¿Perdió el duranbarbismo?
(Por Astor Vitali) Comenzamos el análisis de los resultados de las PASO 2019 por un lugar común: las encuestas no son herramientas confiables. La distancia entre las predicciones de la mayor parte de las encuestadoras y la verdad del sufragio no se explica por el margen de error de cualquier estudio. Hay dos factores que intervienen en la diferencia abrumadora: las encuestas son parte de la campaña y, a su vez, los métodos de las encuestadoras presentan muchas dificultades para medir lo que realmente ocurrirá.
Los resultados de las encuestas son utilizados para dirigir el voto. Se supone que si hay tendencias irrebatibles éstas operarían sobre voluntad general. Mucho más cuando el escenario está polarizado. Son herramientas con las que cuentan quienes pagan por ellas para operar hacia dentro de su propia fuerza política, hacia los medios de comunicación y hacia el electorado en general.
Además, las encuestadoras que más se acercaron al resultado (algunas de medición mixta) reconocen que hay una intención de voto que no pueden inferirse cualitativamente por sus sistemas de mediciones. Si bien una encuesta en el mes de julio arrojó un Macri rondando los 31 puntos y un Fernández los 41, nadie previó el 47 por ciento.
La encuesta en el centro de la escena fue puesta en ese lugar por los cientistas que desprecian la política tradicional. La victoria política de Macri erigió el mito de la victoria metodológica de Durán Barba, supuestamente invencible.
Escribió Andrés Fidanza en su libro Durán Barba El mago de la felicidad, de reciente confección: “El asesor de Mauricio Macri es el Coca-Cola de la comunicación política. Desde hace años monopoliza el genérico de la figura del consultor. Si los noventa estuvieron sobredeterminados por la economía, y si el ciclo kirchnerista estuvo dominado por la voluntad política (siempre a un paso del voluntarismo), Cambiemos también deja un sello de época: el ascenso de la consultoría al poder. Y ya no sólo al espacio de poder que se mantiene disimulado en un vestíbulo, desde donde el consejero le hace señas mudas al príncipe, para no ser visto ni opacarlo con sus indicaciones”.
Según el periodista, “por debajo de Macri, Durán Barba y Marcos Peña son las dos figuras con más peso dentro del gobierno nacional”.
El concepto central del gurú (cuyas acciones se derrumbaron ayer) es que la política tradicional ya no es apta para la disputa electoral. Sin embargo, las elecciones aún se ganan con territorialidad y con los partidos funcionando. No se puede negar la crisis de participación y las dificultades que atraviesan los partidos hace décadas. Pero las elecciones aún se ganan voto a voto, mesa a mesa.
Durán Barba se convenció de que su reto es “llegar a esa mayoría que detesta la política y es la que elige los mandatarios”. La mayoría que elige mandatarios va al supermercado, percibe salarios, utiliza los hospitales públicos, el servicio de seguridad, asiste a funciones artísticas gestionadas por lo público, intenta ahorrar. Es decir, es parte de la economía. Es parte de la realidad económica.
Una de los fracasos más grandes de la propuesta Cambiemos es María Eugenia Vidal. ¿Qué pasó con Mariú? ¿Qué pasó con la figura política con “mayor imagen positiva de Cambiemos”? ¿Qué fue la inmaculada reserva de la Alianza gobernante? Fue desplomada por la política. Su propuesta neoliberal devastadora en la provincia de Buenos Aires alcanzó para que el electorado supiera que no adhiere al rumbo planteado.
Es innegable que cualquier fuerza política que desee ser competitiva debe arbitrarse de los medios de comunicación y de las plataformas contemporáneas de la manera más sofisticada posible. Es decir, debe muñirse de lo virtual. Pero lo virtual es virtual. Las construcciones virtuales no pueden contra la realidad concreta y palpable. El duranbarbismo es una estrategia útil para ganar una primera elección con un gobierno saliente desgastado pero no alcanza para convencer a las masas suficientes de una virtual conveniencia de un proyecto cuyo daño concreto ha sido probado con creces en la realidad vivida durante los últimos cuatro años.
Podemos comprobar este análisis en la ciudad de Bahía Blanca. La campaña de Héctor Gay estuvo limitada a utilizar la propaganda oficial, la propaganda virtual y los actos de gobierno. En cambio, Federico Susbielles, si bien utilizó los medios virtuales para difundir su accionar, comenzó un trabajo político serio a través, primero, de la construcción del Instituto Bicentenario, escuchando a las referencias sociales de distinto origen político sus profundos conocimientos sobre las particularidades de cada problemática. Si bien esta no fue una campaña de confrontación de programas, Susbielles contó con una base sólida para afrontar cada temática.
Por otra parte, la campaña de Susbielles profundizó la política clásica como herramienta de disputa: visitas a los lugares, reuniones, encuentros, convocatorias a los actores sociales activos. Por su puesto, con ello arbitró una táctica de comunicación. Pero aquí lo virtual estuvo al servicio de lo real.
Hace unos meses, Federico Susbielles no era un candidato con un alto índice de conocimiento del electorado, antes que hablar de su imagen. Hace unas semanas, las encuestas más favorables lo dejaban unos cinco puntos por debajo de Héctor Gay. Todo esto era medido por los métodos virtuales. En cambio, la realidad del voto, el conteo uno a uno, espetó la concreta verdad de que no sólo la distancia era mucho menos lunga de lo que se afirmó entre las dos principales fuerzas sino que el candidato Susbielles está en carrera para disputar la intendencia municipal de Bahía Blanca.
Paradójicamente, en estas PASO 2019, la llamada “vieja política” es la novedad. El duranbarbismo lo mira por Smarth.