Pablo Arias: “Nuestras clases dominantes parecen tener una especie de pulsión genocida que cuando pueden muestran los dientes”
Pablo Arias, historiador e investigador de la UNS y de la Universidad de Río Negro, visitó el estudio Heinrich y Loyola de FM De la Calle para presentar su libro “Oíd el ruido de forjar cadenas”, sobre el reparto de indígenas en la década de 1880.
El trabajo de Arias surgió a partir de historias de vida como la de Deolinda Calfinahuel, una mujer mapuche de Ruca Choroy, quien en la década de 1970 fue secuestrada por un policía federal y su esposa, encerrada durante 13 años, golpeada y obligada a realizar tareas domésticas. “Ella pierde la lengua porque le prohíben hablar en su idioma. Sale de esos trece años con una hija en brazos”, recordó el investigador.
El patrón histórico se repite: lo que le ocurrió en pleno siglo XX replica las prácticas de apropiación y sometimiento sufridas por miles de indígenas tras la campaña militar del siglo XIX.
En los archivos de la Sociedad de Beneficencia, Arias encontró documentación inédita que revela cómo se formalizaba este reparto: nóminas de entregas, cartas, solicitudes de familias que pedían “indiecitos” para servidumbre.
Este hallazgo permitió reconstruir biografías individuales, un trabajo minucioso que, en palabras del autor, es complejo porque “cuando uno se propone reconstruir la vida de anónimos es más trabajoso”.
La investigación articula además el concepto de “pulsión genocida”, entendido como la lógica sistemática de arrancar a las comunidades sus hijos e hijas para cortar la proyección de una nueva generación. “Si se priva a personas de sus hijos, se les está coartando la posibilidad de proyectarse en el tiempo y ese es un objetivo exprofeso en las dos situaciones: se quitaban los hijos a las mujeres indígenas como se les quitaba a las ‘subversivas’”, afirmó.
De este modo, el reparto de indígenas en 1880 y el robo de bebés durante la última dictadura cívico-militar aparecen como dos momentos distintos de una misma práctica de control social y exterminio.
“La idea de pulso a mí me parece útil no sólo porque sugiere esto de que cuando se puede se avanza y luego se repliega pero permanece latente la práctica sino también por las resonancias psicoanalíticas que tiene de pulsión, porque nosotros vemos esto en nuestras clases dominantes, que parecen tener una especie de pulsión genocida que cuando pueden muestran los dientes”.
Arias concluyó que “nuestra clase dominante en su caja de herramientas tiene la violencia extrema. Si no la usa siempre es porque no puede, pero cuando puede lo hace. Y entre esas herramientas está la de sustraerle las niñeces a los grupos que quieren frenar o hacer desaparecer”.