Emergencia alimentaria: “Caos, desorganización y ausencia municipal”
Investigadoras del CONICET analizaron las dinámicas de asistencia territorial en barrios populares bahienses durante los primeros meses de aislamiento sanitario. Las conclusiones fueron publicadas en un libro con otros estudios realizados por especialistas del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur.
“En líneas generales nuestros interlocutores señalan una etapa inicial de caos, desorganización y ausencia por parte de la MBB. Una segunda etapa donde las asociaciones civiles barriales, concejales, ciertos agentes municipales y personas específicas en cada barrio tejieron redes y conformaron circuitos diversos mediante los que direccionaron la gestión de la asistencia. Una tercera etapa en la que ya armado el circuito de asistencia, el Estado municipal asume la coordinación del mismo”, afirma el documento.
Se observó, además, “cómo el reconocimiento por parte de la población respecto de la presencia de las instituciones está fuertemente ligada a la presencia física de las personas que la representan en el territorio, la población reconoce a quienes ponen el cuerpo día a día, más aún en un contexto de crisis como el vivido”.
Los barrios seleccionados fueron Caracol, Latino y Estomba y Villa Harding Green. “Por un lado porque sus condiciones de vida están directamente relacionadas con la necesidad de la asistencia alimentaria en este contexto y son aquellos donde las integrantes del grupo desarrollamos trabajos que nos generaban un conocimiento previo”, dijo a FM De la Calle Florencia Quiroga, integrante del Grupo de Investigaciones Cualitativas y Etnográficas del Sur.
En relación a la entrega de bolsones alimentarios municipales mencionó que observaron, “al inicio, una etapa de caos, de desinformación, de desarticulación. Estaba referenciada con el ASPO, las dependencias municipales fueron cerradas, inclusive las delegaciones que son los lugares donde se distribuyen los bolsones. Generó no saber a dónde ir a buscar ayuda”.
Luego, la Secretaría de Políticas Sociales dispuso un correo electrónico para solicitar bolsones. “En ese entonces fue cuestionada por organizaciones sociales porque generaba barreras al acceso al recurso. Incluso teniendo el medio para comunicarse, después no se sabía qué pasaba o a dónde ir a recibirla. (Las personas entrevistadas) destacan que eso no sirvió, no era acorde a las necesidades de cada persona en los barrios”.
¿Cómo se resolvía la situación por parte de referentes o personas que hacían de puente al momento de entregar mercadería cuando no alcanzaba?
De diferentes maneras, no fue algo regular. Hubo barrios que, pese a estar cerrada la delegación, fue parte del personal de servicio social y asumió la responsabilidad. Fue distinto en otros lugares donde encargadas de merenderos, sociedades de fomento, asumieron rol clave en el armado del listado, la recepción y distribución de bolsones con sus vehículos particulares. Hubo dificultades en la frecuencia porque no se alcanzaba a tener la cantidad de bolsones para los hogares anotados y cuando estaba el bolsón no había regularidad en el contenido, había productos que faltaban.
Quiroga explicó que “la ausencia de regularidad en la entrega generó cierta improvisación en contextos de incertidumbre que profundizó las condiciones de vulnerabilidad”.
“Ante una oferta estatal irregular tuvieron un rol clave las organizaciones sociales, el protagonismo que asumieron mujeres, en esta distribución vemos docentes, porteras, encargadas de comedores, meredenderos, trabajadoras sociales, que estuvieron haciéndose cargo de la logística y asumiendo el riesgo para ellas y para su familia”.
En ese contexto surgían diferentes estrategias y se apeló a la creatividad: “Implicaba fragmentar un jabón, compartir la lavandina, prácticas para mitigar el faltante, redes de reciprocidad entre vecinos y parientes, truque, venta de bienes de las casas con el fin de obtener alimentos, armado de grupos de WhatsApp para transmitir información de quién, dónde o cómo se distribuían los bolsones”.
“Parte de la tarea de investigación fue interpretar, se trata de un intercambio, de recibir una asistencia a cambio de un agradecimiento, de una amistad. Intervino la afectividad, esto se destaca, esta idea de cómo voy a dejar solo al barrio, a la familia, cómo no voy a hacerme cargo”.
A partir de las conclusiones del estudio, ¿qué no deberían repetir quienes diseñan las políticas públicas?
Hay una cuestión que atraviesa el trabajo que tiene que ver con el conjunto de organizaciones comunitarias que están desde antes de la pandemia y algunos que surgieron ahora que tienen fuerte presencia en los barrios, conocimiento de las familias. Se vieron un poco desplazados en la toma de decisión sobre como implementar esto, me parece que es necesario tener en cuenta todo este conocimiento de las organizaciones.