La resistencia continúa
(Por Adrián Moyano*) Teníamos que procurarnos tres de cáscaras de nueces y rellenarlas con plastilina. Escarbadientes hacían las veces de mástiles y había que arreglárselas para que los papelitos que simulaban velas quedaran pegados.
Al papel que llevaba la cáscara más grande, había que dibujarle una cruz, aunque la escuela no fuera religiosa. Tuvimos que aprender de memoria que la penosa manualidad simbolizaba a la “Santa María”, “La Pinta” y “La Niña”. En cercanías de cada 12 de octubre, se renovaba la letanía: que Colón y la Tierra redonda, que Isabel la Católica y Fernando de Aragón, que los cuatro viajes, que aztecas, mayas e incas…
Esa era la rutina 50 años atrás, pero a nadie se le ocurría calificarla de adoctrinamiento. Fuimos generaciones y generaciones las adoctrinadas en la Teoría del Descubrimiento, es decir, en la negación de miles de pueblos “precolombinos”. Nadie de nosotrxs supo de los puelches que corrieron a flechazos a las expediciones españolas que llegaron de Chile. Menos aún de Leftraru, Kewpulikan o Wakolda. Más grandecitos, tuvimos que aprender por dónde ingresaron los españoles a la Argentina, como si el Estado existiera desde siempre. Tampoco nos dijeron que Hernandarias llegó lastimosamente a las cercanías del actual emplazamiento de Neuquén y que tuvo que poner pies en polvorosa. Incluso hoy, hay historiadores “nacionales y populares” que creen importante que sus estudiantes sepan qué pedo se tiraron Juana La Loca y Felipe el Hermoso, pero no tienen ni idea de Mankewenüy, de Yangkitruf, de Chocorí o Chewketa.
No hace tanto, fuimos a dar una charla para lxs docentes de una escuela que pasa por progre: en el aula había una lámina con una gran línea histórica -¡y dale con las líneas!- en la que estaban destacadas la Gloriosa Revolución (1688 – Gran Bretaña); la Independencia estadounidense (1776); la Revolución Francesa y así. Esa escuela se levanta a pasos de un lago cuyo nombre en mapuzungun no se pudo borrar, pero en la recta histórica -que ilustraba sobre antecedentes de la Revolución de Mayo- no había fecha mapuche alguna ni decía que recién en 1881 se asomaron soldados argentinos al lago en cuestión y encima, lo confundieron con el Seno de Reloncaví… ¡Y eso que en esa escuela se izaba la wenu foye!
50 años atrás, el niño que fui tuvo que obligatoriamente celebrar el Día de la Raza.
En 2019, mi niño más pequeño egresó del Jardín de Infantes. Ni su madre ni yo hicimos explícitamente gran cosa, pero a la bandera de la Argentina y de Río Negro, la dirección consideró necesario sumarle la wenu foye. Claro que es un avance, pero mientras balbuceo estas palabras leo que Carabineros mató a otra compañera durante la movilización de ayer en Santiago. Aquí nomás, a poco más de 120 kilómetros, el Poder Judicial, las fuerzas de seguridad, la gobernadora y los beneficiarios del despojo territorial, mantienen vivo el racismo con que crecimos.
50 años atrás, las revistas “Anteojito” y “Billiken” también reproducían una obra pictórica: Colón y sus hombres tomaban posesión del Nuevo Mundo, mientras elevaban una plegaria al cielo, bien pertrechados por una gran cruz y sus espadas. De espaldas al observador, un grupo de “indios” semidesnudos se limitaba a mirar la escena, sentados sobre la arena de playa, distendidos y hasta plácidos. Otra patraña. Quizá en ese mismo momento, lejos de la mirada del pintor, empezara la resistencia. Sería digno de analizar cómo es que 529 después, a pesar del inmenso poder de los colonialistas de ayer y de hoy, todavía continúa.
PD: entiendo que la ilustración es de Matías Habert y representa la victoria mapuche de Curalaba (1598).
* Periodista, licenciado en Ciencias Políticas y autor de “Crónicas de la Resistencia Mapuche”; “Komütuam: descolonizar la historia mapuche en Patagonia”; “Inacayal”; y “Por su valentía se llaman tigres. ‘Indios rebeldes’ en el País del Nahuel Huapi”.