Una muerte por agrotóxicos
“Hay que romper con el sistema de cultivos transgénicos. Toda la vida se echó veneno en Argentina pero no la cantidad que se está usando ahora. ¿Cómo hacés para controlar 500 millones de litros solamente de glifosato? Hay 52 venenos más de los que nadie habla, ¿por qué únicamente se habla de glifosato? Porque al caer el glifosato se cae el paquete de Monsanto”. Fabián Tomasi
(Por Yica Guardia) Se cumplieron tres años de su fallecimiento por exposición a los agrotóxicos. Tenía 53 años y pesaba menos de 40 kilos. Fabián trabajaba como fumigador en la localidad de Basavilbaso, en Entre Ríos.
Se jubiló por incapacidad ante la Anses cuando fue diagnosticado con una polineuropatía tóxica severa, por estar expuesto a sustancias tóxicas producto de las fumigaciones se vio afectado en su sistema nervioso periférico. Contrajo la enfermedad ya que nadie le había advertido de los efectos y los riesgos, por lo cual no usaba protección.
Fabián había empezado a trabajar con agroquímicos en el 2005 para una empresa de fumigación aérea y su tarea, según él mismo contó en varias entrevistas, era abrir los envases que contenían las sustancias químicas como glifosato y otros herbicidas, volcarlas en un recipiente de 200 litros de agua y enviarlas por una manguera hacia la aeronave para que rociara los campos sembrados con soja.
“Era verano, trabajábamos en patas y sin remera y comíamos sandwiches de miga debajo de la sombra del avión que era la única sombra que había en las pistas improvisadas en el medio del campo. La única instrucción que yo recibí fue hacerlo siempre en contra del viento, así los gases no me afectaban”.
“Lo que más duele es el silencio de la mayoría, y todos esos niños que nacen con malformaciones por los agrotóxicos en un país sin asistencia y que les da la espalda. Mientras, las empresas que los fabrican, los medios que los defienden y los funcionarios que los permiten, insisten con llamarlos fitosanitarios, como si no mataran, como si la vida no importara”.
En Argentina, el uso del glifosato y de otros pesticidas se fue incrementando con el correr de los años. Las empresas comercializadoras de estos de productos (Monsanto, Syngenta, Dow AgroSciences, Bayer y Atanos) aseguran que sus estudios demuestran que el glifosato no es perjudicial para la salud humana, basándose en lo que llaman “abrumadora evidencia científica”.
Las muertes acaecen y nadie se hace cargo, sistemas de salud públicos y privados que carecen de la estructura necesaria para dar a conocer los resultados de estudios médicos y dar la causa de los diagnósticos. A lo que algunes llaman progreso es enfermedad y muerte. Así la connivencia de los órganos de contralor estatales, coimeados o ausentes ante la presencia de estos lobbies, más las resoluciones de organismos internacionales que se han encargado de subestimar una realidad notoria y declarada, todes en perfecta y lamentable complicidad con estas corporaciones de estirpe neoliberal y capitalista.
“No cometamos el error de pedir salud y no justicia porque así nos enfermaremos todos”. Fabián Tomasi
Me pregunto entonces si una excluye la otra o deberíamos entender que se comprenden entre sí. La justicia social y ambiental hace a la salud y a la vida, entenderlo es condición sine qua non de lo que estamos experimentando con esta pandemia.
No es un asunto exclusivo de quienes están cerca de las fumigaciones y cultivos. Como decía tiempo atrás en nuestra columna el dr. Damián Verzeñassi, existen los efectos indirectos que llegan a todas las mesas a través de los alimentos que consumimos. El agua, el aire y la tierra están contaminadas y afectadas por estas sustancias, no entenderlo es ser cómplices y verdugos en un sistema que nos está matando.
No hay forma de minimizar ni controlar los efectos. Esto es evidente y así lo confirman las víctimas, como también gran parte de científicas y científicos, aquelles propulsores de una ciencia digna, que está al servicio de los pueblos, que lucha y resiste contra un modelo absurdo, hipócrita y maldito.
“Para que estas sustancias te afecten puede pasar media hora, como tres años. No depende del tiempo sino del contacto con las sustancias que están diseñadas para matar”.
Hace unos años atrás, en un Seminario de Agricultura Biodinámica organizado por el ETSA (Equipo de Trabajo por la Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional del Sur) ligada a la Red Ca.Li.Sa (Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria, Facultad de Agronomía, UBA), se realizaron preguntas y dieron respuestas acerca del por qué de lo malo de los transgénicos, de la “necesidad” de las fumigaciones, del “buen uso” de los fertilizantes. Resoluciones mal barajadas, excusas de algunes hijes de “patrones de estancia” que han absorbido una mala enseñanza acerca de los cultivos y el respeto por la vida, el buen trabajo y el bien común. Impactantes dichos por parte de un alumnado cegado de algunas de las carreras presentes. Esto muestra que gran parte de la Academia avala el modelo hegemónico de producción. Las mentes chatas, obsecuentes, ignorantes, sumisas e inconscientes también. A quienes les importa poco que el veneno caiga en el plato de sus hijes también. Quienes buscan convencernos de que este modelo está bien y de que es la única salida a un crecimiento económico también.
Quienes se callan también. Quienes minimizan los efectos de los fertilizantes y fumigaciones y transgénicos también. Quienes arrasan con la biodiversidad del suelo también. Quienes justifican y juzgan de conspiradores y fundamentalistas a quienes defendemos la vida también. Quienes no ven que en el uso de un barbijo está el símbolo manifiesto de una de las consecuencias del extractivismo, agronegocio, ganadería intensiva, industria farmacéutica y biotecnología también.
Todos los gobiernos fueron y son cómplices.
Todos seremos culpables por mirar para otro lado, por callar, por nuestro letargo inconsciente frente a lo que nos bancamos y se lleva puesta nuestra vida. Campamentos sanitarios han dado tomado testimonio, víctimas en primera persona, agentes de salud, periodistas y comunicadores por la verdad, activistas, científicas y científicos y abogades ambientalistas también.
Extirparnos las corporaciones transnacionales, ser soberanas y soberanos en nuestra tierra, hacernos cargo de nuestra existencia y vida es urgente.