Elegir sobre las decisiones de otros

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(Por Astor Vitali) Este domingo se llevarán a cabo las llamadas elecciones de medio término. En un sentido nominal, se trata de renovar la mitad de las legislaturas municipales, provinciales y a nivel país. En términos simbólicos, en cambio, son muchas y muy distintas las batallas libradas.

La consolidación de Cambiemos como fuerza política de extensión territorial es dado como un hecho tanto por medios adictos o propios como por consultoras de prestigio algo más intacto. No lo explica la economía, cuyos números reflejan que el único indicador mejorado puede observarse en la construcción en relación al año anterior y cuya mejora se explica por la inversión en obra pública durante el período electoral. Los datos de ocupación no permiten hablar de mejoría y la acumulación inflacionaria dista de la proyección estipulada por el gobierno.

El comportamiento del segmento indecisos, del cual no tendremos novedades ya que desde este sábado rige la prohibición para difundir encuestas y sondeos preelectorales, hasta el momento muestra un comportamiento favorable al voto Cambiemos, contrariamente a quienes esperan que frente a un panorama económico penoso el electorado responda con anticuerpos.

En el caso de Cambiemos, la mochila de la campaña se la cargó la gobernadora en funciones, sin pedir licencia. El eje de la campaña fue vincular a toda la oposición con la corrupción, el pasado, barrabravas y mafias. En el medio, el debate acerca de los 20 meses de gobierno de Vidal y el estado de situación de la provincia de Buenos Aires –dejando de lado el clásico shock oportunista de pavimentación- bien gracias. De política ni hablar. Por caso, cabe preguntarse acerca de la presencia en campaña de quien debería ser figura central por parte del oficialismo en la provincia. Hablando en serio, ¿quién puede decir de corrido dos oraciones respecto de Esteban José Bullrich Zorraquín Ocampo Alvear? Me refiero al primer candidato por Cambiemos, para quien ni si quiera lo registre. Que no son pocos.

Pero más allá de los posicionamientos políticos respecto de las tácticas centradas en el marketing de lo que debería tomarse nota es de que, hasta el momento, objetivamente les funciona. Y la política no es la reivindicación de la política: es lo que ocurre. Les funciona.

Entonces, la primera gran reflexión es que para el principal hecho político de la democracia argentina actual, es decir las elecciones, la política es prescindible. ¿Entonces? ¿A quién importa la política en tanto organización institucional, jurídica, gubernamental? ¿Qué tan lejos está el sistema de gobierno, la democracia, de las ocupaciones diarias de las mayorías? Es un problema de difícil resolución.

En ese sentido, podríamos destacar dos caminos. El primero es el que ya viene aplicando el gobierno: la profundización de esa desvinculación, la ciudadanía como cliente en lugar de sujeto de derecho, la dictadura de los focus grups, las instituciones lejos de la ciudadanía y los referentes con o sin cargos cerca de los timbres. Como contrapartida, en tanto no haya otro sistema con capacidad de raigambre, el camino inverso sería profundizar las instancias de democracia directa, los espacios de participación ciudadana, barrial, sindical, etc., que muestre que, y forme al mismo tiempo, hay instancias concretas de empoderamiento y hay la existencia de un modelo alternativo, donde la política implique participación, cuerpo. “Cuerpo y alma”, decía Eduardo Mateo.

Mientras la elección se gana sin debate político, mediante un pleito de asesores y focus, en la ciudad todo aparece de un modo algo más evidente y por lo tanto más ridículo. ¿Por qué compiten los candidatos? La política de la no política de Cambiemos se aplica también a niveles domésticos y así es que el candidato por Cambiemos, Nicolás Vitalini, negó a la ciudadanía la posibilidad de conocer sus ideas cerrando la puerta a los debates, con excepción al de la UTN. Pero no sólo el oficialismo no permitió la posibilidad de la realización de un debate televisivo -tema sobre el cual uno piensa que no hay por qué responder a empresas privadas de comunicación-, sino que en el propio ámbito del Concejo Deliberante, presidiéndolo, no dio lugar al pedido de realización de debate. Lo curioso es que otras fuerzas políticas tampoco acompañaron el pedido de realización de debate.

Hace unos días un no-oyente dijo respecto de un comentario editorial de quien suscribe “se te nota la ideología”. Bueno, es un comentario editorial y está bien que así sea. Pero, cómo será la cosa para esta gente, que toma como valor que no se te vea la ideología. En otras palabras: ellos no pueden mostrar la ideología. No pueden. Porque las consecuencias prácticas de la aplicación de políticas emanadas de esa ideología son inconfesables.

El último elemento, por ahora, que rige casi centralmente las diferencias de esta pobre campaña gira en torno de la idea del cambio, de lo nuevo contra lo viejo. Pongamos que, en dimensiones nacionales, es difícil relacionar las rupturas y las continuidades de empresas, negocios y estado. Pero en Bahía Blanca es todo mucho más evidente. Más allá de algunos nombres, que más que nuevos están verdes, de funcionarios y ediles que han demostrado perfecta ineptitud por negligencia o precisamente por inexperiencia, los actores centrales ¿qué tienen de nuevo?

¿Qué tiene de nuevo Héctor Gay, vocero de lo viejo de esta ciudad? ¿O no fue el mayor lobista de los mismos actores que co gobernaron junto al linarismo y a los distintos peronismos? ¿Qué tiene de nuevo Santiago Nardelli, por caso, quién hace apenas diez años atrás –cuando los vencedores eran otros- acababa de ser electo como legislador por el Frente para la Vicotoria?

La única novedad para la ciudad en los últimos tiempos puede encontrarse en la configuración de los grupos empresarios, a quienes ninguna construcción política actual desvela. Por izquierda, porque no tienen poder suficiente. Por centro y por derecha: porque ya está todo acordado.

Ojo: no reclamamos coherencia en la trayectoria partidaria porque desde hace algunos años hemos aprendido que en la ciudad lo que importan son algunos acuerdos de fondo. Para ellos, para quienes detentan el poder y el proyecto estratégico de poder y de negocios en Bahía Blanca, los partidos y los candidatos son solo un detalle menor de fácil resolución.

Sobre esos candidatos se supone que uno elige.