Salud digital: “El aburrimiento es una oportunidad de aprendizaje enorme”
“El consumo de pantallas, redes o videojuegos está diseñado para generar placer inmediato, por eso puede convertirse en un consumo problemático e incluso en una adicción”, explicó el pediatra Diego Carletti, especialista en salud digital e integrante de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
“Si en vez de salir a jugar o salir un cumpleaños, te quedas en casa para jugar al videojuego, para estar en redes, empieza a haber un abuso. Cuando hay retracción social, cuando empieza a generarme ansiedad si no me conecto, si estoy constantemente tratando de acomodar mi vida para poder jugar o estar en las redes, empieza a ser un consumo problemático del que puede derivar una adicción y no se diferencia la adicción a una sustancia de la adicción a un comportamiento”, afirmó Carletti.
El gran disparador es la exposición sin límites y sin acompañamiento. “El problema no es el dispositivo en sí, sino qué hace el chico con él y con quién”, resumió.
¿Qué hace que un videojuego sea tan difícil de soltar? “Los creadores de todos estos dispositivos saben perfectamente cómo funciona nuestro cerebro. Cada estímulo placentero libera dopamina. Queremos más. Y los juegos de hoy están diseñados para eso: no tienen pausa, no se guardan, no terminan”, señaló Carletti.
Además, al incorporar interacción social (jugar en línea, sumar amigos, competir) los adolescentes se vuelven más vulnerables.
En cuanto a la problemática de las apuestas online dijo que “los chicos de entre 9 y 13 años pueden acceder a billeteras digitales y entrar a plataformas de apuestas. Aunque la ley lo prohíba, no hay controles efectivos. Esto tiene consecuencias económicas, familiares y emocionales graves. (…) Es una puerta para el grooming, recordemos que el que está del otro lado de la pantalla puede ser un chico o puede ser un adulto buscando con una intención, entonces también ahí estamos en riesgo, porque estos chicos con el afán de socializar y de pertenecer a este grupo que juega a los videojuegos, se pueden poner en riesgo”.
En los más pequeños los riesgos cambian: “Las pantallas pasivas, como ver videos sin interactuar, están generando retrasos en el lenguaje, en la tolerancia a la espera y en el autocontrol emocional”, dijo.
La clave, para el pediatra, está en diferenciar qué tipo de uso se hace de la tecnología y qué lugar le damos en la crianza.
El clásico “lo maneja mejor que yo” no alcanza. “Aunque los chicos sepan abrir apps y navegar con fluidez, no tienen juicio crítico. Son nativos digitales, pero no tienen el conocimiento para detectar riesgos. Ese lugar lo tiene que ocupar el adulto”, concluyó.