Megacausa Zona 5: “Se creían seres superiores”
En la novena audiencia de la Megacausa Zona V, este jueves se tomará declaración testimonial al sobreviviente Gustavo Partnoy e indagatoria al represor Claudio Kussman, ex integrante de la Unidad Regional V de la Policía Bonaerense. Desde las 9 transmiten FM De la Calle y La Retaguardia.
El 7 de abril se presentó Carlos Entraigas, ex militante de Cristianos por el Socialismo quien fue secuestrado en Viedma y desterrado a España. Aseguró que sus captores eran malos torturadores porque “ni me mataron ni cambié de ideas”.
Por otra parte, los ex dirigentes de FATRE, Julio Berardi y Rafael Silva, se refirieron a la persecución desplegada contra la conducción sindical de los trabajadores del ajo y la cebolla del Partido de Villarino.
Carlos Entraigas trabajaba en la Dirección de Estadística y Censos de Rio Negro y militaba en Cristianos por el Socialismo, organización que integraba el Frente Antimperialista por el Socialismo.
Hacía tareas caritativas en la capilla de Fátima en Viedma y seguía el evangelio en cuanto proponía tratar a todos como hermanos. “Evidentemente eso a determinados sectores, incluidos algunos de la iglesia, no les interesaba”.
Abandonó sus estudios de Ciencias Económicas en la Universidad Nacional del Sur el 21 de marzo de 1975 porque una patota al mando de Pablo Argibay -hijo del jefe de la custodia del interventor de la UNS, Remus Tetu- lo había ido a buscar, “aparentemente con intenciones de matarme”.
“Habían matado a un comisario y esa noche salió la patota por la consigna de 5×1 no va a quedar ninguno, tuve la suerte de no ser una de esos cinco”, afirmó, tal como había declarado en el Juicio Triple A.
Esa noche estaba en la capital rionegrina, adonde permaneció tras un llamado que lo alertó del peligro que corría. Sin embargo, el 27 de marzo de 1976 fue secuestrado en un operativo militar y trasladado a la sede de la Policía Federal en la cual identificó al comisario Vicente Forchetti.
El testigo recordó que “los oficiales que me pegaban con los cascos, eran más o menos de mi edad, más rubios, más altos y más fuertes que yo. Se creían seres superiores. (…) Creían tener a dios agarrado de los huevos, que tenían derecho a todo”.
“No eran buenos torturadores, si la finalidad que tenían era matarme, evidentemente no lo lograron, y si buscaban quebrarme y que no vaya a la villa a ayudar a mis hermanos no lo lograron porque no cambié mi idea. Esas personas que me torturaron luego fueron altos cargos en la provincia de Rio Negro”, agregó.
Tras los primeros tormentos e interrogatorios en la sede policial, “me dejan en la camioneta, solo, sin esposas, libre y con la pistola. No la toque porque estaba seguro que me hubieran ametrallado”.
Junto al diputado Luciano Roa y al director de LU15 Radio Viedma, Hugo Daniel Costa, fueron trasladados en “un avión pequeño” hacia Bahía Blanca. El 28 de marzo fueron encerrados en “un dormitorio de soldados”, eran alrededor de 40 detenidos. El 9 de abril continuó su cautiverio en la UP4 de Villa Floresta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, al igual que otros abogados, dirigentes gremiales y políticos.
Afirmó que, tanto en el Comando V Cuerpo de Ejército como en el penal, estuvo con “buchones o alcahuetes”. Por ejemplo, mencionó a Victoriano Susbielles y a Roberto Sañudo, un ex Triple A con quien compartió celda: “Siempre fue amable, pienso que intentaba que yo le diera un pista para que tiraran desde ahí”.
La cantidad de presos comunes disminuían a medida que crecía el de los perseguidos políticos en el pabellón. Entraigas relató un frustrado intento de ley de fugas. Antes del 25 de mayo sacaron a varios internos y los pusieron frente a un paredón. A su lado estaba Jorge Tassara, pensaron que los iban a fusilar, sin embargo, les sacaron una foto que días después aparecería como acción psicológica en las páginas de La Nueva Provincia y el diario Rio Negro. Entraigas interpretó que fue salvado por el coronel Zorzano, a quien su tío sacerdote había consultado sobre su detención.
Previo cautiverio en la Unidad Penal de La Plata, el 27 de septiembre de 1978 fue “desterrado” a España. “Por lo menos sabíamos que no nos iban a pegar, torturar ni matar. Era duro ir a un país donde no te conocía nadie y tenías que buscarte la vida como podías, pero teníamos cierta seguridad de que íbamos a sobrevivir”.
En París se encontró con el también exilado Dolio Sfascia, quien le recordó el temor que sufría cuando en el Batallón de Comunicaciones 181 los llevaban al baño y tenían que hacer sus necesidades frente a un perro que gruñía amenazante.
En sus palabras finales, Entraigas destacó que “la tortura era peor en el caso de las mujeres, a la tortura normal y corriente que nos hacían a los hombres, a las chicas le agregaban la parte sexual”.
“En todo momento me daba por muerto”
Julio Berardi era secretario de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE) y delegado de la CGT en Médanos. Comentó el rápido crecimiento que había tenido la afiliación sindical entre los trabajadores del ajo y la cebolla en el Partido de Villarino desde finales de la década del 60 y mencionó que en aquellos “tiempos turbulentos” era habitual que desde la comisaría le reclamaran información sobre los integrantes de la comisión directiva.
La madrugada del 24 de marzo de 1976, un grupo de agentes al mando del subcomisario Palmieri le anticiparon la clausura del gremio. Les permitieron retirar órdenes médicas de la oficina de Mayor Buratovich, donde fueron interceptados junto a Omar Vicente Rollhauser y Leonardo Rodríguez por un jeep policial.
Estuvieron en un calabozo hasta el día siguiente cuando un grupo de militares encabezados por el mayor Lenzi tomó el mando y los trasladó en un camión del Ejército donde venían tres obreros rurales detenidos en Villalonga.
“Los soldados nos pasaban la bayoneta por la cara, nos insultaban, lógicamente era una situación incómoda y entrábamos en un terreno de incertidumbre”. El dirigente Rafael Silva fue obligado a conducir su auto hasta Bahía Blanca. Llegados a la ciudad, los represores se dirigieron hacia la vivienda de Amancay Ardura, secretario de FATRE, a quien no encontraron en su casa.
La madrugada del 25 de marzo los encerraron en la Comisaría de Villa Mitre y, horas después, simularon su liberación. Los largaron de a uno. “Noté que cuando salía uno pegaban un silbido, me tocó tercero, salgo y estaban todos los soldados formados contra la pared y personas con capucha que me tiran al suelo, me pegan culatazos en la cabeza, ensangrentados nos cargan en una camioneta”.
Fueron llevados a la sede de la Policía Federal bahiense para ser interrogados. “Al primero que llevan es a Omar Rollahauser, tendría 24 años, pensé que era la picana porque era un grito prolongado. Después lo llevan a Silva y me dicen ‘a los otros ya los matamos, ahora te toca a vos'”.
La madrugada del 26, los cargaron en el auto de Silva y los dejaron en un descampado en las afueras de la ciudad. Estaban cerca de zona militar, decidieron esconderse. “Estábamos sin comer, sin dormir, lastimados, sin documentos. Había un tomatal, vimos salir a un obrero a trabajar, éramos siete, le conté lo que nos pasó y nos dijo ‘no es nada, todos los días aparecen muertos, estamos en Aldea Romana'”. Se dividieron, Rodríguez y Silva fueron hacia Villa Mitre y Berardi y Rollhauser hacia Holdich al 100, quedaron los obreros rurales.
Por indicación del abogado Carlos Cicola respondió a una orden del V Cuerpo de Ejército para que los secretarios generales de los gremios se presenten en el cuartel. “Habría unos 80 o 90 dirigentes de Bahía y la zona”. El general Adel Vilas les dijo que “tenía el honor de recibirlos”, que eran “la columna vertebral del país” y que iban a ilegalizar “a las 62 Organizaciones porque era un agrupación política, no así la CGT”. Al día siguiente volvió para recuperar sus documentos, lo recibió un oficial de civil que ojeaba “Las venas abiertas de América Latina”.
El 25 de abril fue nuevamente detenido en Médanos, llevado al Comando Radioeléctrico y a la comisaría Segunda, donde estuvo un par de semanas con otros referentes sindicales y “nadie me decía nada”. Fue investigada su actividad gremial y, días después, lo encerraron en el Gimnasio del Batallón de Comunicaciones con dirigentes políticos y gremiales de Bahía Blanca y la región.
“Había gente que iba pasando para la cárcel y otros que íbamos quedando”. El 25 de mayo escucharon el discurso que dio el presidente de facto Jorge Rafael Videla en el cuartel y horas después lo trasladaron a la UP4 hasta el 21 de septiembre de 1976.
El presidente de la Cámara de Comercio de Médanos y el titular de la Unidad Básica, José Bevilacqua, a través de la Cámara de Comercio bahiense gestionaron una entrevista con los coroneles Osvaldo Bernardino Páez y Mario García Moreno. “Le dijeron este muchacho era el secretario de la CGT pero de ahí no pasaba´´”, afirmó Berardi.
A los 20 días fue liberado y lo llamaron del Comando. “Lo vi a Páez y me dijo ‘siga en el gremio pero lo voy a vigilar de cerca, si se manda una macana lo voy a ir a buscar personalmente. García Moreno estaba afuera y me dijo ‘no se preocupe porque estuvo preso, nosotros a veces nos metemos presos entre nosotros'”.
En febrero del 77 hubo un conflicto con una empresa y fue detenido por 15 días en Médanos por una contravención. El subcomisario Palmieri me dijo “renuncie al gremio porque si no lo van a matar”.
Al cerrar su testimonio, Berardi dijo al tribunal que su familia “estuvo más presa afuera que adentro. Sobre todo en esos pueblos chicos, yo era el único preso político de Médanos. En la escuela a mis hijos que tenían 10 u 11 años, les decían mañana lo matan a tu papá y lo van a tirar acá en la esquina. Eran comentarios que escuchaban de mayores, era una situación muy difícil para mi familia”.
“Una cosa es contarla y otra padecerla”
El ex primer vocal de FATRE, Rafael Miguel Silva, fue detenido junto a Berardi y su testimonio replicó “la odisea” expuesta. “Contá todo porque te vamos a matar, dale, contá todo, siempre me preguntaban eso. Yo soy criado y nacido en Médanos, me conocen todos, saben cómo es mi vida ahí, sería por mi actividad en el sindicato”, dijo.
Recordó: “Mis viejos, mis hermanos, desde que falté recorrieron todo, nadie les decía nada. Se pasó varios días viniendo a Bahía, pobre vieja. Estuve seis meses que no salía a la puerta de la casa, atemorizado, veía que mi vieja estaba terriblemente mal, mis hermanos, y después me costó mucho volver a encaminar mi vida”.
“El otro día mis nietos, que escuchan hablar cosas, dicen ‘abuelo te llevaron los militares’. Sin detalles les expliqué para que sepan qué pasó con el abuelo. Quedan secuelas de lo que nos hicieron, lo que tenemos que padecer, uno de mis compañeros murió a causa de eso que le hicieron, Rollausher”. Afirmó que “lo atacaron mucho con la picana en los testículos, mucho, infernal. Los gritos se sentían donde estábamos nosotros, él nos contaba las cosas que le hacían. (…) En la Federal, además de nosotros, se sentía griterío, se escuchaban mujeres”.
El fiscal Pablo Fermento le preguntó en qué le cambió la vida su secuestro. “Muchas cosas, mi forma de ser, yo vivo en Punta Alta rodeado de militares, ahora me dedico a la construcción, la jubilación no alcanza. Cómo actuar con mi familia, tal vez quererlos un poco más, con todo lo que me pasó hoy a lo mejor no hubiera estado acá. Lo que le decía de los militares es porque los veo y me dan trabajo, no les tengo odio ni nada por el estilo porque sé que son otras camadas, pero me queda eso, saludo, buen día, pero queda eso cuando uno ve un militar”.