Masacre de Trelew: cómo anticipó las prácticas represivas del terrorismo de Estado

Virginia Dominella es historiadora, investigadora y especialista en historia reciente. Analiza los vínculos entre religión, política y represión estatal en el sur argentino. Visitó el estudio Heinrich y Loyola de FM De la Calle para reconstruir, desde una perspectiva local, el sentido histórico de la Masacre de Trelew y su vínculo directo con el terrorismo de Estado.

Para Dominella, entender Trelew exige observar no solo el hecho puntual del 22 de agosto de 1972, sino los procesos que lo preceden. Según explica, la represión allí no fue un exceso aislado ni una reacción improvisada: fue una decisión política.

“Ya se hablaba de un asesinato, de una masacre. Cuando hablamos de masacre estamos pensando en una acción de desmesura represiva sobre víctimas inermes y en un mensaje hacia afuera”, dijo en alusión a las primeras lecturas del hecho.

Esa lectura comenzó a circular incluso antes de que los sobrevivientes, trasladados a nuestra región, pudieran hablar con sus familiares. Desde Bahía Blanca, estudiantes, abogados y organizaciones sociales denunciaron la versión oficial. “Algunos actores ya leen lo ocurrido como una mentira”, señala la investigadora, y recuerda que volantes estudiantiles calificaban los hechos como “asesinatos y fusilamientos”.

Trelew, dice, marca un punto de inflexión en la arquitectura represiva del Estado argentino: la represión deja de ocultarse del todo y pasa a convivir con una comunicación ambigua y calculada. “En la masacre de Trelew, vemos que sí se informa sobre las 16 muertes, los tres casos de personas que sobreviven, se dice y no se dice, se muestra y no se muestra. Y eso es una característica que después vamos a ver, y no es menor, en la forma en que se desplegó el terrorismo de Estado después del 24 de marzo”.

Dominella explica que para la justicia internacional Trelew ya se reconoce como el inicio del terrorismo de Estado en el país, debido a la imprescriptibilidad de los hechos. Describe un proceso en el cual la doctrina militar, influenciada por la Doctrina de Seguridad Nacional, fue habilitando nuevas formas de represión.

Según la investigadora, lo que ocurre el 24 de marzo no inaugura la clandestinidad, sino que implica un cambio en la escala: en la sistematicidad, en la coordinación.

En Bahía Blanca y Punta Alta, la noticia activó redes preexistentes de militancia estudiantil, política y religiosa. Los familiares de los tres sobrevivientes buscaron apoyo en sectores eclesiásticos ligados al cristianismo de liberación. “Esos curas actúan como mediadores. Su preocupación era proteger la vida de los sobrevivientes. Decían: había que salir al frente para que no los terminen matando”.

Entre las acciones urgentes estuvo la organización de una misa pública en la parroquia de Lourdes. La iglesia local sólo autorizó realizarla bajo la condición de mencionar “todo tipo de violencia”. Los sacerdotes aceptaron porque —en palabras de uno de ellos— “lo importante era defender a estos chicos para que no los terminen matando acá en Puerto Belgrano”.

Para Dominella, Trelew actuó como catalizador político-cultural: “Este acontecimiento que ocurrió en la lejana Patagonia irrumpe en Bahía Blanca y termina actuando como hito para la definición contestataria de una serie de grupos”. Entre ellos, colectivos artísticos que organizaron el Festival por la Libertad, donde música, teatro y danza comenzaron a representarse desde un enfoque político y colectivo.

A más de medio siglo, la investigadora afirma que Trelew sigue siendo un prisma desde el cual leer la continuidad entre dictaduras, gobiernos constitucionales, prácticas paraestatales y terrorismo de Estado. “El avance del estado de excepción no lo vemos solo en gobiernos dictatoriales sino también en gobiernos constitucionales”, advirtió.

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