Certezas y cuestionamientos
(Por Astor VItali) Iniciamos la segunda temporada de Un grillo en tu almohada en medio del desarrollo de la pandemia por COVID-19. Desarrollo que trae ciertos interrogantes profundos respecto de qué cosas permanecerán como antes de la pandemia y cuáles comportamientos sociales arrojan verdaderas certezas.
En Argentina, allá por el 20 de marzo, la sensibilidad que despertó el primer impacto nacido del conocimiento de las consecuencias que podría traer una situación sanitaria de estas características, imprimía en comentarios de todo tipo la idea de que ahora sí, esta nos tocaba a todos y a todas y que por ende, habría reflexión sobre el modo de vida, la concentración de la riqueza, el acceso a la salud, el problema de la vivienda digna. En fin, el modelo de vida que aceptamos, que cuestionamos o que supimos conseguir.
Sin embargo, estas primeras lecturas fueron meras reacciones ante el peligro inminente. Las acciones, por su parte, fueron de otro tipo. Y en las acciones de los distintos sectores sociales se corrobora que, pese a la perorata, nada ha cambiado sustancialmente.
Aparecen las certezas. La certeza de que los que más tienen, lejos de acceder a una situación de distribución, hicieron más guita que antes. La certeza de que quienes menos tienen, aun perdiendo más y más por sus dificultades para obtener recursos en la economía del día a día, generaron sistemas solidarios que bancan la situación en lo profundo.
Según la Forbes las personas más ricas del mundo han aumentado su riqueza durante la crisis del coronavirus. Ya no somos todos iguales, entonces. En nuestro continente, por caso, quienes tienen fortunas aumentaron en 48.200 millones de dólares sus arcas entre marzo y julio. ¿Y ese número qué dice? Representa el equivalente a un tercio de lo erogado por los países de la región en materia de estímulo.
En Argentina, por ejemplo, Marcos Galperín pasó de 2 mil millones de dólares a 4.5 mil millones. Son los efectos del mercado libre: ganan quienes tienen espalda y ponen la espalda quienes no ganan.
Como contrapartida, el aumento de la pobreza en este marco es significativo. Sucede esto en un país donde además existe una pobreza estructural que no permite atravesar de igual forma las consecuencias de las medidas de aislamiento.
De la ilusión inicial de la generosidad capitalista y de estar “igualados por la pandemia” pasamos a la realidad de la especulación empresarial y una brutal desigualdad para encarar todas las dificultades que impone una situación sanitaria sin parangón.
Por si cabe aclarar, las medidas sanitarias no son objeto de esta columna ni quien suscribe está capacitado más que para entrevistar a quienes se especializan en ello. Las medidas sanitarias han sido elogiadas globalmente. Pero las medidas sanitarias no se viven igual en el cantri que en el resto de la ciudad.
Hoy comienza el pago del tercer IFE. Desde marzo hasta hoy, quienes no tienen nada han recibido 30000 pesos argentinos, lo relativo a 411 dólares. Huelga decir que lo necesario para subsistir un mes, súpera ese número.
Como están las cosas, quedan pendientes miles de preguntas y cuestionamientos respecto de cómo será el regreso a la llamada normalidad, cuando la situación sanitaria se estabilice. Si es que esto se da de esta forma. ¿Cómo será la vuelta a la educación formal? ¿Qué pasará con la legislación laboral? ¿Cómo retomaremos los vínculos? ¿Qué elementos de la llamada nueva normalidad permanecerán y cuáles no? ¿Qué se modificó en la cultura de los vínculos a partir de esta situación? ¿Cómo volverán las actividades que implican conglomerados sociales?
Podríamos seguir enumerando muchas preguntas. A su vez, podemos establecer al menos tres certezas. Que quienes detentan la riqueza en el mundo, en el continente, en el país –y en esta ciudad- han sostenido su actitud de rapiña y que sus intereses están abiertamente contrariados con el bien común; que los sectores más complicados en su economía dan lo que no tienen en una actitud solidaria, sosteniendo en buena medida todo (desde los trabajos esenciales hasta los comedores barriales); y que el gobierno ha impulsado una serie de medidas que impactaron favorablemente en los sectores populares pero ha encontrado su límite en el hecho no haber tomado la decisión política de gravar la riqueza, la herencia y lo que habría sido necesario para sostener en los hechos que la ciudadanía goza de igualdad de derechos ante la ley.
La riqueza no se ha tocado.
La certeza de que la riqueza no es un asunto de capacidad y la pobreza de incapacidad. Sino que por el contario, la concentración de la riqueza es una cualidad del aprovechamiento de la miseria ajena. Una condición de funcionamiento del modelo de sociedad que padecemos.
Parecen perogrulladas las vertidas en estas líneas. Claro que sí. Ocurre que, desde este espacio, no quisiéremos naturalizar una realidad que nos venden como inevitable. Que haya lugar para todes depende de la acción política para generar esas condiciones. No se da por generación espontánea y mucho menos por la confianza en quienes manejan la economía. Que a buena parte del pueblo no le llegue lo necesario para sobrevivir y para afrontar el aislamiento, tiene su fundamento en la avaricia de sectores que se sienten bien donando algún respirador –y generando publicidad, de paso-, pero que no están dispuestos a devolver a la sociedad los recursos que le pertenecen.
Tan obvio, tan impostergable, tan evidente. Y sin embargo, la distribución de la riqueza –desde un punto de vista estructural-, está fuera de agenda.