Pablo Semán: “Hay una transformación de la sensibilidad política de los jóvenes”
La estigmatización e invisibilización de los padecimientos de las juventudes durante la pandemia motivaron el relevamiento y la interpretación plasmada en el libro “Dolores, experiencias, salidas”.
El trabajo organizado por el sociólogo y antropólogo Pablo Semán y el referente del Movimiento Evita, Fernando “Chino” Navarro, busca generar una agenda de cuestiones que permita sostener un diálogo con grupos de jóvenes que observen lo planteado, señalen ausencias, abran interpretaciones alternativas y amplíen el sumario de dificultades y padecimientos.
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¿A qué te referís cuando mencionás los sentimientos que se incubaron durante la pandemia en las juventudes?
Básicamente me refiero a 3 niveles de sentimientos que ya venían de antes pero se agudizaron con la pandemia. El primero fue muy específico durante la pandemia y es que las situaciones de encierro generaron transiciones adelantadas, finales truncos, toda una serie de frustraciones, además de agudización de conflictos familiares que podían estar presentes desde antes. Y encima de todo eso, la pérdida de la escuela presencial y el retroceso de la presencia del Estado con los gabinetes psicoterapéuticos, las contenciones sociales funcionaron peor porque no podían estar presentes. Con todo eso hubo sentimientos de desamparo, imposibilidad de tramitar conflictos.
La segunda cuestión tiene que ver con lo laboral. Como la situación económica de los hogares se deterioró, muchos jóvenes se vieron obligados a emprender un acceso al mercado laboral que encima en ese momento estaba muy deteriorado. Ahí hay una segunda fuente de estrés y de debilitamiento.
En tercer lugar, hay una cuestión más profunda y al mismo tiempo más sutil y es que la pandemia puso en el centro políticas de cuidado y controversias sobre estas, que finalmente tuvieron el resultado de erosionar la presencia del Estado. Porque el Estado no tenía otra posibilidad que asumir una política de cuidados, pero al mismo tiempo no tenía más posibilidad que asumir los costos de esa política, que además, como se demostró en casi todo occidente, era muy difícil que fuera exitosa.
Combinados estos tres aspectos -lo familiar, lo económico y lo político- en la vida de los jóvenes, uno entiende que haya situaciones de angustia, exasperación, de preocupación, de cuestionamientos, de compromiso vital que no estén siendo tramitados como lo eran hace 3 años atrás.
Las expectativas de vida de los jóvenes se vieron muy deterioradas y redefinidas a la baja en la mayor parte de los casos. Es curioso porque como al principio de la pandemia los jóvenes fueron considerados una mezcla de peligro -por su movilidad, por su tendencia a reunirse- y por otro lado, como no eran las víctimas preferenciales del virus, sus problemas específicos resultaron desestimados.
¿Hoy siguen en esa exasperación?
Por un lado estamos viviendo una situación económica muy complicada por la inflación en la que confluye la herencia del período fuerte de la pandemia, en la cual hubo muchísimo sufrimiento que no pudo decirse; y también hay un descontento de los jóvenes en general con la situación económica, con la política y el Estado, donde se funde con una serie de elementos que trae la nueva normalidad.
¿Se pueden encontrar aquí algunas causas del crecimiento electoral de alguien como Milei?
Sí, pero excede el trabajo de este libro. No es que los jóvenes que se identifican con Milei un día leen a Adam Smith y entonces se vuelven liberales, pasa más por una cuestión cotidiana como “yo necesito salir a hacer reparto y no me dejan”, es un liberalismo práctico al cual la posición de Milei lo puede interpelar. Ahora, tampoco es que toda la juventud es partidaria de Milei.
Lo que se desencadenó con la pandemia y con la inflación es un proceso de sensibilización de los jóvenes frente a las cuestiones políticas que implica por ahora la circulación por espacios que luego capturan ideologías como las de Milei.
Hay otras cosas que se activaron, una conciencia más aguda sobre las cuestiones problemáticas del consumo, el ambiente y el desarrollo. Aparecen distintas variantes que intervienen en la toma de posición o en las sensibilidades políticas. También hay en una parte de esos jóvenes una especie de queja al Estado pero no contra el Estado sino pidiendo una intervención más precisa, más contenedora.
No creo que esta crisis sea solo explicativa de que los jóvenes en muchos casos se aproximan a las posiciones políticas de Milei sino de una transformación de la sensibilidad política de los jóvenes más general.
¿Las fronteras en el entendimiento entre generaciones distintas es algo que ocurrió en otras épocas o se da de manera particular en este momento?
En el libro pedimos a una investigadora especializada un estudio sobre consumos culturales de jóvenes sub 25. L-Gante es más escuchado que todo el rock nacional junto si uno ve las entradas de youtube, pero no es solo L-Gante, los jóvenes sub 25 consumen en clases medias para arriba booktubers que tienen millones de entradas, tipos que hacen reseñas de libros. Hay una frontera que tienen los adultos en cuanto a ideas, prácticas, consumos, temas y actividades de los jóvenes que hace que les quede un mundo totalmente opaco.
Hay una opacidad en la frontera entre generaciones en cada época y, en general, más del lado de la que entra al mundo adulto. Pero además yo creo que toda esta opacidad está estimulada por un cambio tecnológico muy fuerte que se aceleró durante la pandemia porque hubo una transición hacia la digitalización mucho más amplia y más rápida.
La transformación del mercado laboral hace que desde el punto de vista de quienes miran críticamente el mercado de empleo, que son adultos, no tienen idea de las alternativas y frustraciones que viven los jóvenes. Eso venía de antes pero también es producto de la pandemia. Lo mismo el Estado que tiende a no saber hasta qué punto resulta una presencia abstracta y a veces complicada para los jóvenes. Hay una correa de transmisión que hay que hacer funcionar más aceleradamente y con más riqueza.