Acerca de EDES y la arenosidad del mal en el capitalismo sureño

(Por Astor Vitali) No es novedad y esto es lo peor: todos los veranos hacen lo mismo. Y no dije “todos los veranos pasa lo mismo” porque los cortes sistemáticos de energía, esa política criminal, no ocurren por causa de misteriosos azares sino que suceden porque la empresa no es capaz de brindar el servicio de manera adecuada y a eso se llega a partir de decisiones.

La comunicación institucional es una tomada de pelo: siempre hay “errores en la red de mediana tensión” o cosas por el estilo a partir de lo cual la empresa se vería obligada a dejar sin servicio a amplias zonas de la población que van rotando según los criterios que internamente establecen. Luego de hacer esto de manera periódica (casi diariamente) borran de las redes sociales de forma sistemática todos los comunicados en los que asumen que cortaron amplios sectores (5 o 7 por día) y solo dejan la comunicación institucional “empática” donde nos cuentan todo lo lindo que hacen por la comunidad. Cinismo.

El día lunes 10 de enero buena parte de Bahía Blanca no tuvo servicio eléctrico. Se trató de una de las jornadas más calurosas del año. Más de cuarenta grados a la sombra, con todo lo que ello implica. Hasta la mañana del martes 11 de enero quien suscribe aún no vio restablecido el servicio.

Afortunadamente mi heladera goza de un vacío existencial notorio. Sin embargo, es sabido que los alimentos conservados en frízer se echan a perder. Estamos hablando de una de las herramientas de ahorro que tienen aquellos bienaventurados ciudadanos que aún conservan un trabajo en relación de dependencia cuyo ingreso le permita hacer alguna compra “grande” para poder llegar a fin de mes. Es decir, jode directamente a los trabajadores y a las trabajadoras en lo más profundo de su economía.

Otras realidades dolorosas hacen que esta política criminal del sistema eléctrico privatizado suba y suba la temperatura de cualquier persona más o menos sensible. Por ejemplo, adultes mayores que requieren de este servicio básico para mantener cierta temperatura, hidratarse, resguardarse del agresivo calor.

Aquellas personas –casi la mitad de quienes trabajamos– en condiciones de precarización, pobreza, indigencia y hacinamiento que no cuentan con servicios básicos, de golpe y porrazo, ven detenerse las paletas de un viejo ventilador recalentado y, con ello, reciben la sospecha de unos días de angustias, esfuerzos de adultes para cuidar niñes, de sed y sobre todo, la angustia de saber que nadie se ocupará de ellos.

Y esta circunstancia de desolación absoluta que atravesamos cientos de miles de personas todos los veranos es el asunto del que nos ocupamos. Primero, la calentura de este verano hostil aumenta con nosotros mismos como sociedad si reconocemos autocríticamente cómo nos comimos el verso neoliberal de que el estado es ineficiente por naturaleza y las empresas privadas eficientes y eficaces también por naturaleza. Por el contrario, la experiencia argentina en relación a las empresas explotadoras de servicios es –queda claro a esta altura– demostrativa de que el objetivo de las empresas está centrado en su carácter lucrativo al costo de hacer de la idea de capitalismo serio una caricatura y del concepto de consumidores una metáfora de mal gusto.

Por otra parte, a esta altura del siglo XXI la energía tiene un nombre: derecho humano. El acceso a la energía es un derecho humano y todas las instancias gubernamentales y privadas que atenten contra este derecho son cómplices de un ataque directo a la vida de los seres humanos que formamos parte de las comunidades que hacen a la Argentina.

En tercer término: la claudicación de la representación política ramplona que asume de antemano que no se puede hacer nada ante el escenario de globalización y la dimensión de las corporaciones. ¿Para qué sirven los gobiernos? ¿Cuál es la función de un jefe comunal, de un gobernador, de un presidente? ¿Dónde está el gobierno del pueblo cuando el pueblo requiere gobierno?

Por estas horas, todas las declaraciones de todas las partes son esperables, las conocemos: el intendente dirá que se puso en comunicación con las autoridades y que qué barbaridad y que han sido contundentes con que hay que mejorar el servicio porque no puede ser; el gobernador, que qué barbaridad que se está trabajando seriamente y que las temperaturas y que la inversión y que todo pasado fue peor; el presidente está muy lejos de todo esto y muy cerca de los aires acondicionados que sí funcionan, además de ocuparse de asuntos tales como acuerdos con el FMI, uno de los actores que alentó las privatizaciones que ahora sufrimos todos los días, en nuestra carne, en nuestro jadeo. ¿Qué tienen en común el FMI y la vida cotidiana? Esta mierda que atravesamos, por ejemplo.

La dirigencia política es responsable de hacer por su pueblo lo que su pueblo les mandatada y no es aceptable que funja como herramienta de contención de las empresas.

Además del intendente, del gobernador y del presidente después habrá declaraciones de una maraña de instituciones ridículas que se fueron construyendo en diferentes capas del sistema de privatización de los servicios públicos: organismos de control, centros de llamados, organismos de atención al “consumidor”. Ninguno con poder de policía, ninguno que nos resuelva la angustia de estos días, ni la sed, ni la comida perdida, ni la preocupación por la incomunicación con seres queridos, ni la desinversión global, ni el patetismo sórdido de las declaraciones de funcionarios que no nos representan ni nos cuidan.

Es un sistema. Es un sistema lleno de válvulas de escape diagramadas para que no explote el sistema y “los consumidores” estén contenidos. Es un sistema cínico, criminal y consensuado por el sector privado y los privatizadores del sector público –que los hay los hay–.

Se me podría decir que en Argentina lo privado no funciona porque “los políticos”, porque “la corrupción”, etc… No jodan, cabronazos neoliberales. Porque cualquiera sabe que para que haya cometa alguien tiene que poner la mosca y que el capitalismo primermundista desembarcó con su filosofía de ciudadanía de segunda desde el momento cero en América: nunca vinieron a “mejorar los servicios”, vinieron a hacer esto mismo que estamos padeciendo.

Y no jodan porque quienes defienden esta estructura criminal no pueden encontrar dentro del ideario liberal un solo argumento para defender estas políticas empresariales: son liberales de cartón porque viven de subsidios, no invierten de forma adecuada y se han constituido en el anti ejemplo de la libre empresa dividiéndose el país en zonas, sin competir, y demostrando su incapacidad de ofrecer un buen servicio.

Es notorio, sí: utilicé varias veces la palabra criminal. Esto no se puede discutir con el código penal: es profundamente político y humano, solo hace falta ingresar a miles de casas para comprender lo abarcativo del término. Por eso, el último elemento que más debería calentarnos en este contexto, está en nosotros mismos como comunidad: ¿por qué naturalizamos un crimen que padecemos colectivamente ahora, en democracia, miles y miles de personas?

Ojalá en nuestro pueblo pudiera encenderse algo más que la tristeza y florezca la lucha para reconocernos como merecedores de buen trato por parte de quien explote un servicio y de quienes, debiendo defendernos, se pasan la pelota entre diferentes ámbitos de gobierno.

La empresa EDES responsabiliza a otra empresa y sigue la calesita. Lo concreto es que año tras la misma circunstancia de falta de servicios se profundiza. No hablemos del agua. Y las responsabilidades estás desdibujadas: cuando alguien comienza una queja, las responsabilidades se van diluyendo como arena entre los dedos.

Precisamente: todos ponen su granito de arena. Todos los actores involucrados en la privatización de los servicios públicos y en su defensa en la actualidad son el granito de arena para que este sistema de desigualdades estructuradas y estructurales funcionen sin la posibilidad de que los afectados puedan tomar la maleza entre sus manos: el mal, este capitalismo que padecemos en la carne, en la tripa y en la gota, tiene un carácter arenoso y cada actor que lo sostiene hace su pequeño aporte.

Pero la arena se puede convertir en la ladrillo, si trabajamos bien. Es preciso revisar el sistema energético y proponer uno de carácter público y social, porque el carácter privado lleva irremediablemente a la priorización de la ganancia sobre la prestación de servicios sociales. Es un problema político profundo y es necesario acabar con la mentira neoliberal de que otra cosa no funciona porque es esto, lo actual, claramente lo que no funciona.