“Aparecían los falcones siempre, a cualquier hora”

Elisa González Navarro vino de Chile con su esposo y una hija en 1972. Empezaron a trabajar, ella de limpieza, él de albañil, compraron “un ranchito” y se quedaron a vivir en el barrio 17 de agosto. A mediados del ’78 fue secuestrada junto a otros vecinos y por ello declaró ante el Tribunal Federal en la Megacausa Zona 5.

En el barrio realizaban tareas comunitarias militantes montoneros que luego serían secuestrados, torturados y asesinados en la “Masacre de calle Catriel”. Zulma Matzkin, Pablo Fornasari, Juan Carlos Castillo y Manuel Mario Tarchitzky fueron fusilados en septiembre de 1976 y sus cuerpos montados en una operación psicológica del V Cuerpo de Ejército y La Nueva Provincia.

“Empezaron a venir los chicos, eran peronistas, montoneros. Ellos no nos hablaban de política tampoco, ellos venían a hacer trabajo solidario con los chicos, enseñarles a hacer los deberes, y para el día del niño andaban pidiendo cosas para hacer chocolate y tortas”, declaró González Navarro.

Mencionó que “nosotros trabajábamos y no sé si por desgracia o suerte me encanta leer. Ellos me prestaban libros y leía en los trabajos. Ese fue el motivo por el que desaparecimos, dijeron que yo era secretaria de los montoneros y como yo andaba siempre con libros me hicieron como 5 allanamientos buscando literatura marxista. Estábamos fijos, aparecían los falcones siempre, a cualquier hora”.

González dijo que “cuando nos tocó desaparecer en agosto del ’78, empezó el operativo y se sentían las botas de los militares que andaban corriendo, dando órdenes y a las 12 de la noche casi echan abajo la puerta. Nos levantamos a los apurones, estábamos los 3 acostados. Mi hija tenía 9 años. Acuestesé que hace frío me dijo, marcaron la puerta con una cruz y se fueron. No podíamos dormir, estábamos aterrados. Ya sabíamos y teníamos temor porque además no teníamos otro lugar a donde ir”.

“A la hora, hora y media, de nuevo, otra vez. Nos vamos dijeron. Yo no sé si mi hija estaba dormida o despierta. ¿La puedo llevar?, pregunté. Me dijo a donde vas no la podés llevar. ¿A dónde la podés dejar? Le dije Claudina Navarro. No, esa no. Ella estaba también en la lista. Saqué a mi hija, la envolví y la deje en la calle, oscuro. Me dijeron vos la dejas ahí y nosotros vamos”.

La mujer explicó que los llevaron a un aserradero: “Estaba transformado, había militares y camiones. Medio barrio en fila. Nos pusieron separados, documento en la mano mirando para abajo, sin hablar, las manos atrás. Ahí éramos seis, mi esposo, yo, Lagos, Claudina Navarro, Samuel Castro, Elba Jara”.

Los llevaron a la Unidad Penal 4, hombres por un lado y mujeres por otro. “Nos sacaron toda la ropa, nos dijeron en la celda van a tener. Me llevaron con corpiño, bombacha y descalza. Con un arma en la espalda. Hacía mucho frío y, además, el terror de no saber lo que pasa, porqué estamos acá. Después nos dieron unas ropas viejas que tenían. Había una sola cama, no pueden dormir dos presos juntos, entonces con la misma ropa que nos dieron hicimos una cama en el piso”.

En relación a su hija de 9 años, González dijo que la nena le contó que “esperó que aclarara, se quedó acurrucada sentada, golpeó una puerta. Porque cuando los militares hacían operativo no podía salir nadie a mirar nada. Mi hija se quedó en la casa de Claudina Navarro que estaba la hija y vino mi hermana, la que vive en Bella Vista, y la llevó”.

“Fui al cementerio a buscar a Alejandro Mónaco. Lo encontré en el panteón de los españoles. Eran excelentes seres humanos, tenían su color político. Personas buenas, que tenían una vida diferente a la nuestra y se estaban preocupando por los pobres”, dijo.

Por último, la testigo agradeció a la Fiscalía por haberla convocado y dijo que “si no fuese por ellos nosotros no tendríamos voz, nosotros no éramos nadie. Muchísimas gracias por el trabajo que están haciendo”.

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