De la Calle: 33 años de Efecto púa

(Por Astor Vitali) Hoy cumplimos años. Treinta y tres años de FM De la Calle. Nos encuentra ampliando el estudio Heinrich y Loyola, es decir, en construcción –siempre en construcción– transmitiendo desde una sede gremial prestada durante dos semanas –siempre transmitiendo, como sea, pero transmitiendo.

Hacemos estas cosas en una ciudad especialmente invadida por la neblina durante esta semana. Aunque Bahía Blanca se parece a algunas viñetas de la obra de cumbre de Oesterheld, El Eternauta, por ese color blancuzco que es la sombra de la industria petroquímica, esta semana el paisaje es especialmente nublado. La ciudad parece dibujada dentro de un cuadro en el que no se sabe muy bien qué viene después, aunque se sospecha que nada bueno.

La neblina se da en medio del operativo timón del gobierno argentino. Gobierno que venía por mandato popular a modificar el rumbo neoliberal que el estado argentino había adoptado con violencia durante el gobierno de Mauricio Macri.

Apenas si se viró unos pocos grados. El timón parece haber sido fijado en una posición única: ajuste fiscal, ordenamiento de cuentas, nuevamente la economía bajo la tutela del FMI, nuevamente la Embajada yanqui en un lugar prominente de un gobierno que se suponía debía ser nacional y popular, y un ajuste que suma y suma y suma más gente fuera de los derechos humanos básicos que los que están adentro. Ya no se sabe cuántos argentinos están dentro de Argentina.

En este país que suponemos tan rico, sobrevivir está resultando un privilegio. Da nauseas. Debe ser porque nos falta equilibrio. El timón está fijado a la derecha. Y cuando un barco va siempre para el mismo lado produce mayor intensidad de arcadas que si se balanceara. Los botes salvavidas no alcanzan. Son un espejismo para que la tripulación no se rebele.

Esto pasa en un continente que lucha por defender sus colores. ¿Sus colores? ¿Quién amenaza a los colores? El mercado global que se presenta tan colorido es una bestia que homogeniza y nos hace cada vez menos particulares, más igualitos pero no en la igualdad económica, sino en el brillito de los ojos y en las muecas de las sonrisas. Es un mercado que nos enseña a querer como en Disney, a vincularnos como Friends, a coger como en las APPs, con una serie de etiquetas que se presentan como nuevas libertades y son envasadas en Europa, a producir como India, a escuchar como… como en todo el mundo, todo igual.

América está llena de colores culturales, de matices, de diversidades que, en su conservación y oposición a la estupidez globalizante, contiene una actitud de no sometimiento a los mandatos de mercado. Estos mandatos hoy vienen enlatados con apariencia de libertad pero con factura: uno consume y consume y consume cosas que le hacen sentir que eligió libremente un rumbo. Pero este rumbo ya estaba definido.

Todo esto pasa en un mundo que produce alimento para al menos dos veces su población total pero en el que dos tercios se mueren de hambre. Se mueren, se enferman, se prostituyen, se angustian, enloquecen, se violentan entre sí, se matan. Todas estas son formas de la muerte.

Unos poquitos, muy poquitos, se enriquecen con todo esto y levantan muros, castillos y fortalezas para protegerse de la violencia que generan al arrebatar todo de todas las mesas (porque se llevan hasta las migas).

Esta mañana me acordé de un spot conmovedor, impactante, que se me clavó en la conciencia cuando comencé a escuchar esta radio, más de veinte años atrás:

“La tierra, la tierra, o sea, el mundo no la mugre. El mundo, el planeta tierra es como un gran tocadiscos. Todo el tiempo va dando vueltas y da vueltas y da vueltas y da vueltas. Años y países giran siempre pero siempre giran para el mismo lado ¿se entiende? Siempre gira para el mismo lado.

El problema es la púa. El  problema es la púa porque la púa va juntando la tierra, pero ahí sí no es la tierra del planeta sino la tierra de la mugre. Hay que limpiar la púa. Hay que romperla también. Porque a veces no hace sonar el disco como corresponde ¿Entendés?

Bien. Si vos querés tener algo que ver con las cosas que más o menos ocurren. Es muy siempre: te tenés que subir arriba del tocadiscos y nada, empezás a dar vuelvas y vueltas y vueltas. Pero no solamente lo mirás al disco que da vueltas sino que además lo hacés sonar vos mismo. Hacés el efecto púa.

Es decir: no estás al pedo acá, a ver si nos entendemos.

Fue un mensaje de FM De la Calle. Comunicación audiodidacta”.

¿Por qué me vino a la memoria este spot? Porque festejar el cumpleaños de FM De la Calle es festejarnos como pueblo: mientras los ricos son más ricos, mientras la globalización nos va imponiendo el color negro consumo, mientras Argentina tiene trabado el timón y mientras la ciudad vive cubierta por la neblina oesterheldiana, FM De la Calle es un rincón que cobija las voces del mundo que se levantan contra esos ricos cada vez más ricos; FM De la Calle pinta y pinta y pinta toooodo el día con sonidos de colores americanos arrebatándole la oscuridad a la jornada; FM De la Calle es la señal que va llevando a la tripulación el mensaje de que con el timón así estamos girando en círculos y es también el aire diario en el que la neblina se disipa.

O sea, es el efecto púa. FM De la Calle sigue haciendo el efecto púa. Y mientras hagamos sonar el disco con efecto propio, por nosotros, FM De la Calle tiene sentido, da sentido y por eso, un festejo de esta radio comunitaria, es un festejo de nuestra comunidad.

Otra radio es posible. Otro mundo es posible. Otra humanidad es posible. Otras formas de producción son posible. Otras formas de amarse son posibles. Otras formas de pintar, de cocinar, de coser, de crear, de estudiar… El efecto púa lo demuestra. ¿Querés subirte al disco?

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