Nora Cortiñas: acerca de la siembra
(Por Astor Vitali) La ética no es un concepto que flota en el firmamento ideal del universo teórico sino una posición política concreta materializada por los cuerpos y por sus acciones desplegadas en el terreno de la historia. Nora Cortiñas enseñó, entre otras cosas, esto: no se trata de hablar florido, de llenar el aire con bellas palabras sobre lo que debería ser sino de sembrar aquí en la tierra y cuidar de los jardines militantes, todos los días.
“Cuando tengo una cosa que no me gusta, lo digo”, decía. Esto, que podría parecer una frase simple, tiene, en términos de práctica política, estatura de gigante, como Norita. Esto es ejercer –algo más que saber- que no se puede construir nada sólido a partir de la complicidad del silencio; que no se puede buscar verdad si el punto de partida de la búsqueda es mentirnos a nosotros mismos. Norita no se mentía y por eso no nos mentía. “Cuando tengo una cosa que no me gusta, lo digo”.
Volvamos al cuerpo. ¡Cuántos kilómetros de lucha! Con Norita se develaba sin ambages la respuesta a la pregunta que en algún momento nos llega frente a conflictos políticos que nos fuerzan a un posicionamiento: ¿dónde me paro?
La brújula Cortiñas nunca sufrió avería: me paro donde esté el pueblo levantando un reclamo, una denuncia. Acerca de las internas, pregunto después. Primero estoy donde están los y las que luchan. Primero, estoy. Después, pregunto.
¡Pavada de enseñanza!
Pero ¿qué quiere decir estar “donde está el pueblo”? Quiere decir estar donde hay un grupo que se organiza para luchar por el ejercicio de sus derechos humanos, económicos, sociales, culturales en un lugar concreto. Aclaremos: “el pueblo” no es “la sociedad”. El pueblo es aquel cuerpo social de masa crítica organizada que se levanta contra el poder de turno en pos de la justicia común.
Es verdad, cierto oportunismo al que le gusta denominarse “pragmatismo” miente cuando afirma: “hay ciertas cosas que hay que dejar pasar (sopa de sapos) para poder avanzar, la militancia es así”. Norita recordaba lo contrario y todos los días: la militancia tiene en su origen y por embrión una densidad ética bien determinada –definible– y ésta es la condición de posibilidad para el despliegue de una estrategia y una táctica popular.
La brújula Cortiñas
Norita vivió mucho y nos dejó mucha vida. Honrarla es un deber ético y éste no puede reducirse a una mera publicación en una red social, que caerá por la fuerza gravitatoria del olvido en la próxima acción, pasado mañana o la semana siguiente. Honrarla es lisa y llanamente estar donde hay que estar, cuando hay que estar. Primero el pueblo y su proyecto de liberación, luego las internas. Primero el cuerpo, luego las palabras.
Difícilmente podremos despedirte. Seguramente no podremos olvidarte. Estamos buscando el mejor rincón de nuestro jardín para sembrar tu memoria y cuidarte en lo que crece. Hasta la victoria, sí. Pero también, y sobre todo, en la derrota. Porque es en la derrota que duelen las patas de los que permanecen de pie. 94 años de pie. Los ecos de tu voz rebotando en estas flores nuestras, nos abrigarán los ojos, la mirada.
Estar donde hay que estar, cuando hay que estar. Pocos llevan esa medalla. Pocos la llevan con esa sonrisa candente en su boquita pintada de colores y de futuro.
“El terrorismo de estado vino para implementar una política neoliberal a fondo”, dijo una vez a FM De la Calle. “Fuimos avanzando en una pobreza estructural que nos duele. No queremos eso. La consecuencia es de los grandes empresarios que fueron los gestores del golpe de estado”, agregó. ¿Dónde estar? Del otro lado.
De manera que, cuando nos surja un dilema, tenemos una pregunta-brújula: ¿qué habría hecho Norita? ¿Dónde hubiera estado? En ese lugar, que llevará su nombre en el jardín de esta patria nuestra hecha de olvidos, habrá respuesta.
En su memoria vive nuestro oráculo laico y popular.