Sztulwark: “Habría que discutir mucho la ilusión universitaria según la cual el valor de la educación tiene que ver con la inserción en los negocios”
El filósofo, docente y politólogo, Diego Sztulwark, señaló en FM De la Calle que la discusión en relación a los ataques del gobierno a la universidad pública tiene que ver con el planteo de que “las funciones sociales de la universidad no sean un asunto público sino un mero efecto de la reproducción del capital. En ese sentido habría que discutir mucho la ilusión universitaria, que tenga que ver con la rentabilidad es una idea obtusa”.
“Es un acto de dignidad pública, de defensa de un presupuesto universitario básico, elemental para el funcionamiento del aparato universitario público, del conjunto de las 60 y pico de universidades nacionales, y ojalá sea una buena lección sobre el poder de la lectura, de los libros, del conocimiento, sobre un poder político enriquecedor como el que estamos viendo hoy”, aseveró.
Estos últimos días publicabas en Página/12 una nota que fue el punto de partida para esta conversación donde ibas a tratar de analizar los distintos argumentos que hay en torno a este debate público para llamar la atención sobre el verdadero desacuerdo que hay, el verdadero asunto político a discutir detrás de todo esto.
Lo que quiero decir es que me parece que hay un argumento poco caduco en lo que se llama la defensa de la universidad pública, que es la ilusión de una universidad activa en el desarrollo de un capitalismo nacional. Me parece que la élite en el gobierno no reconoce que el Estado argentino, ni que la universidad pública sean necesarias para el desarrollo de la sociedad, más bien todo lo contrario, el programa de gobierno presupone el hecho de que la reproducción de funciones que hacen al conocimiento del desarrollo social de la vida no sea un asunto público, deliberativo, colectivo de la sociedad argentina, sino un mero efecto de reproducción del capital. Así lo plantearon.
En ese sentido me parece que habría que discutir mucho la ilusión universitaria según la cual el valor de la educación tiene que ver con la inserción en los negocios, en los mercados, con la rentabilidad, es una idea completamente obtusa, anti universitaria, que no permite pensar el marco genérico de alianzas reales que la universidad tiene que tener con el mundo popular para revertir no solamente el financiamiento sino también el desgaste de su propio sentido.
Hay que recordar que la universidad pública en Argentina es el efecto de una serie de luchas que tienen entre ellas una pionera que es la reforma universitaria, que era de horizonte latinoamericano, que suponía libertad de cátedra, que suponía un rol muy importante para el movimiento estudiantil, todas esas cosas son un poco antiguas para nosotros pero las podríamos perfectamente actualizar pensando cuál es el tipo de coalición o alianza de defensa de lo público del mundo de las lecturas y las emancipaciones a las que este gobierno les declaró la guerra.
Cuando hablo de desacuerdo, me refiero a que no estamos simplemente usando palabras diferentes, o falta algún traductor o alguien que explique cómo usamos los términos, sino a qué estamos ante un desacuerdo profundo respecto a qué cosa es lo público, qué cosa es el conocimiento, cómo se reproduce en la sociedad, es una discusión verdaderamente política.
Planteas la idea del derecho comunitario al estudio como nuevo concepto, ¿eso qué comprendería?
El derecho comunitario al estudio quiere decir que más allá del hecho de tener títulos, hacer posgrados y tener derivaciones al mercado laboral, el conocimiento es un derecho de la comunidad. Una de las restricciones que conocemos hoy del aparato universitario público todavía es el hecho de que no es suficientemente masivo, cualquier joven debería tener garantizado el derecho a tener un tiempo de estudio, de reflexión, de pensamiento, de contacto con otras generaciones, de entrar en relación con otros mundos. Es un derecho de la comunidad que hay que volver efectivo en todas las comunidades. Esa me parece que es la lucha más profunda y radical de un universitario, no tanto hacer valer en términos de rédito su propio recorrido individual como la forma de una carrera exitosa, el Premio Nobel, todas esas cosas que brillan de la universidad y están muy bien, pero como decía Horacio González, la universidad es la formación existencial en los pasillos de la universidad también, es el contacto con mundos de militancia, con mundos laterales de lectura, el hecho de que esa experiencia quede más o menos reducida es el límite con el que todavía pensamos lo universitario. Por eso me parece que pensarlo como derecho comunitario es todavía más potente.
Cuando pensemos hoy en la llegada a la marcha de una población estudiantil que son jóvenes de universidades del conurbano, primera generación de universitarios, familias trabajadoras cuyos padres, madres, familias, tienen toda la esperanza de que sus hijos conquisten la experiencia que ellos no conquistaron, eso me parece que hay que ampliarlo, amplificarlo.
¿Qué proyección puede llegar a tener esa alianza que empieza a moverse rompiendo los esquemas de otras temáticas sociales que han planteado al momento de manifestarse o de la discusión política?
Acá hay una serie, porque en enero hubo una manifestación muy potente de la CGT, el 8 de marzo hubo una movilización muy potente de las mujeres, el 24 de marzo hubo una marcha extraordinaria por la cuestión de los derechos humanos, ahora la marcha de hoy -por el martes- creo que va a estar muy a la altura. Me parece que lo que estaríamos logrando si esto pudiera crecer como uno sueña – y nunca las cosas se dan como uno quiere o sueña – estaríamos ante un momento muy interesante de una sublevación de la sociedad frente a un gobierno, no tanto el dilema electoral, tal y como se lo ha planteado políticamente en la última elección, sino movimiento social que se produce en torno a memoria, lucha, aspiraciones, frente a un gobierno que le declara la guerra a ese tipo de activismo.