Un animal de costumbres

(Por Nacho Urruspuru*) Dice el dicho que el humano es un animal de costumbres. Y se dice, también, que somos una especie que tiene la capacidad de adaptarse a todo. Es conocido el caso del soldado japonés que vivió por décadas dentro de un improvisado refugio sin enterarse que la Segunda Guerra Mundial había finalizado poco después de que él mismo decidiera confinarse a tal encierro. Piensen en esa capacidad de adaptación. Como el tipo se acostumbró a vivir día, tras día, tras día oculto en un lugar salvaje, inhóspito, inaccesible.

Años, décadas, en soledad viviendo una realidad que no era tal, lleno de miedos y esperanzas estériles a causa de una guerra en la que seguramente él no tuvo mucha responsabilidad. Se le presentó una realidad adversa y él se adaptó. Claro, tal vez un tanto exageradamente, pero el punto importante acá es que se supo adaptar, es decir, fue transformando lo extraordinario y lo excepcional en algo cotidiano, en algo normal.

Hirō Onoda se llamaba este soldado, falleció en 2014. Si bien la segunda guerra finalizó en 1945, no se rindió sino hasta 1974, después de haber pasado casi treinta años sobreviviendo escondido en medio de las selvas Filipinas.

¿Qué tan fuerte puede ser la capacidad de adaptación?, ¿A qué cosas, y a qué realidades nos podemos acostumbrar? Más allá de la compasión o de la ternura que nos despierte la historia de este soldado, uno puede más que pensar que estaba un poco loco pero ¿qué tan distinta es la historia de Hiro Onoda a la nuestra? ¿No sienten que nos estamos adaptando cada vez más a cosas que son inaceptables desde todo punto de vista?

Los pulmones verdes más importantes del planeta están siendo convertidos en cenizas mientras ustedes escuchan esta especie de editorial. Australia, el Amazonas, el impenetrable, el delta del Paraná y Córdoba todos lugares de enorme biodiversidad ardiendo para que gente con más dinero del que necesita pueda obtener mejores y más rápidas ganancias mediante emprendimientos inmobiliarios, plantaciones a gran escala de monocultivos, asentamiento de mega factorías de carne, explotación minera, etc…

Lo leí hace unos días y todavía no me repongo: en el ártico, en el desierto de hielo que es Siberia se descubrieron “Incendios Zombies”, son fuegos sin llama que se propagan por debajo de la tierra congelada, y están afectando a vegetación que hasta ahora jamás de los jamases había sido alcanzada por ningún fuego en la historia de la humanidad. Mejor ni empezar a hablar del deshielo en los polos. Mientras tanto la comunidad científica parece no ser del todo concluyente en relación a la existencia, o no, del calentamiento global. Los líderes mundiales y los organismos internacionales miran para otro lado, y en este contexto absolutamente apocalíptico la única persona con la capacidad de ver las cosas claramente y actuar en consecuencia y sin vacilaciones es una chica sueca, apenas adolescente y con síndrome de Asperger. A Dios gracias por Greta Thunberg. El resto, la mayoría de nosotros, preocupados por si en Fase 3 las cervecerías pueden abrir, o si Messi sigue en el Barcelona. ¿No somos un poco Hiro Onoda cazando algún bicho de la selva filipina para comerla en silencio no sea cosa que nos descubran los soldados aliados? ¿Cuántas veces escuchamos a la pasada en algún informativo cosas como que el 45% de la riqueza mundial es acaparada por el 0.7% de la población mundial? ¿O qué los 40 tipos más ricos del mundo concentran más riqueza que todas las mujeres del África? Alguno me dirá: Nacho estás hablando de problemas estructurales y de escala mundial. Cierto, por ahí no da para andar amargándose por cosas que están tan fuera de nuestro alcance (como lo era la finalización de la Segunda Guerra para nuestro amigo Hiro Onoda). Pero por algún lugar tenemos que empezar. El otro día presencié (virtualmente) un debate donde un trabajador de estas APPS de Delivery defendía la forma en la que lo estaban explotando: “Ellos (por la empresa) te avisan de entrada que no te van a hacer aportes, que no te van a dar un seguro, y que tenés que hacerte monotributista. El que quiere laburar gana plata, es una oportunidad”, decía este trabajador con claro síndrome de Estocolmo. Mientras tanto, la gente sigue pidiendo por esas apps porque le da paja cocinar, o ir a buscar la comida a la roti, o buscar un lugar de comidas donde no exploten a sus repartidores. Somos Hiro Onoda yendo a cagar lejos para que no nos quede el olor cerca del refugio, pero no tan lejos porque por ahí nos descubren los aliados.

¿Podemos acostumbrarnos a que exploten así a nuestros vecinos, amigos o hermanos?

Datos oficiales del Indec esta semana: Argentina: el 40% de las personas son pobres…..

En Argentina el 40% de las personas son pobres.

Acá, en Bahía Blanca: Más de 100.000 Bahiensas y Bahienses son pobres. 1 DE CADA 3.

Acá viviendo en nuestras calles, en nuestra ciudad, en nuestros barrios tenemos 14.000 indigentes, 14 mil.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo nos acostumbramos a escuchar estos números sin pensar en las personas y en las vidas que representan?

Como la historia de la rana que ponen en una olla a fuego lento y nunca se da cuenta del peligro porque se va acostumbrando a que gradualmente el agua esté cada vez más caliente.

Todos somos un poco ese soldado japonés, acostumbrándonos a la vida que se nos permite tener.

*Conductor de El Despertar de la Calle.