#8M: Más allá de las selfies
(Por Astor Vitali) Mañana será una nueva jornada importante para el movimiento de mujeres a nivel internacional. Habrá su capítulo argentino y también local. Para ello millones de mujeres en el mundo han construido sus propios escenarios de debate y de organización.
Habrá compromiso e hipocresía. Compromiso de las de siempre y de las nuevas voluntades cuyas conciencias han logrado sacudir los distintos feminismos. Hipocresías de funcionarios, organizaciones y personajes cuya verborragia y selfies temáticas sólo expresarán una puesta en escena, acorralados por un tema que, gracias a la acción política del movimiento, hoy les resulta ineludible.
Día de la mujer. Día de la mujer trabajadora. Día internacional de la mujer.
El 8 de marzo de 1857, miles de trabajadoras textiles decidieron salir a las calles de Nueva York con el lema ‘Pan y rosas’ para protestar por las míseras condiciones laborales y reivindicar un recorte del horario y el fin del trabajo infantil.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas se decidió proclamar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Como es claro, los sectores de poder buscan siempre disciplinar a través del terror y es así que el 25 de marzo de 1911, cuando se incendió la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York 123 mujeres murieron.
Recién el 1975 la ONU proclama, modificando el carácter, el día internacional de la mujer. Pocos años más tardes sería “de la Mujer y de la Paz”. Como sea, han sido siempre las mujeres protagonistas de esta reivindicación y han sido los gobiernos y las empresas lobistas del lavado de cara de una fecha que muestra las desigualdades de género y de clase.
La asamblea de mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries de Bahía Blanca comunicó que se ha resuelto que en la movilización del 8M no se convoquen varones. En caso de que asistan, deberán marchar al final de toda la columna. Y que los varones que hayan sido denunciados pública o penalmente de violencia machista, no deberán concurrir.
Si sos varón y te preocupa más esta resolución soberana de una asamblea –la compartas o no- entonces ponés en un plano secundario la discusión principal que pasa por cuáles son las políticas públicas destinadas a confrontar con las desigualdades de género y la violencia en el mismo sentido. Cualquiera puede acordar o no. Pero lo que resulta complicado es no bancarse las decisiones discutidas en asamblea. Asamblea que, por otra parte, es de mujeres en el marco de su día internacional.
Lo mismo ocurre con las organizaciones y con las organizaciones populares. El 8M es una fecha que surge de la lucha de las mujeres y es un buen momento para evaluar cuánto accionó concretamente cada uno de los espacios en los que participamos o trabajamos. Porque ahora que es políticamente correcto reivindicar el día, toda institución emite sus flyers al respecto y alguna declaracioncita pero ¿Qué hicimos? ¿Qué hicimos concretamente?
En el ámbito gremial, ocurre que la lógica cómoda de “los temas de género son un problema de las compañeras” va justificando una postura de no hacer mucho y de no accionar en sentido feminista. El problema del patriarcado es un problema político cultural y de ejercicio de poder que no puede quedar restringido sólo a las secretarías de género sino que debe ser abordado por el conjunto de cada institución u organización. De otra manera, las secretarías ofician de sector estanco que no hace a la totalidad de una política. Sin perjuicio de la necesidad de secretarías específicas que trabajen el tema.
Mañana habrá un comentario editorial realizado por un flamante y necesario colectivo de comunicadoras. En el editorial del día de hoy dejo sentado que es preciso evaluar con sintonía fina qué se hace entre 8M y 8M en cada ámbito. Revisar a fondo porque en lo concreto se evidencia la acción política. En lo discursivo se dibuja. La palabra es un pincel que puede trazar líneas elocuentes sobre datos escritos en lápiz. En primer término, revisar el ámbito público, donde sobra la hipocresía y no abunda la asignación de recursos. Y por otra parte, auto dimensionar cada una de nuestras organizaciones donde aún prima lo políticamente correcto, la autocensura, el ocultamiento o la complicidad.
La violencia machista es ahora evidente, visible e ineludible para cualquier observador desprejuiciado. Por ende, en cada rincón hay tareas por hacer al respecto. Más allá de las selfies y de los comunicados ¿En qué lugar estamos? ¿Y cuánto hacemos sistemáticamente?