Sigue ganando el posmodernismo militante

(Astor Vitali) Hay una noción fundamental, una línea divisoria entre las diferentes maneras de habitar el mundo, una verdadera frontera humana: la noción de justicia. Nadie (o pocos) asumirían públicamente una posición en defensa de la injusticia. Sin embargo, la definición de lo justo y los rangos asignados a qué injusticias deberían resolverse con mayor ahínco o cuáles tendrían  prioridad representan la nueva divisoria de aguas. Pero ya no en dos -justos e injustos-, sino en miles de micro reclamos fragmentados que chocan entre justos parciales. Desde arriba, una minoría de injustos organizados se divierte con este patético espectáculo.

Democracia contra autoritarismo. Estado o corporaciones. Burgueses y proletarios. Patriarcado versus feminismos. Sociedad de consumo sobre derecho a ambiente sano. Pañuelo verde o pañuelo celeste. Son algunas de las postales de consignas en pugna durante los últimos tiempos.

Los reclamos políticos justos pueden actuar de dos formas: en oposición o en complemento. La tarea del poder económico global, en pos de mantener sus privilegios, es lograr que los reclamos actúen dentro de su principal ley formal: la competencia. No siempre enfrentados, pero muy pocas veces coordinados, cada sector intenta levantar su bandera unos centímetros más alto que las otras. Las víctimas de distintas injusticias disputan ente sí su derecho a ser atendidas primero.

El gran acierto del poder globalizado en este siglo tiene aquí su clave: la atomización perfecta. En la atomización perfecta de los reclamos nunca ninguno de ellos logrará suficiente poder o capacidad contrahegemónica para vencer a su oponente perfectamente organizado.

La atomización perfecta, además de conveniente, resulta un recurso infalible dado que ofrece la hipnótica y pueril ilusión que dan las victorias parciales: una ordenanza por aquí que reivindique tal derecho, una ley por allá que –después de años de lucha- finalmente se sanciona (y aquí empieza la pelea para que se aplique dicha ley), un recurso asignado a través del ejecutivo, una victoria gremial sobre empresas que, mientras tanto, aumentaron su rentabilidad, y una lista infinita de logros parciales que las luchas populares pueden obtener. Atendiendo el micro reclamo, el micro reclamante siente que sus años de lucha han sido útiles a una causa atomizada que no afecta el devenir impertérrito de la injustica sistematizada.

Ante este panorama de micro decepciones (sueños pobres incumplidos), ¿por qué no invertir la lógica de pensamiento? Si el acierto de los injustos es la micronización de las aspiraciones sociales y su atomización, debería tenderse a concluir que en lugar de que los microreclamos actúen en oposición maduren su capacidad de miras y su visión periférica y otorguen carácter complementario a las luchas por causas parciales.

Pasado en limpio: si veo una causa justa, que no afecta a mi causa justa particular, la tengo que hacer propia, la hago mía. Y así vamos desatomizando los reclamos fragmentados y dando un carácter corpóreo a esta señora tan nombrada y tan ausente: la Justicia.

 

Foto: ElClavo