¿Y si los órganos de participación fueran vinculantes?

(Por Astor Vitali) ¿En qué lugar se discuten los temas que preocupan a la comunidad? ¿Qué ámbitos de participación reserva la democracia a las preocupaciones comunitarias? Desde la vuelta a la democracia, cada instancia estatal ha creado distintas formas de nuclear colectivos sociales y tramitar sus inquietudes. Estas herramientas de democracia semi directa pueden ser muy útiles, ante la falta de participación en los ámbitos partidarios. Sin embargo, la calidad democrática se ve afectada cuando estos espacios elevan propuestas a las estructuras de gobierno y no son escuchadas. El carácter no vinculante de estos espacios, consejos y comisiones debería ser revisado en función de poner en práctica un entramado democrático no formal.

Por poner la ciudad de Bahía Blanca, como para tomar algo asequible, podríamos enumerar: el Consejo Cultural Consultivo, el Consejo Local de Niñez y Adolescencia, el Consejo Local de Mujeres, el Observatorio de Discapacidad, la Comisión Asesora Ambienta, Audiencias Públicas y una cantidad de herramientas de participación social en las que se llegan a diagnósticos muy completos de situaciones puntuales.

Además de los diagnósticos, esos espacios elevan propuestas de políticas de estado basadas en medidas concretas que deberían aplicarse a través de la ejecución de herramientas, partidas y dispositivos que podrían ponerse en marcha sin mayor inconveniente. Sin embargo, estos organismos rara vez son escuchados, si no es para la foto en contexto electoral o para enviar fotos a organismos internacionales para “hacer que se hace” en la política de selfies y de flyers con las que el oficialismo local construye su imagen de una realidad que es muy otra en el mundo concreto.

En el libro El Consorcio. Cambiemos en Bahía Blanca, publicado el año pasado por Ediciones De la Calle, sostuvimos que “mientras (el gobierno) aduce que su preocupación es la vivienda y la situación de quienes menos tienen, la incontrastable realidad arroja datos que no pueden cimentar esa mirada idílica. Mientras promete que ahora el gobierno municipal garantizará, a través de la gestión de comedores, la alimentación de los niños y de las niñas, la realidad concreta espeta el sistemático cierre de lugares de educación pública formal e informal, por decisión de su propio gobierno. Mientras promete que arrimará un proyecto con alunas ordenanzas para fomentar la radicación de empresas (con esa vaguedad), los datos publicados por las consultoras locales contrastan una realidad de perjuicio para quienes intentan la aventura productiva en medio de la jungla financiera”.

Es decir, en el discurso del gobierno hay una “enumeración de elementos que remiten a una realidad contrastablemente ajena a la que vivimos a diario. Una vez más: no alcanza con nombrar las cosas para que ellas existan” y que la publicidad oficial “ratifica los términos fantasiosos de un discurso sin contacto con la realidad que padecemos a diario”.

En esa construcción que denominamos “epidérmica”, “todo pasa y nada queda. Todo nos roza. Esa es la impresión del mundo contemporáneo. Esa es la militancia Cambiemos, también. Hacer que pasen cosas como para que parezca que pasa algo, pero en rigor nada pasa”.

“Este mecanismo consta de una severa ocupación por los anuncios y sus formas. Casi nadie repara luego en si se cumple o no lo anunciado. Aún más: no importa. Importa mostrar que se hace que se hace”.

´”La militancia por la política epidérmica es aquella que desprecia a la realidad concreta de su pueblo y actúa para las cámaras de sus celulares y se publica en redes”.

Decíamos entonces también que “lamentablemente, lo único que permite que esta política –por ahora- no tenga límites es que por abajo no hay el bullicio suficiente como para que su vibración haga temblar el brazo que sostiene la mano que gatilla la selfie epidérmica”

Esa construcción ficticia de relato se explica por la falta de implementación concreta de las propuestas elevadas por los órganos de participación directa. Que existen: por todos lados hay propuestas de la población para solucionar los comunes problemas. Se gastan millones para hablar de transparencia y, en cambio, los funcionarios suele ocultarse de los y las referentes sociales o de sectores que integran estos cuerpos de participación.

Uno de los temas más delicados para la sociedad es el de la niñez. Al respecto, el gobierno se negó sistemáticamente a implementar las sugerencias estructurales que realizaron quienes integran el consejo local que nuclea a distintas y diversas organizaciones que trabajan el tema tanto desde el punto de vista teórico como desde la perspectiva del trabajo en el territorio.

En las últimas semanas, se hizo público el hecho de que el Observatorio de Discapacidad había solicitado que, antes de realizar modificaciones urbanísticas, dicho ente sea consultado a fin de cumplir un rol activo en el diseño urbano para garantizar la accesibilidad. No sólo no fueron consultados sino que se implementaron las reformas de las calles … en favor de empresas privadas, utilizando un “diseño” claramente excluyente.

Ni que hablar del maltrato de la responsable del Instituto Cultural, Morena Rosselló, hacia el Consejo Cultural Consultivo, la manipulación de información y la aplicación de políticas totalmente contrarias a las que el cuerpo colegiado y representativo sugiere al gobierno municipal.

De esta manera, como si ya no hubiera una aguda crisis de participación en los órganos de representación partidaria, la política del gobierno desde hace un lustro lesiona la credibilidad de otras herramientas de participación y por ende la percepción de la población acerca de la utilidad de participar en entidad colectivas.

Dado que no se puede confiar únicamente en la voluntad de las personas para garantizar el funcionamiento de las instituciones, más allá de la presión social sobre los gobiernos, la democracia requiere de medidas concretas para solucionar este problema: modificar el carácter no vinculante de esos organismos, es una medida que nos permitimos proponer.

Si las decisiones de la comunidad debidamente organizada tuvieran carácter vinculante, quienes ejerzan la función pública tendrían la obligación de aplicar las políticas definidas por los estamentos comunitarios.

Hay reticencia a esto y se ponen trabas a la participación directa. A veces también desde espacio que se auto perciben democráticos. ¿A qué se le teme? ¿A qué le tienen miedo? Probablemente, a quitar el último velo que les protege de una verdad tan cruda como constatable: en muchas ocasiones –en demasiadas también- los intereses de quienes están en funciones nada tienen que ver con los intereses del conjunto de la población.

Ilustración: María Florencia Laiuppa