Jaula y delirio

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(Por Astor Vitali) Es el el primer disco de la cantautora y guitarrista Natalia Freibrun. Participan de esta producción Florencia Ruiz, Carlos Michelini, Claudio Turica, Cesar Silva, Patricio Pietreck, Tomás Babjackuk y Nina Freibrun. El EP contiene seis canciones propias compuestas y grabadas en tiempos de pandemia.

Según reza la difusión del material, “su estética sonora se acerca a la canción urbana y algo del pop, aunque también refleja ciertos aires de folklore y de jazz, por lo que resulta una propuesta difícil de encasillar. Son composiciones surgidas a partir de la guitarra y la voz que, al ir tomando vuelo, dieron un lugar valioso a la improvisación, destacada en los solos de los grandes músicos que participan del álbum”.

“Natalia Freibrun nos propone un viaje colorido a través de 6 músicas con perfume a jazz, folklore y canción de rock y de ese modo nos envuelve para hacernos entrar en su mundo. Cada track es una invitación al placer, un punto de encuentro de la palabra con la melodía y todo lo que ahí se construye. Jaula y delirio tiene todo lo que me gusta encontrar en un disco: ideas, profundidad, corazón, sutilezas, matices y mucho sentimiento. No se pierdan de escucharla y de compartirla”, sostiene Florencia Ruiz, acerca del disco.

A su vez, Raúl Delgado, sostuvo: “como si con un puñado de trazos un cuadro nos contara una vida entera, las seis canciones de Jaula y delirio resumen una trayectoria musical, un recorrido vasto y enriquecedor y, a la vez, un rumbo nuevo a seguir, un camino a explorar. Es PRESENTE, punto de encuentro entre todo lo vivido y esa puerta que se abre a lo por venir. Es foto y es retrato, en cuanto nace en lo tangible y se proyecta en el deseo. Es carta de presentación, carta de navegación, carta astral, de una artista en búsqueda permanente. Natalia Freibrun libera sus canciones para que nos cuenten, nos canten, nos digan cómo se deshacen las jaulas, cómo se apaciguan los delirios”.

Es curioso cómo a partir de la escucha de la producción las sensaciones fueron coincidentes con los comentarios anteriores: este disco, sin duda, es un viaje. Un viaje por sentidos, imágenes, sabores y sensaciones ligadas a lo esencialmente humano. Las guitarras que cantan y las voces que cuentan recuperan lo mejor de la canción rioplatense y del rock argentino. Los vientos juguetean y los bajos dialogan. Los arreglos no son artificio de destreza individual sino conjuro a las entrañas de la música de la autora. Reminiscencias del jazz y ecos de las sonoridades originarias, es decir, de la primera vez que cantamos por amor. Por amor a un otre que nos conmueve y que nos moviliza, por amor al arte que nos expresa y por amor al devenir que nos mece a veces como la música de Natalia y nos atorbellina otras veces como las emociones de las cuales nace la música.

Hemos dicho en otras oportunidades que el hacer es una manera de decir y de posicionarse: hacer música en medio de esta circunstancia tan particular, pandémica, hacer esta música, seguramente defina a esta artista de manera más precisa que cualquiera de estas líneas.