Tensión, atentado y atención

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(Por Astor Vitali) Los hechos que conmocionan, a menudo, sobre todo si tocan nervios de la memoria, del inconsciente colectivo que generan angustia de la seria, de la que afecta el equilibrio, son sucesos que mueven el todo. Por tanto, la actividad del analista, en ese contexto, debe dar cuenta de esa situación, extremando la rigurosidad, para no reproducir esa costumbre de los violentos: la reacción.

¿Qué tenemos hasta el momento? Un grupo de personas se organizó, redactó una cantidad de consignas utilizando lenguaje protofascista, diseñó un volante con dichas consignas, las imprimió en algún lugar, las distribuyó en el radio céntrico. Un grupo de personas obtuvo elementos para armar una bomba, la armó, la trasladó hasta el local de La Cámpora ubicado en Beruti y Donado en Bahía Blanca, la colocó en la madrugada del 25 de mayo, y activó el dispositivo (que pudo haber sido remoto o cronometrado) e hizo estallar un local partidario.

Es decir, hubo una logística, lo que implica un grupo preparado para una operación de estas características: hacer estallar un local partidario y amenazar a sectores concretos. No son palabras al viento.  

Si bien puede resultar contra fáctico, no ingresamos en el terreno de la especulación si afirmamos que de este suceso podría haber daños más que materiales, es decir, alguien podría haber resultado herido, dadas las características del explosivo.

No puedo dejar de traer a la memoria la figura del “casero”, personaje folclórico de la cultura política local. Se acostumbraba que un simpatizante partidario fuera el cuidador de las casas partidarias, un poco manteniéndolas y otro poco obteniendo un techo. Afortunadamente, en este caso, no lo había.

Entre los elementos concretos, siguiendo la línea de no hacer interpretaciones apresuradas, tenemos la palabra “atentado” ratificada por todo el arco político. Principalmente, por el jefe político del Frente de Todos a nivel regional, Federico Susbielles, y por el intendente Héctor Gay, de signo político contrario.

¿Cómo convive la palabra democracia con la palabra atentando? Solamente puede haber reparación en tanto haya esclarecimiento y justicia, puesto que si a esas palabras se le sumare otra -muy odiada pero presente- impunidad, las complicaciones se agudizan.

El atentado representa un paso adelante (atrás) en lo que ya viene pasando recientemente: el 17 de mayo se registraron leyendas antisemitas en una casa del pueblo judía: “Los vamos a matar. Ratas judías”. El 29 de agosto de 2020 un mensaje fue grafiteado el local partidario del Frente de Todos ubicado en Lavalle al 300: “zurdos traidores”, pude leerse, entre otras leyendas.

Lo que cambia es la capacidad operativa: una cosa es hacer una pintada y otra cosa es hacer estallar un lugar y dejar un mensaje de amenazas concretas.

Hablamos del pasado reciente porque claro que hay una larga lista de hechos de violencia política en diferentes contextos, como por ejemplo el incendio en la casa del ex concejal Norberto Martínez, allá por el año 2005, entre otros.  

El panfleto, además, amenza a dirigentes políticos, gremiales y periodistas. Sin embargo, resulta algo naif suponer, como se ha dicho por estas horas, que las amenazas son en general: no amenaza a los políticos de derecha, las amenazas están dirigidas a banderas que sostiene, para decirlo a grandes rasgos, el arco político progresista. Es decir, si bien se articula un discurso que podríamos denominar “antipolítica”, esas ideas supuestamente antipolíticas no hacen más que disfrazarse de tal cosa para disimular la presencia concreta de ideas políticas derecha.

Tenemos entonces hasta ahora a un grupo de personas que se organiza, realiza un atentado y amenza a dirigentes de lo que podríamos llamar ampliamente el arco progresista.

Para no abundar, cabe preguntarse qué significa La Cámpora: una de las organizaciones políticas más importantes de la actualidad. Ya no se trata, como en sus comienzos, de un grupo de jóvenes neófitos que buscaban un perfil progresista o nacional y popular dentro del amplio movimiento peronista. Se trata de una organización, sólida, fuerte, con poder político, influencia en el mundo empresarial y gremial. Elegir a La Cámpora dentro del Frente de Todos como blanco de un atentado en el día del aniversario de la Revolución de Mayo de 1810 posiciona a los agresores en el sitio buscado por los agentes difusores de los discurso de odio antipopular que ven en todo lo que huela a pueblo un retraso para la sociedad que buscan construir, mirando siempre a otros lugares ajenos a su propia historia y las mejores tradiciones políticas vernáculas.  

Hace un tiempo hablamos con Pablo Stefanoni, autor de “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, acerca de qué significa un discurso aparentemente ridículo, como aquel contenido del panfleto, y que sin embargo tiene carnadura en hechos de estas características.

En este sentido, cabe destacar que las declaraciones de repudio no pueden ser relativas: deben ser totales. Porque la violencia política se instala a modo de conciencia comunitaria cuando este tipo de sucesos se naturalizan. Los principales sectores afectados por la práctica de violencia siempre son quienes menos herramientas poseen para defenderse, es decir, los propios sectores populares.

En otras palabras, no hay ningún grado de heroísmo en la acción de un atentado perpetrado por un grupo que se arroga la representación de una supuesta visión crítica de la política puesto que, en contexto democrático, representa un acto vil de cobardía en el que los perpetradores del hecho no se muestran ante la sociedad como una alternativa válida a lo que cuestionan, sino que utilizan el miedo para arrogarse una representación para la que nadie, absolutamente nadie les mandató. Por más débil que resulte la democracia que supimos conseguir, al menos la dirigencia política tiene mandato.  

La democracia no es un libro que sea lea una vez y luego pueda dejarse en la estantería de la biblioteca: es un libro que debe leerse a menudo puesto que el contexto en el que se lea modifica el contenido del texto. Las páginas que hoy leemos nos muestran que lo ocurrido pone en riesgo la convivencia comunitaria y no es una amenaza para lo que se denomina “clase política” sino para la población en general.

Si el objetivo fuera criticar falencias del sistema democrático, se propondrían herramientas participativas que mejorasen esta vida democrático. En cambio, llevar adelante un atentado, por más cháchara antipolítica bajo la cual se amparen los perpetradores y los autores intelectuales, es un ataque a los principios básicos de la democracia y de la vida en comunidad.

Para finalizar, e insistir con el peligro que estos sucesos suponen, es inquietante leer en el portal La Voz de Tandil que, durante la manifestación que hicieron un grupo de personas contra las medidas de cuidado sanitario, las consignas que aparecieron en el panfleto en Bahía Blanca estaban presentes en afiches pegados en territorio tandilense. Nuevamente, sin arriesgar interpretaciones, el hecho en sí es preocupante: las mismas consignas el mismo día en territorios distintos solo pueden aparecer si existe coordinación.

La tensión que generó este atentado requiere una atención muy concreta, precisa y cuidada por parte de todos los actores democráticos. Es crucial que el rechazo no sea formal sino real y que la acción no caiga bajo el amparo de la impunidad. No es sólo decir que no da lo mismo: es preciso hacer todo cuanto sea posible para que efectivamente no de lo mismo y los anticuerpos sociales actúen efectivamente sobre la enfermedad del odio.