Historias rotas: “Nunca pudieron ser aquellos que soñaron ser”
Las periodistas Silvana Melo y Claudia Rafael presentarán en Bahía Blanca el libro “Historias rotas: locura y suicidio en las cárceles de la dictadura”. La investigación pone el foco en el plan sistemático de “enloquecimiento” que ejecutó la dictadura sobre presos políticos para disciplinar a la sociedad.
“No pudieron terminar sus carreras, hay gente que era brillante (…) no pudieron trabajar, no pudieron tener una familia, tener hijos, hacer pareja, enamorarse”, dijeron las autoras y destacaron que muchas de las víctimas “se llevaron esa cárcel realmente hasta el fin de sus días, por eso sostenemos que son crímenes de lesa humanidad”.
La presentación será este viernes 8 en el Centro Cultural de la UNS, en Rondeau 29.
Escuchá la entrevista completa
¿Cómo advierten que estas historias y esta perspectiva no estaban desarrolladas y merecían una investigación?
Claudia: Décadas después de todo ese horror siguen apareciendo nuevas perspectivas y creo que va a seguir siendo así tal vez durante mucho tiempo. El libro que nosotras escribimos después de una investigación de algo más de tres años tiene que ver con pensar que de alguna manera aquello a lo que se le puso énfasis fue al aspecto físico fundamentalmente y de esa manera se dejaba de lado la integralidad del ser humano.
Nosotras arrancamos con la investigación un día muy concreto que fue el 6 de diciembre del 2021. Fuimos a cubrir periodísticamente en Capital la inauguración de una plazoleta que se emplazó en donde estaba edificada la cárcel de Caseros y que fue implosionada durante el gobierno de Néstor Kirchner.
El nombre que se le puso a esa plazoleta es el de dos ex detenidos políticos, que murieron bajo la forma de suicidios inducidos, que no es otra cosa que un homicidio en definitiva, que son los de Eduardo Schiavoni y de Jorge Miguel Toledo.
Eduardo Schiavoni era entrerriano pero su estudio y militancia transcurrió en Córdoba. Jorge Miguel Toledo en la Provincia de Buenos Aires creció y desarrolló su vida, un poco más cerca de Bahía, en la ciudad de Olavarría. Los dos murieron de esa forma en distintas fechas, y nosotras cuando fuimos a cubrir eso dijimos de acá debería salir un libro y lo pensamos como un libro sobre las historias de ellos dos. Después empezamos a investigar y las puertas se abrieron hacia toda otra serie de historias.
Silvana: Creo que además escuchamos el discurso de Hernán Invernizzi, que fue el que hizo el epílogo del libro, que también es una parte fundamental.
Hernán Invernizzi dijo “esto fue una máquina del enloquecimiento” y fue fundamental esa definición porque después fuimos viendo cuando empezamos a encontrarnos con decenas de historias más, que realmente fue eso, no eran los suicidios del Pelado Schiavoni y del Negrito Toledo, era una maquinaria aterradora de enloquecimiento donde a través de un montón de herramientas muy bien pensadas, porque ninguna fue casual, a cierto grupo de detenidos políticos se los enloqueció y con un fin muy bien pensado, no porque sí no más.
Es decir, en la dictadura además de haber un plan muy pensado de destruir personas, de torturarlas hasta la muerte, de desaparecerlas, de trasladarlas y tirarlas desde los aviones vivos, también hubo una maquinaria de enloquecimiento porque además les quedaron 10.000 presos políticos vivos y había que ver qué se hacía con ellos.
Una de las razones por las que quedaron vivos fue para que fueran una muestra, un botón de muestra de lo que les pasaba a quienes habían osado subvertir el orden establecido. Entonces, si ponían en práctica el plan de enloquecimiento, muy bien pensado y llevado adelante por un equipo multidisciplinario, iban a salir de ahí despojos, con la psiquis quebrada, y esos tipos iban a ser el ejemplo, el disciplinador social de ahí en más.
De acá van a salir “locos, putos o quebrados” era la consigna que les repetían a los presos políticos.
S: Exacto, a los presos, a las cárceles en donde estaban detenidos los hombres, era ese el discurso sostenido. En las cárceles de mujeres por lo general se les decía “locas, muertas o quebradas”. Primero y principal, hay que establecer una clara diferencia, quebrado no es traidor, más allá de que muchas veces se haya hecho una confusión respecto de los términos y se haya mirado con sospecha al sobreviviente bajo el planteo de por qué sobrevivía, el quebrado es alguien que sencillamente no pudo soportar el dolor, la angustia psíquica, esa mochila que cargaban sobre sus espaldas, y es muy distinto de lo que es la figura del traidor, que en todo caso es la que se pasa a las filas enemigas. Entonces ese era uno de los tres destinos posibles.
Lo de locos, bueno, es jugar con un montón de factores, de herramientas muy bien pensadas que tenían que ver con el aislamiento, con la medicación psiquiátrica, con determinados aspectos que a veces variaban según las características de las diferentes cárceles. El ejemplo de Caseros es bastante claro porque era una cárcel en lo arquitectónico casi modelo, muy distinta de lo que eran cárceles como La Plata, por ejemplo, que era más similar a lo que podía ser un centro clandestino por las características, justamente arquitectónicas, de antigüedad. Caseros fue construida con paredes de mármol, ascensores, y sin embargo ahí no entraba un solo rayito de sol, lo cual, cualquiera de nosotros, cualquiera de los oyentes de la radio, trate de imaginar lo que es vivir años y años sin nada de sol en el cuerpo, en la cara.
Cuando decíamos la consigna entera “locos, putos o quebrados”, hay que pensar también que estamos hablando de la década del ‘70, en una sociedad que hoy podríamos definir como mucho más patriarcal y con ciertos valores que alejaban mucho de la diversidad, que la homofobia era bastante generalizada y que el temor que en todo caso podía generar una amenaza como esa, de acá van a salir putos, era algo que atravesaba por igual no sólo a los terroristas de Estado, no sólo a los militares, sino también a las mismas organizaciones políticos militantes y guerrilleras, que eran mucho más rígidas de lo que fue siendo la sociedad décadas más tarde, entonces bueno, era un combo bastante temible.
Esto te lleva también a una suerte de redefinición de la tortura, cuando Hernán Invernizzi dice “los muertos que murieron por suicidio murieron en la tortura”. Porque se supone que la tortura real es la tortura que vivieron en los centros clandestinos, la tortura terrible, física, la más feroz. Pero la tortura de las personas que nosotras describimos, tiene que ver con una tortura integral, una tortura psíquica, una tortura de quiebre de la persona, de la estructura psíquica de la persona, que no es precisamente darle con picana, sino es una cosa mucho más pensada, mucho más calificada, y que justamente cuando yo te decía que eran grupos interdisciplinarios que pensaban cómo destruir a la persona en su totalidad, estaban pensadas por gente que había salido de la universidad pública, por ejemplo, por psicólogos, psiquiatras, antropólogos, sociólogos, nutricionistas, por sacerdotes, que se juntaban todos para después hablar con detenidos que los veían que se empezaban a caer, no porque estuvieran enfermos, no porque estuvieran enfermos de depresión o con algún problema psiquiátrico en sí mismo, no, estaban mal, estaban angustiados, estaban tristes, estaban hechos bolsa, porque estaban viviendo un infierno que no podían soportar, entonces los llevaban y les decían bueno, te vamos a ayudar, hablemos, te damos un medicamento, el que caía en sus garras es capaz que hablaba de lo que le pasaba, entonces le daban un medicamento que por ahí no necesitaba, le daban un medicamento por una dosis altísima, a los dos o tres días se lo sacaban o le bajaban la dosis, se la volvían a subir, jugaban de una manera tremenda con su psicología, con su psiquis, hasta que lo quebraban, entonces este tipo de tortura fue pensada y fue maquinada y justamente no ha sido estudiada de la
manera en que debió serlo.
De ese grupo de profesionales, en el caso de las psicólogas, ustedes describen a partir de los testimonios algunas características muy específicas que permiten concluir que por cuestiones de edad pueden estar hoy en ejercicio.
S: Tal cual, es así, pensemos que en aquel momento a lo mejor podrían tener 25, 30 años, sumemosle 40, gente que puede estar tranquilamente ejerciendo y trabajando con un aspecto de la persona que va ahí con su propia angustia hoy y no sabe en manos de quien cayó.
¿Hay alguna investigación judicial que haya avanzado en identificar quienes conformaban esos equipos interdisciplinarios?
C: No, sobre quienes en todo caso se conocen ciertos datos, por ejemplo de algunos psiquiatras, pero no así de psicólogas que en general eran mujeres jóvenes porque los ex detenidos no conocían sus nombres.
Las causas que hay en curso que tengan que ver con este aspecto y que estén abiertas hoy, por ejemplo, una es la causa en torno de la muerte de Eduardo Schiavoni, que es una causa que está juntando polvo en el juzgado del doctor Rafecas, el abogado de la querella es Pablo Llonto, que planteó la presentación de este libro de Historias Rotas a la causa como aporte probatorio y se está viendo la posibilidad también de abrir una nueva causa que tenga que ver con otro aspecto que nosotras no tratamos abiertamente en sí mismo, pero sí a través de las historias de varios de los ex detenidos cuyas historias desarrollamos en el libro. Es el rol que tuvo particularmente el hospital psiquiátrico Borda, que tenía una unidad federal a la que fueron llevadas varios de las personas que estaban detenidas en aquel momento y era entrar en una suerte de centro clandestino en donde se les aplicaba electroshock y otra serie de prácticas médicas que no hacían más que empeorar su situación. Sobre eso se está viendo la posibilidad de abrir una nueva causa.
Al momento de ejecutar esos mecanismos, esas estrategias de enloquecimiento, ¿lo hacían o a partir de detectar alguna característica específica en los presos o presas políticas que lo terminaban padeciendo?
C: En general sí, un poco lo que decía Silvana hoy, en quienes se notaba que tenían determinadas características de personalidad que los hacía más frágiles, que atravesaban con mayor dolor psíquico el proceso de detención, que eran afectados de manera mucho más dura y directa por el aislamiento. Se seleccionaban con mucho detenimiento por algo. El otro día nosotras charlábamos con un médico amigo que ha estado presente en un par de presentaciones del libro. Él nos decía que trabaja en una unidad sanitaria de la ciudad de Buenos Aires, que está asentada en una villa. Nos decía que ellos tienen un grupo multidisciplinario que trabaja con los habitantes del lugar y que sentía, y lo comentaba con sus compañeros y compañeras, cómo esto del trabajo multidisciplinario que él siempre había pensado para un objetivo noble y para sacar lo mejor de cada uno, también había sido utilizado con profesionales como ellos para la destrucción, para romper personas. No es casual que el libro se llame Historias Rotas.
Entonces tiene que ver con eso. Pero además hay algo que es re importante, la mayor parte de los entrevistados nuestros cayó en el centro clandestino, en la cárcel, siendo una persona hermosa, luminosa, con todas las ganas de luchar para cambiar las cosas, sin ningún problema psiquiátrico preexistente. Eso es recontra importante, solamente un par de casos lo tuvieron, el resto no. Es decir, el problema psiquiátrico fue desatado dentro de la cárcel o del centro clandestino. Entonces, ahí tenés el problema real. Fue creado ahí adentro. No fue que tenía algún problema y después… no, no fue así. Ese es el tema.
Ustedes dicen en las aproximaciones finales del libro, entre otras cosas, “no hubo libertad real para quienes se llevaron el encierro en el cuerpo y en la psique hasta el último de sus días”. ¿Cómo continuaron esas vidas una vez que fueron liberados en los casos que pudieron serlo?
C: La mayoría de los que murieron terminaron sus vidas sin poder haber sido nada de lo que quisieron ser. Hay casos en que fueron de psiquiátrico en psiquiátrico, otros con familias que los pudieron abrigar, otros cayeron en manos de gente indeseable que se les quedó con las pensiones, cosas, historias tremendas. Pero, en síntesis, nunca pudieron ser aquellos que soñaron ser. No pudieron terminar sus carreras, hay gente que era brillante, que cayó obteniendo tres o cuatro materias para recibirse de algo. Nunca pudieron hacerlo, no pudieron trabajar, no pudieron tener una familia, tener hijos, hacer pareja, enamorarse.
Fueron vidas realmente tristes y eso es muy lamentable, porque se llevaron a esa cárcel realmente hasta el fin de sus días. Por eso nosotras sostenemos que el delito que se cometió con ellos es un delito de lesa, porque fue, siguió siendo cometido y sigue siendo cometido con los que están vivos hasta el fin de sus días.
Vuelvo sobre el planteo de Invernizzi, a partir de una pregunta que, cuando lo vamos leyendo, surge permanentemente, más allá de algunos elementos que ustedes ya han mencionado, esto de por qué la dictadura, con el nivel de poder que tenía, teniendo a estas miles de personas ya dentro de un sistema clandestino, de alguna manera desaparecidos dentro de las cárceles, en muchos casos, decide mantenerlos con vida, decide ejecutar también esta otra faceta sistemática de esta máquina de enloquecimiento de presos políticos.
C: No sé si hay una respuesta contundente sobre eso. Creo que la misma sociedad, los mismos protagonistas de aquellos años, no tienen respuesta acabada sobre el tema. De alguna manera tiene que ver con dejar botones de muestra de aquello que era necesario utilizar para el disciplinamiento social, con un grupo pequeño.
Otros plantean que no se podía seguir matando a tanta gente, pero no hay, creo, una respuesta acabada sobre el tema. Sí es real que el disciplinamiento lo lograron.
Si uno se pone a pensar, desde allí hasta acá, el disciplinamiento lo lograron. Nunca más se intentó transformar la vida, transformar este mundo en el que vivimos, una transformación de dar vuelta.
S: Una transformación en serio.
En el ejercicio del periodismo, en la Agencia Pelota de Trapo, entre otras notas, ustedes tienen una mirada desde lo social, desde las infancias, del sector de jubilados y jubiladas muy particular y precisa. Todo esto que deja la crueldad de aquella época y la crueldad de la época actual, ¿Cómo lo viven?, ¿Qué ven de lo que está ocurriendo?
S: Es como un círculo. Yo pensaba, la palabra crueldad la usamos para lo que pasó en la dictadura y la usamos también acá, y a veces parece una banalización de la palabra, porque son dos crueldades muy diferentes. Pero vivir en este momento, 45 años después, una negación absoluta de lo que pasó en la dictadura era impensable y es muy triste, realmente es muy triste. Y una deshumanización total. No tenía pensado a esta altura de la vida vivir algo así en la Argentina.
Pero bueno, habrá que luchar para darle vuelta, no hay otra. Son construcciones sociales a las que no se llega por casualidad, obviamente. Y que tal vez una de las peores consecuencias es la naturalización y también la falta de reacción. Creo que podría estar existiendo todo lo otro pero en este país hay una vasta historia de reacción para frenar otros intentos de crueldad y de perversidad que, sin embargo, se dieron vuelta hoy. Es difícil la cosa porque no está habiendo una reacción colectiva.
Sí hay mucha reacción sectorial, compartimentada. Tal vez el gran trabajo de este tiempo sea volver despacito a unir todas las piezas sueltas del rompecabezas. Pero fundamentalmente lo que decía Claudia recién, no naturalizar.