Profesores españoles exiliados: redes, cultura y solidaridad en Bahía Blanca

Federico Vitelli es profesor en la UNS, se encuentra realizando un doctorado en Historia en el CONICET y se especializa en temas de historia reciente, en particular, los exilios de intelectuales y de profesores republicanos españoles y su inserción en las redes culturales, políticas, asociativas y laborales en las ciudades de Bahía Blanca y La Plata entre el 1939 y 1975.

Su investigación explora un capítulo poco conocido de la historia local: la llegada de un pequeño pero influyente grupo de profesores republicanos españoles que encontraron en Bahía Blanca un espacio para reconstruir sus vidas tras la Guerra Civil y la dictadura franquista.

“Descubrí que había habido profesores que habían participado de la Guerra Civil Española, que habían pasado por la carrera de historia que yo estaba cursando, y dije: ¿esto lo sabe la gente? ¿esto se conoce? Es un grupo de siete profesores y una profesora”, relata Vitelli.

El punto de partida de su interés surge de una pregunta que lo atravesó en sus estudios: “¿Por qué esta guerra generó este compromiso tan internacional?”. Más que abordar la historia militar, Vitelli siguió las huellas locales de esa movilización global, encontrando en Bahía Blanca un enclave donde los exiliados lograron insertarse gracias a redes previas de inmigración.

Como explica, la Argentina fue “reticente en abrir las puertas a los exiliados europeos”, por lo que la llegada de estos intelectuales ocurrió por vínculos personales, por ejemplo, “vascos que ya estaban radicados en Bahía Blanca tratando de sacar a vascos que estaban en peligro en España”.

Esas redes se sostenían en una trama asociativa muy activa: el Centro Gallego, la Unión Vasca, el Club Español (alineado al consulado franquista) y el Centro Republicano Español, que funcionó como espacio de contención política y cultural. En esa estructura, nuestro continente aparecía como refugio para identidades perseguidas: “Se va a ver América como el espacio en el cual esas culturas pueden ser resguardadas, el catalán, el vasco, el gallego”.

Entre los nombres que recupera el investigador aparecen figuras como Alberto Vilanova, a quien las asociaciones locales y porteñas contrataron para escribir un libro sobre los gallegos en Argentina, y Nicolás Sánchez Albornoz, “uno de los principales historiadores medievalistas” cuya fuga del campo de concentración del Valle de los Caídos incluso inspiró una película. También destaca a Julio Hernández Ibáñez, que “está nueve años peleando, porque pelea los tres años en España y después se va a Francia y pelea los seis años contra los nazis”, para llegar finalmente a la Argentina desilusionado porque “la derrota de Hitler no había generado la derrota de Franco”.

Estas trayectorias abren la puerta a tensiones políticas internas que se mantuvieron en el exilio. “Las oposiciones se peleaban más entre ellos de lo que se peleaban con Franco”, recuerda Vitelli.

El clima político local tampoco les fue indiferente. el historiador revela documentos de inteligencia que muestran cómo “seguían siendo observados, pero iba cambiando el foco por el cual se los observaba”: durante el peronismo se los vigilaba por antiperonistas, luego de 1955, por comunistas. Incluso se detecta presión del consulado franquista: “Acá en Bahía Blanca la policía interviene y les quita las banderas vascas, claramente a pedido del consulado español”.

La convivencia entre exiliados también fue compleja. Algunos privilegiaron su trayectoria profesional y se vincularon con sectores que no compartían su ideología, como el urbanista Enrique Cabré More, señalado por otros estudios como referente falangista. Vitelli destaca que en la práctica “a veces primaba una cierta cuestión profesional más allá de su ideología”, lo que generó tensiones dentro del propio colectivo republicano.

Finalmente, el investigador propone comprender estas redes no solo como vínculos políticos, sino como experiencias territoriales: “Hablamos mucho de redes como si no tuvieran soporte territorial, Bahía Blanca no era tan grande, y la misma gente estaba en muchos ámbitos”. Esa superposición (universidad, colectividades, partidos, entidades culturales) explica cómo estos exiliados influyeron en la conformación intelectual, científica y urbanística de la ciudad, aun cargando con la expectativa eterna de una España que “no terminaba nunca de ver morir a Franco”.

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