Truchos

(Por Astor Vitali) En más de una oportunidad hemos abordado en estas líneas el carácter virtual de las medidas de gobierno en torno a los problemas reales. Esto es, en lugar de dar una respuesta política a los hechos de carácter comunitario, eligen responder con propaganda a través de las redes y publicidad tradicional. Hoy vamos a abonar con un hecho de esta calaña.

En los últimos años, las fuentes laborales para profesionales de la música se han achicado. En el sector público, no sólo tuvo un alto impacto el cierre del Teatro Municipal sino que el número de contrataciones para eventos públicos por parte del Estado municipal disminuyó considerablemente. En el sector privado, la situación económica repercutió en que quienes solían contratar números artísticos hayan decido mermar la periodicidad de dichos contratos. En los casos de lugares vinculados al rubro gastronómico, es conocido el carácter precario de los contratos.

En ese contexto, el ciclo “Música en el Concejo” parecería una buena noticia. Se trata de uno en el que “los artistas locales tienen su espacio”. Tiene publicidad en diferentes medios de comunicación, incluidos medios gráficos. Es decir, hay una erogación de gasto público en difundir el ciclo, cuya capitalización política tributa en las arcas simbólicas del oficialismo.

No debería ser de otra manera, pues, teniendo en cuenta que un ciclo de estas características debería ser propaganda positiva ya que es una política virtuosa la contratación de músicos y músicas, el fomento del vínculo con la comunidad y sobre todo que la ciudadanía vea garantizado su derecho al acceso a la cultura.

Sin embargo, superando todos los límites de lo imaginable en el universo de la precarización laboral –más siendo el estado quien debería ante todo cumplir sus propias leyes-, nos topamos con la infame realidad de que los y las artistas que participan del ciclo Música en el Concejo ¡no cobran!

Sumado a esto, la cosa profundiza su gravedad en tanto hubo un retroceso en el modo de contratación: el año pasado las bandas cobraban un cachet simbólico -que rondaba los dos mil pesos-. Este año dejaron de pagar. Así no más.

El ciclo Música en el Consejo es todo lo que no debe hacerse en política cultural y en el ámbito público. Para mayor preocupación, hay sectores privados que se benefician económicamente del desarrollo del proyecto a través del cobro de pauta oficial. Pero esto se hace sobre el trabajo de los y las artistas que no perciben un ingreso por los conciertos.

En otras palabras, ante las dificultades que atraviesa el sector de la música, las autoridades del Concejo Deliberante responden con demagogia, propaganda política, precarización y el no pago del trabajo que constituye el servicio que ofrecen un conjunto de músicos y músicas.

Lo más llamativo sigue siendo que sobre este ciclo, por el que deberían disculparse y arbitrar enmienda, se monta un sistema de publicidad “positiva”. Es admirable. ¿No sería más fácil hacer las cosas como corresponden? El mismo presidente del cuerpo, Nicolás “Doble Voto” Vitalini se ha apersonado para dar presentación institucional a las jornadas. No les tiembla el pulso.

En lenguaje criollo, no se puede ser más trucho en material laboral.  En términos simbólicos, el reino del revés mudó su capital a Bahía Blanca y su órgano deliberativo le hace honores.