El sentido de la oportunidad
(Por Daniel Feierstein) El movimiento de derechos humanos argentino fue una de las columnas vertebrales de la lucha por memoria, verdad y justicia, lucha que obstaculizó la realización simbólica de los objetivos genocidas así como enfrentó cada intento de impunidad o cada reaparición de los fantasmas represivos o golpistas.
No es sólo la imagen de las Madres marchando en la Plaza durante los años más duros de la dictadura la que viene a nuestra memoria al recordarlos, sino el acompañamiento masivo a la entrega del informe de la CONADEP, las manifestaciones contra las leyes de punto final, obediencia debida y contra los indultos, la organización de los escraches allí cuando reinaba la impunidad o la presencia nuevamente en la plaza aquel 20 de diciembre, poniéndole el pecho a la policía montada cuando De la Rúa decretó el Estado de Sitio.
Ello no quita que en los momentos en que hubo gobiernos contradictorios, no hayan existido matices y disputas. Alfonsín generó muchas expectativas y, por tanto, algunas figuras se identificaron mucho con sus políticas, en tanto que otros cuestionaban el acercamiento, a la luz de sus vacilaciones y reivindicando la autonomía y pluralidad del movimiento de DDHH. En el caso de Néstor y Cristina Kirchner el debate fue más fuerte aún e involucró temas no menores: las reacciones ante la nueva desaparición de Jorge Julio López, el asado en la ESMA, la designación de César Milani al frente del ejército, la sanción de una ley antiterrorista, entre otros. Tanto las Madres, los Hijos, los Familiares y los Sobrevivientes como la APDH, CELS, SERPAJ, LADH o MEDH, entre otros, tuvieron posicionamientos disímiles o disputas a su interior. Y era legítimo que así fuera, siempre ocurre si se tiene enfrente a un gobierno menos monolítico.
Sin embargo nada de ello parece ser lo que ha guiado el evento realizado hace un mes (el 12 de julio) en el Centro Cultural San Martín, donde se propuso “una nueva agenda de los derechos humanos” (evento cubierto por el diario Perfil y en el que participaron Patricia Valdez, Graciela Fernández Meijide, Hugo Vezzetti, Claudia Hilb, entre otros). Llama la atención que para la discusión de dicha “nueva agenda” no se hubiera invitado a ninguno de los referentes históricos de esta lucha de más de 30 años. Ni a quienes se mostraron más cercanos a los gobiernos kirchneristas ni a quienes cuestionaron con dureza las políticas gubernamentales. No se convocó a un diálogo fraterno ni se incluyó a ninguna de las partes en los debates de esta década.
Cabe agregar que el contexto en el que se realizó el evento incluye la aparición de balas de FAL frente a la sede de la APDH La Matanza, la multiplicación del encarcelamiento a luchadores populares, atisbos de impunidad por parte del poder judicial y de la Corte Suprema (a través del 2×1, las domiciliarias, las preventivas, las absoluciones), recrudecimiento de las amenazas a fiscales, querellantes y militantes, profusión de pintadas reivindicatorias de los genocidas, destrucción de murales o placas de homenaje a los desaparecidos, intentos de autorizar la participación militar en el conflicto interno, protocolos de represión de la protesta, declaraciones negacionistas de funcionarios de gobierno, proliferación de organizaciones de apoyo a los represores… esa es la oportunidad elegida para salir a descalificar en bloque al movimiento de derechos humanos… ¿cuándo fue que se jodió el movimiento de derechos humanos?, pregunta Patricia Tapatta Valdez, en una abstracción que iguala y aplana a un movimiento que se caracterizó en todos estos años por su pluralidad, discusiones de alto voltaje, incluso enfrentamientos públicos entre sus figuras más respetadas.
Como la mayoría de los participantes de dicho evento son académicos (algunos incluso colegas queridos o respetados) y como el cuestionamiento que más aparece en la nota periodística que lo cubre se vincula a poner en duda el número de víctimas del genocidio argentino o la importancia del juzgamiento de los responsables del mismo, no puedo menos que recordarles el sentido de la oportunidad, algo fundamental para cualquier intervención pública.
Fuimos muchos los que cuestionamos (con el debido cuidado y respeto por las luchas libradas) distintos posicionamientos de figuras (emblemáticas o no) del movimiento de derechos humanos durante el kirchnerismo, del mismo modo en que se cuestionaron las acciones de Graciela Fernández Meijide u otros miembros del movimiento durante el gobierno de la Alianza o de otros en períodos previos.
El balance de las actitudes asumidas durante la década kirchnerista deberá hacerse más pronto que tarde, en un diálogo que nos incluya a todos y que nos permita escucharnos, aprender, cicatrizar las heridas de errores, oportunismos, agresiones, descalificaciones, difamaciones.
Pero ante un gobierno que busca igualar a víctimas y victimarios de un genocidio, que prepara otra vez a las fuerzas represivas para intervenir ante el conflicto social generado por un brutal ajuste con su tendal de despidos y destrucción salarial, que acompaña los reclamos internacionales de los represores para concluir con el proceso de juzgamiento, que busca retroceder en todas y cada una de las conquistas del movimiento popular. Esto es, ante un gobierno que no tiene contradicción alguna, la oportunidad nos conmina a acercarnos a las Madres (a todas las Madres, las que pensaron una cosa y las que pensaron la contraria y en la figura de las Madres a los sobrevivientes, a los hijos, a los familiares, a los infinitos compañeros que vienen librando estas luchas desde la propia dictadura), como lo hicimos en cada manifestación popular, gritando (o apenas susurrando), “madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, como lo hicimos centenares de miles el pasado 10 de mayo.
Los debates se dan cara a cara, junto a los involucrados y en un tono fraterno, por duras que sean las cosas que debemos decirnos.
Pero no, Patricia. Por suerte no se jodió el movimiento de derechos humanos. Y estos años lo necesitaremos más que nunca, para enfrentar los desafíos que se nos vienen.
PD: Esta nota fue escrita hace ya dos semanas y enviada a un medio periodístico donde, vaya a saber por qué, jamás fue publicada. En el interín entre su escritura y hoy tuvimos la preocupante desaparición de Santiago Maldonado, que no hace más que ratificar el sentido de la oportunidad de los planteos referidos en la nota y la importancia de sostener la vitalidad del movimiento de derechos humanos que salió a exigir respuestas. No he visto (pero quizás es apenas mi ignorancia) un comunicado de quienes quieren construir “la nueva agenda de derechos humanos” que se sume al reclamo por la aparición con vida de Santiago. Ojalá los encontremos este viernes en la manifestación.