarios de este proyecto: más de 800.000 niños, niñas y adolescentes, que disfrutan del estudio de la música, ejecutan repertorio clásico y popular; y han sido incluidos a un sistema de formación personal rigurosa, y de conciencia coletiva, que son la razón fundamental del programa.

El 75% de ellos viven por debajo del índice de pobreza, y muchos, en pueblos alejados de las capitales. Pero el Sistema va más allá:  incluye un Programa de Educación Especial, que beneficia a jóvenes y niños con capacidades comprometidas; un Programa de Orquestas Penitenciarias, que apoya la reinserción en la sociedad de hombres y mujeres privados de libertad; y el Programa de Atención Hospitalaria, que acoge a niños y niñas con enfermedades crónicas en centros hospitalarios.

El impacto cultural y social que generó, provocó (como se ve en el filme) la admiración de consagrados de la música clásica como Placido Domingo, o Claudio Abbado. Y contagió a países que buscan disminuir sus niveles de pobreza, analfabetismo, marginalidad y exclusión en su población infantil y juvenil. Para el año 2013, había núcleos orquestales y programas de enseñanza musical inspirados en el programa venezolano en más de 35 países.

III

Buenos Aires, 29 de marzo de 2016. Calor agobiante. Cientos y cientos de profesores de música, alumnos y padres se concentran frente al Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación. Preocupados por el futuro incierto del Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario, dependiente de dicho Ministerio, se hacen escuchar de manera literal: decenas de Orquestas del Programa, venidos de muchos puntos del país, ejecutan diversas obras al unísono. Tan impresionante como el testimonio de una de las madres:

Beatriz Galarza vino desde Dock Sud, acompañando a sus hijos Stephanie, de 12 años, que toca el violín, y Facundo, de 15, trompetista. Viven en Villa Inflamable, un barrio emplazado sobre el relleno de una zona de ciénagas, en el polo petroquímico, cerca de destilerías y depósitos de productos químicos y petroleros”, afirma al diario Página12.

Y agrega: “las orquestas sacan a los chicos de la calle; la orquesta El Docke Musical, en la que tocan mis hijos, ensaya en la escuela 67, y les cambió la vida. Tengo otros dos hijos, de 23 y 28 años. Si esto hubiera estado cuando ellos eran chicos, no hubieran llegado a la droga. Segura estoy, muy segura”. Muestra los instrumentos que sus hijos tienen para estudiar. “Son prestados, son del Estado”, aclara. “Y en casa se cuidan como si fueran de oro. Si se corta ésto, se corta todo porque, ¿cómo voy yo a comprar algo que es tan caro?”.

En la página de internet de la Dirección Nacional de Políticas Educativas, se puede leer: “El Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario tiene como objetivos mejorar el acceso de los niños, niñas y jóvenes a los bienes y servicios culturales (….) El modelo colectivo de enseñanza musical posibilita vincular con la escuela a jóvenes que se encuentran fuera del sistema y colaborar con la retención de aquellos cuya permanencia se halla en situación de vulnerabilidad.”

Este Programa está(ba?) financiado por la Fundación del Banco Nación. Que en su sitio web, dice: “Disculpen las molestias estamos trabajando para Ud”. El Presidente del Banco Nación se llama Carlos Melconian.

20.000 chicos sin clases de música,  miles de docentes que no cobran desde diciembre; contratos caídos, no renovados; y escuelas que no recibieron más comunicación oficial para seguir funcionando como sedes de dichas clases. La realidad del Programa hasta el año pasado tenía vida, aunque no gozaba de la mejor salud: contratos precarizados, salarios atrasados, demoras en los pagos, etc. Desde que cambiaron las autoridades del gobierno nacional, en diciembre, su pronóstico es reservado.

IV

Bahía Blanca, 19 de abril. Docentes y madres de alumnos de la Orquesta Infanto Juvenil del Barrio Miramar (OIJBM), están autoconvocados frente al Palacio Municipal. Reclaman que los atienda el propio Intendente. Sobran los motivos: falta de respuestas por parte de las nuevas autoridades del Instituto Cultural desde diciembre pasado a los reclamos de regularización de las condiciones laborales de los profesores y personal; solución a las demandas de aumentos de retribuciones acordes a la inflación; cobertura de más cargos docentes y personal no docente de apoyo;  adquisición de nuevos instrumentos de música para los chicos; presupuesto para mantenimiento de los ya existentes; movilidad para los alumnos que asisten a las clases y a los conciertos y siguen los etcéteras.

Desde sus comienzos, la OIJBM  funcionó en diferentes lugares del Barrio Miramar hasta instalarse en la Escuela No.29, Domingo F. Sarmiento. En 2015 tuvieron una convocatoria de 62 inscriptos. Para este año esperan 80 alumnos. Los chicos vienen de los barrios Miramar, La Falda, 9 de Noviembre, Sánchez Elías, Bella Vista, Milla Mapu, Aldea Romana entre otros. Pero no hay instrumentos para todos. Niños de 4 a 6 años, en lista de espera…

Si revisamos los fundamentos y objetivos para la creación de la Orquesta Infanto Juvenil, en 2008, no escapan al espíritu y esencia de sus hermanas venezolanas:  “Convocar a niños, niñas y adolescentes de todos los ámbitos, en particular a aquellos que se encuentran en riesgo social, para que opten por la música orquestal como una alternativa para la inversión positiva del tiempo de forma que sirva de herramienta para lograr una efectiva inclusión social. Tampoco son diferentes la vocación de los docentes, el apoyo de los padres, y el compromiso de los chicos.

En el juego de las diferencias, entre el éxito de un programa que lleva 4 décadas, y que es modelo de estudio y admiración en el mundo entero; y este presente de penurias a las que se ven sometidas las Orquestas Infanto Juveniles nacionales y local, por parte de las autoridades políticas encargadas de cuanto menos escucharlas, atenderlas, acompañarlas en sus reclamos, está clarito quien desafina.

En Venezuela, la Fundación del Estado que financia el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, se creó en 1979. Desde entonces y hasta hoy este modelo pedagógico, artístico y social tuvo y tiene apoyo permanente e irrestricto por parte del Estado venezolano. Sin importar el color político del gobierno de turno…