“Feminismo emocional y taxonómico”

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(Por Verónica Bajo – Acciones Feministas) Alicia Miyares plasmó días pasados en la “XV Escuela Feminista Rosario de Acuña” (Gijón, España), de forma brillante y con una encendida disertación, algunas cuestiones que vienen poniéndonos en alerta a muchas feministas, entre las cuáles me incluyo.

Doctora en Filosofía, escritora y docente a quien he tenido la suerte de escuchar personalmente en la misma escuela en 2011, elabora una serie de conceptos sencillos y clarificadores para ir dilucidando algunas de las nuevas tretas con las cuales el patriarcado intenta seguir consolidando su hegemonía.

Intentaré resumir la primera parte de su ponencia, incluyendo varias citas textuales:

Pone énfasis en diferenciar “discriminación” de “desigualdad estructural”. La primera es producto de un prejuicio que excluye a alguien por un motivo determinado, por ejemplo por opción sexual, por creencias religiosas, etc, mientras que la segunda es aquella que no nace de un prejuicio sino de una concepción estructural de cómo debe organizarse la sociedad. Las tres categorías que generan “desigualdad estructural” son las categorías de raza, sexo, y en menor medida, de clase social.

“Las mujeres no padecemos discriminación, padecemos desigualdad estructural”, dice Miyares.

Y acá es donde entran a jugar la “diversidad” y la “identidad”.

“Para combatir la desigualdad estructural no sirven los conceptos de “diversidad”/”identidad”. Sirven para combatir una discriminación, pero no sirven en absoluto para combatir la desigualdad estructural, más bien todo lo contrario”, prosigue Miyares.

Ese “más bien todo lo contrario” me inquietó ya que impulsé el “Mes por la Diversidad” y la palabra “identidad” aparece frecuentemente en voz y acciones. Sigo escuchando y Miyares explica que cuando se invoca la diversidad estamos construyendo una nueva pirámide jerárquica: en el punto alto está la masculinidad heterosexual, en el medio la masculinidad homosexual y transexual, y en la base estamos todas las mujeres seamos hetero, trans, homo, etc. La diversidad no diluye ni acaba con la desigualdad estructural de esa base de la pirámide.

Redobla diciendo que el concepto de “heteropatriarcado” está vaciado de contenido (a mí me parece redundante) y que no nos tenemos que olvidar que existe el “homopatriarcado”, con el alquiler de vientres como una de sus manifestaciones más concretas.

“Diversidad e identidad son inoperantes para combatir la desigualdad estructural; las instituciones políticas progresistas nos meten en el mismo saco las vindicaciones de colectivos discriminados que las vindicaciones del colectivo de las mujeres que padecemos desigualdad estructural” “dificultando e impidiendo la visibilización de los problemas específicos de la agenda de las mujeres”.

El uso inadecuado de ciertos conceptos, en este caso el de diversidad e identidad, lleva al “feminismo emocional”: el feminismo del “yo me siento”, que niega y desarma al sujeto político del feminismo: las mujeres, enfatiza Miyares. Y que muchas veces es un “feminismo” más ocupado en criticar al feminismo político que a la ideología patriarcal.

Existen tres riesgos políticos derivados de esta situación:

  • La fragmentación: la imposibilidad de articular un sujeto político que luche contra las injusticias sociales y sexuales. En el fondo solamente acompaña al neoliberalismo como ideología dominante. No solo como una manera de entender la economía, sino como un sistema ideológico que organiza las sociedades de arriba a abajo. Si fragmentas el sujeto político, que es a lo que contribuyen el concepto de “diversidad”/ identidad,  estás impidiendo que emerja un sujeto político que luche contra el neoliberalismo.
  • El uso de las categorías diversidad e identidad produce el enmascaramiento de lo que realmente nos sucede a las mujeres. Esta descendiendo el nivel de percepción de desigualdad estructural padecida por las mujeres.
  • Despolitización más absoluta: se invocan conceptos que han sido políticos y están siendo despolitizados. Por ejemplo el concepto de igualdad, visto desde la óptica del intercambio sin tener en cuenta las condiciones en las que ese sujeto intercambia o se ve obligado a intercambiar. También se despolitizó el concepto libertad, al que combatimos permanentemente asociándola a la instancia “deseante”.

Alquiler de vientres, reglamentación de la prostitución, feminismo como taxonomía.

Y una izquierda y un feminismo que van a los tropiezos en un pasadizo de espejos.

De colores del arco iris, o de tantos otros que el neoliberalismo conoce tan bien.

Por otro lado, ¿será el feminismo emocional la cuarta ola?

Las y les invito a pensarlo siguiendo con la ayuda de Alicia Miyares.