Rock nacional: crisis, qué crisis

(Por Luis Ponte) El Diario La Tercera de Chile, publicó el 20 de agosto pasado una nota de opinión llamada “Me verás caer: la crisis del rock argentino”. En ella se resalta que desde mediados de los 80s hasta entrados los 90s, nuestro rock nacional dominaba escenarios y programación en medios chilenos.

De la mano de Soda Stereo, se abría para nuestra música el mercado latinoamericano. La aparición de bandas como los Cadillacs, se sumaban a los ya consagrados Fito, Charly, luego Calamaro, entre muchos otros. La aparición de la cadena MTV Latina, ayudó a fortalecer  la presencia del rock nacional desde Punta Arenas hasta Monterrey.

En cambio, sostiene el artículo, la  actualidad de este género marca un vacío de grandes figuras en el país trasandino. Sin Pappo, Cerati ni Spinetta; el estancamiento o la sequía creativa de algunas bandas que no terminan de instalarse en escenarios trasandinos, como Los Babasónicos. La nota marca el declive de aquel gran momento de los 90s, como en el caso de la Bersuit y esta realidad de Cordera y sus tristísimas declaraciones.

El portal de música argentino SILENCIO, replicó el artículo, al cual le sumó la opinión de referentes de la industria musical nacionales, al igual que Sergio Pujol (periodista, escritor, investigador y docente ) quien la compartió a ravés de las redes. Ello generó un rico intercambio de opiniones acerca del tema.

Llamó la atención el marcado sesgo de muchos que apoyaron el título de la nota, recostados en la nostalgia, y acotados en el concepto de “todo tiempo pasado fue mejor”. Refiriéndose a los ídolos fundadores y figuras que, en muchos casos ya no están. Cuestión que en pleno apogeo del rock argentino en los años 70, se veía como una típica caracterización del ambiente tanguero contra las nuevas corrientes musicales que rompían barreras estéticas y creativas en aquel momento.

Pareció interesante entonces, contraponer ese eje, con las declaraciones de algunos otros miembros de la escena musical argentina, quienes con una mirada más amplia y conocedora de la actualidad del rock, nos permiten por un lado constatar un presente más que rico en propuestas tanto artísticas  como de espacios y escenarios; y por otro, correr la frontera del contexto de análisis hasta terrenos poco familiares – hasta no hace tanto – para la industria discográfica.

Por ejemplo José Bellas, director del suplemento sí de Clarín, dice refiriéndose a las nuevas bandas: Es simple, no tienen radio ni televisión, ni la atención del gusto cada vez más atomizado y disperso del joven argentino. Adrián Dargelos de Babasónicos, afirma que “si hay una crisis no es por pérdida de representatividad sino por una merma creativa, porque el rock fue muy, muy utilizado y lo hizo apartarse de la tendencia novedosa”.

Pero la mirada más lúcida y cercana a lo que podría ser el panorama actual, sea tal vez la de Santiago Motorizado, (El mató a un policía motorizado):

A la gente cuando se vuelve grande le resulta más difícil conmoverse con la música nueva, porque uno no tiene esa cosa que sí se tiene en la adolescencia en donde uno es más sensible a las cosas, y todo le parece nuevo y genial. Uno eso lo va perdiendo, va perdiendo la sorpresa, es más difícil conmoverse y se entiende. Pero creo que la cosa pasa porque hay cambios culturales muy fuertes y la difusión de la música está cambiando mucho. Entonces, puedo suponer que lo que analiza el diario chileno sea un pantallazo de lo que es el mainstream y ahí sí, el mainstream en la Argentina está pasando uno de los peores momentos de la historia con respecto a otras épocas. 

“Y si el mainstream es malo, es malo para la cultura, porque si en las radios suenan cosas que no tienen gracia, que son chatas, que parecen repetirse con fórmulas recontra masticadas, eso de alguna manera genera algo en la cultura musical general que es malo.”

“En contraposición a eso, están sucediendo un montón de cosas en un circuito alternativo que de a poco va creciendo y ganando sus espacios . También van apareciendo nuevos festivales, nuevos ciclos. Y es ahí donde está sucediendo lo bueno.”

En 1975, el periodista y escritor Tom Wolfe (USA) publicó “La palabra pintada”, un libro donde le apuntaba de manera muy crítica al estado del mercado internacional del arte contemporáneo. Su tesis marcaba que las tendencias artísticas de aquel entonces no se sustentaban tanto en la creatividad de los propios artistas, como en la influencia y dominio de las teorías que imponían un selecto e influyente grupo conformado por críticos, directores de museos, y dueños de ciertas galerías de arte. Aquello que había comenzado casi un siglo antes, como una contraposición y una rebelión contra al arte figurativo y académico, se había convertido, inconscientemente, en una parodia de sí mismo, obsesivamente devoto de ciertos críticos-«gurús» hasta el punto de reducirse hasta al absurdo: tan literario, académico y manierista como la pintura contra la que se había rebelado.

Extrapolando en tiempo y distancia aquellas afirmaciones de Wolfe, al estado del rock argentino, tal vez lo que se vea debajo de la superficie del mercado (también manipulada por “unos pocos”) que quiere mostrar una crisis de creatividad, de representatividad, y de ausencia de nuevas propuestas, comparadas con otras etapas, no sea más que la falta de reflejos, visión y respuestas, frente a nuevos modelos de encarar el negocio por parte de las nuevas camadas de músicos y bandas.

Los nuevos soportes, ya ni siquiera físicos; los nuevos hábitos de consumo e intercambio de música (sitios de streaming pagos, bajadas ilegales, sitios de música compartida con autorización del autor, etc.); son algunas muestras de una vertiginosa aceleración en los cambios de paradigma que la industria sufrió del 2000 para acá.  Y, más importante, acaso por vez primera, de la mano de factores ajenos al poder de decisión y de (muy lenta) adaptación de quienes manejan las reglas del mercado musical.

Como afirma Santiago Motorizado: “Toda esa avanzada de la música, con sus nuevas formas y su nueva estética, son millones de fenómenos que están sucediendo en pequeños circuitos. Ya no hay un único camino muy masivo y para pocos artistas; ahora son miles, quizá con un público más reducido, pero con miles de alternativas musicales que están sucediendo a la vez.”