Ser como Norita Cortiñas

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(Por Rodrigo Holzmann) Llega al aula magna repleta junto a Sergio Maldonado, confirmando que la lucha, su lucha, continúa hoy y se renueva en cada injusticia que se produzca en cualquier parte del mundo.

Múltiples generaciones se apiñan en el auditorio, pero es la juventud una amplia mayoría que invita a soñar.

Se pone de pie y su altura no difiere mucho de cuando estaba sentada, un mágico silencio se apodera de la sala, la magnitud de su figura gana la escena y uno, simple mortal, se quedaría toda la vida escuchándola.

Habla de su hijo Gustavo como de los treinta mil, de cómo las parieron a la Plaza y sobre todo a la lucha. De sus “candorosos” consejos para que su hijo no fuera al frente en la marchas y como ella después de su desaparición, puso su cuerpo en primera fila para reclamar lo que hiciera falta.

Nos cuenta que viajó a Turquía (sí, a Turquía!!!) para visitar a la diputada kurda en huelga de hambre por la liberación su líder independentista, preso desde 1999. Que vive cerca del Hospital Posadas, de los miles de despidos, de la lucha de sus trabajadores, de la precarización del trabajo de las enfermeras. Del derecho a la salud.

 

De su presencia en la lucha de los trabajadores despedidos de SENASA y de la importancia de la tarea del organismo en la salud pública.

Cuenta que acompañó a laburantes cesanteados del INTI en sus reclamos. Toma el vaso de plástico que está sobre la mesa para explicar, con didáctica paciencia, cuan necesario es la labor desarrollada por el INTI en el control de los materiales con que se fabrica todo.

Relata su encuentro con los trabajadores de TELAM que rajó el gobierno, de la importancia de los medios de comunicación y de los intereses a los que responden los hegemónicos.

Nombra al movimiento feminista, estalla la tribuna, habla de la importancia de su irrupción, de su potencialidad y vigencia. Sugiere, con dulzura, revisar alguna cuestión.
Va del Papa (que no la quiere) a Colombia que desarma a las FARC para matarlas más fácil. De la Iglesia Católica y su doble cara, cúpula partícipe de la Dictadura en oposición al buen trabajo de los curas en las villas.

Desgrana la lucha inclaudicable de las Madres, de sus posiciones políticas, del respeto a las diferencias y de la triste realidad que se nos están muriendo. Con el agravante de irse sin saber la verdad sobre sus hijos y nietos.

De su hijo Gustavo a la actualidad, de los históricos des manejos del Poder Judicial.

Reflexiona sobre las deudas de la Democracia. Que si existen pobres no existe democracia.

Del aparato represivo de la Dictadura, de su vigencia y como nunca fue desmantelado en treinta y cinco años de democracia. Une las puntas de un mismo lazo y afirma que el caso de Santiago Maldonado es la prueba palmaria de ése dispositivo represor intacto, hoy al servicio del poder judicial.

El pañuelo blanco en la cabeza, el verde en la muñeca y la foto de su hijo en el pecho son sus únicas armas para enfrentar todas las luchas, las de ayer, hoy y siempre.

Habla, se ríe, bromea con Sergio, guiña cómplice un ojo a las chicas y a cada ratito te emociona. Lloro con lágrimas profusas y parece que me contestara “¿Quién dijo que los hombres no lloran?”.

Lloro por su lucidez, su voluntad, su fresca lucha con noventa años, su ejemplo, por como la aplaudimos, por como la amamos, por su necesaria existencia.

Te oxigena, te da ánimo, te empuja a lucha, te levanta de tu asiento y salís con unas ganas tremendas de ser, aunque sea mínimamente, como Norita Cortiñas.