¿Cuál es el objetivo de un paro general?

(Por Astor Vitali) Ayer fue jornada de paro nacional. Además se dio en el contexto de conmemoración de los 50 años del Cordobazo. Primeramente quiero explicarte por qué estamos aquí en el aire, es decir, trabajando. Y esto se explica con una pregunta básica: ¿Cuál es el objetivo de un paro general?

Por estos años se ha levantado el discurso pretendidamente inteligente de que la clase obrera ya no es tal cosa –y a veces se atreven a decir que no existe más. Esto se debería a una configuración diferente del trabajo, no sólo en cuánto a la división internacional del mismo sino en de forma cualitativa. Los cambios que introdujo el capitalismo, según estas posturas, implicarían que el proletariado industrial de antaño ya no es tal cosa y por ende la clase trabajadora como tal se modificó sustancialmente.

Está claro que hubo profundas modificaciones en el mundo del trabajo, sobre todo de la mano de la financierización de la economía y el mundo de los servicios. Pero esto no quiere decir que el trabajo en sí mismo haya desaparecido ni mucho menos. Por el contrario, todo (todo todo) está mediado por el trabajo. Todas las pantallas que miramos a diario emanan del trabajo. Desde quienes explotan los recursos primigenios hasta quienes diseñan, ensamblan, venden, transportan, etc.

Para que haya riquezas y bienes (del tipo que fueran) hace falta quienes los generen. Todo es trabajo. Lo que cambió sustancialmente nuestra conciencia, la conciencia de quienes trabajamos de lo importante que somos para la sociedad. Nos han hecho creer que la gente importante anda de saco y corbata. Esa gente que se dice importante no produce nada. Esa gente que siente importante vive del trabajo de los demás.

Aún en el caso del trabajo calificado, que hoy cobra muchísima importancia (las especializaciones), también son trabajadores y trabajadoras. Hay quienes creen que pertenecer a otra clase, media o media alta por el hecho de tener hábitos culturales diferentes. ¿Y cuánto ganan muchachos y muchachas? ¿Y qué capacidad de ahorro tienen?

¿Qué les hace diferentes al resto si, en última instancia, trabajan para vivir? Es decir, dependen de un salario para su supervivencia.

Por esas complejas cosas de los cambios culturales –que por supuesto exceden ampliamente las posibilidades de análisis de un comentario editorial- se da el fenómeno de la identificación de laburantes con quienes están del otro lado de maquinaria (como hemos charlado con el investigador Pablo Becher), con quienes se quedan con parte de la riqueza que generan. Todo el mundo prefiere verse de saco y corbata que con overol (para poner un lugar común).

Después se verá si esas masas trabajadoras están ocupadas o desocupadas. Son dos mangos aparte. Siguen siendo personas que necesitan de un salario para vivir. Es decir, tienen más en común con el mundo del trabajo que con quienes tienen capital.

La organización gremial entonces es simplemente una decantación de la forma natural de organización de las mayorías que, acéptese o no, son trabajadoras. Si vos sos laburante y tu primer espacio en donde encontrarte con iguales debería ser tu sindicato.

Sin embargo, los vicios de la tradición sindical argentina hicieron que muchos trabajadores y trabajaras no sientan a su organización como algo propio. A lo sumo como una mutual o un lugar para preguntar dónde se puede ir a vacacionar.

Claro. Ciertos dirigentes quedan lejos. El dirigente sindical que hace 30 años está en el mismo lugar –por caso, los sacrosantos secretarios generales- queda muy lejos de las personas que recién empiezan a trabajar. Te voy a contar una conversación que tuve con un dirigente gremial muy honesto. Observando estas dificultades existentes, me decía: “es muy difícil que un pibe que recién empieza desde abajo sepa que yo hice lo mismo que él, que empecé como delegado, que estuve a punto de perder el trabajo, que si hacía falta tomar medidas duras por necesidad política las tomábamos, que ayudábamos a quienes no tenían para pagar el servicio. El pibe que recién entra me ve en reuniones, viajando, en mesas, en la revista gremial y en la tele… Le quedo muy lejos. En algo nos equivocamos para no poder transmitir”.

Hay una interrupción generacional, además, que complica demasiado las cosas.

Pero sobre todo hay una desconfianza social hacia la dirigencia gremial que tiene dos problemas: una, que buena parte de la dirigencia gremial -sobre todo la que encarna en el espíritu claudicante del triunvirato de la CGT- se ha ocupado de construirla. Muchos que comenzaron como trabajadores y delegados y han devenido empresarios que ya no representan en espíritu a su clase (sí representan en términos de que han ganado elecciones). Por otro lado, la lejanía con que se encuentran en relación a quienes ingresan al mundo laboral.

Por otra parte, buena parte de la dirigencia política argentina, incluidos los sectores que se reclaman progresistas, ven en el movimiento obrero una competencia indeseada. El progresismo alfonsinista planteó en su momento una reforma de las normas sindicales, por ejemplo. Y ven una competencia no deseada porque conocen en el fondo el potencial que tiene el movimiento obrero cuando es capaz de discutir un proyecto político. No les gusta que las personas organizadas no vayan a ellos a pedirles favores en oscuras oficinas y que sean capaces de levantar un programa de manera autónoma.

Entonces, comenzábamos preguntándonos: ¿Para qué sirve un paro general? Depende de lo que esté discutiendo la clase trabajadora. Esa misma competencia indeseada que sienten los “políticos profesionales” es el poder -hoy mudo y sordo- que tiene la clase trabajadora.

Un paro general en el contexto del aniversario del Cordobazo tiene muchísimos significados. Qué hizo cada sindicato en ese contexto da respuesta del estado de conciencia de esos gremios y de los objetivos de sus dirigencias? Hay quienes levantaron las banderas de la autonomía política de la clase trabajadora, de la posibilidad de sostener un programa que reivindique social, cultural, económica y políticamente a las mayorías y de poder ejercerlo. Eso puso en escena el Cordobazo. Agustín Tosco es una figura que planteó, junto con muchas otras menos conocidas, que todas las subestimaciones de las clases dominantes hacia la trabajadora pueden ser refutadas y que un obrero de overol, un trabajador de oficina, una docente, una artista (lo que fuere) tienen la potestad como ciudadanía activa y como laburantes de discutir entre pares y en igual de condiciones un proyecto de sociedad.

Ese Cordobazo es el que despertó el terror de las clases dominantes y es aquel proceso político al cual la Triple A y el Terrorismo de estado vino a amansar. Las ruinas de esos debates están intentando articularse para ver cómo seguir adelante.

¿Cuál es el objetivo de un paro general, entonces? El paro general, en este contexto, cuando es activo, intenta apelar a sus compañeros, a sus compañeras, a las cabecitas de cada una de las personas involucradas diciendo: despabílate, fíjate que vos tenés algo que ver con el curso de la Historia, a ver si nos hacemos cargo en conjunto.

Del otro lado del mundo gremial hay quienes hicieron una comidita para compartir en un contexto electoral con el simple objetivo (válido, por supuesto) de pegarle a un gobierno que está llevando adelante todas las medidas antipopulares que son de público conocimiento.

Difiere enormemente de la escuela gremial que intenta construir herramientas para cambiar la sociedad y para vivir una vida que merezca ser vivida. En última instancia, la potestad de un movimiento obrero organizado es de cambiar las cosas para dejar de hablar de la actual supervivencia, en cuotas, y pasar a hablar de una salida de fondo.

Por eso estuvimos al aire en el paro general. Intentando aportar con estas líneas al objetivo de un paro general. En principio es decir a los de en frente “ojo, que tenemos la capacidad para cambiar las cosas” pero principalmente a los pares, a quienes estamos en un plano de igualdad, a los trabajadores y a las trabajadoras: “prestá atención que la cosa también de depende de nosotros, también depende de nosotras”.

 

Imágen: El cuarto estado (Giuseppe Pellizza da Volpedo)