La derecha no encuentra pared

(Por Astor Vitali) Algunos editorialistas argentinos sostuvieron durante el período de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández que no había nada a la izquierda del kirchnerismo. A la izquierda del kirchnerismo, en términos de las organizaciones con capacidad de disputa de gobierno, estaba “la pared” (Aliverti), según estos analistas.

Por derecha, uno se pregunta cuáles son los límites que determinan el tope del pensamiento antipopular y conservador. ¿Qué hay a la derecha del macrismo? Nuevamente, hablando de las fuerzas políticas con capacidad de disputa electoral, es decir, excluyendo a los showmans patéticos del tipo Milei y sus segundas marcas.

El macrismo es una fuerza política que se caracteriza por ser efectiva en el marco de la batalla cultural. El emprendedurismo, o lisa y llanamente el individualismo, es su marca de época. No se trata del apuntalamiento de un encumbrado grupo de intelectuales para operar en la cultura en sentido restricto. Por el contrario, el macrismo requiere en el ámbito intelectual de un hato de nombres más o menos conocidos con elucubraciones seudo intelectuales de bajo vuelo. Necesita un pensamiento pobre para empobrecer el pensamiento general.

Esta virtud de su apuesta va en coincidencia con una práctica sistematizada: hacer experimentos para ver hasta dónde puede correr los límites de su discurso por derecha. Busca constatar hasta qué grados de brutalidad antisocial logra sumergir a amplias capas de la población. En buena parte de los casos, lo ha hecho de manera exitosa. Puede encontrarse en la resistencia del movimiento popular organizado algún capítulo que anote en favor del pensamiento social, como el freno a la reforma laboral y previsional. Pero en términos generales el macrismo tiene éxito. Patricia Bulrich representa con claridad el corrimiento de los límites de lo socialmente aceptable.

En esta táctica, no ahorran en esfuerzos propagandísticos y buscan instalar sentido común. Por ejemplo, a través de la publicidad oficial. “La prohibición de ‘trapitos´ y limpiavidrios ya es ley”, reza una publicidad que pudo leerse en los diarios porteños durante el fin de semana. La leyenda está estampada en una página en blanco. Sobre el margen inferior izquierdo se imprimió “Vivir mejor es ley” y en el lado derecho el logo de la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El mensaje es claro y abrumador. Nueve palabras dejan en claro que para el gobierno –y este considera que para la mayor parte de la ciudadanía que los ratificaría a través del sufragio- la eliminación a través de la fuerza del estado de ciudadanos en situación de pobreza e indigencia que se la rebuscan para vivir es uno de sus mayores méritos.

Quien impute a esta observación un carácter exagerado deberá detenerse en que al macrismo le costó esta ley más de diez años de militancia ininterrumpida. Antes no había podido obtener acuerdo y hasta Macri, en su carácter de jefe de gobierno porteño, vetó una norma que intentaba regular la actividad.

Quien suscribe tiene en claro que hay sectores organizados en las grandes urbes que hacen de las penurias de los desposeídos sistemas de recaudación que asemejan mafias (aunque, vamos, si buscamos combatir las mafias comencemos por el narcotráfico y sus vínculos con quienes detentan el poder). Esta normativa, en lugar de enfrentar los problemas concretos elimina de un plumazo la posibilidad e llevar adelante una actividad de rebusque. En lugar de eliminar la pobreza el macrismo busca eliminar a los pobres. Al menos eliminarlos de la vista de sus votantes.

Para quienes deseamos vivir en una sociedad en la que todo ser humano tenga lugar y derechos, encontramos la mayor preocupación del proyecto político Cambiemos en que avanza a paso firme a mano derecha y su andar no encuentra pared.