Garabatos sobre las PASO, el pueblo y la representación política
Por fin, la primera encuesta confiable para las elecciones legislativas de este 2021 se ha llevado a cabo. La cultura de participación política en contexto electoral ha sido ratificada, pese a la mala leche de algunos grandes medios de comunicación porteños –que se autodenominan nacionales–. A partir de la lectura de este sondeo, se pueden comenzar a elaborar algunas lecturas acerca de la coyuntura y de la ideología en Argentina.
Uno de los enormes problemas que atravesamos en la actualidad es el cerco propio que nos imponemos, al que solemos llamar sesgo de confirmación. Aún quien intenta expandir su mirada lo máximo posible, para abarcar referencias de opiniones más allá de su entorno, se ve acorralado por las rejas de los microclimas, las redes sociales –que nos venden lo que queremos leer– y ciertos juicios infundados, imposibles de constatar con algún elemento fidedigno. Por estas razones, la importancia de la PASO en la actualidad gira más en torno de los datos constatables que esta arroja, para quienes deseen elaborar interpretaciones políticas y sociales, que sobre la propia circunstancia de cómo se dirimen las internas partidarias.
Peras con manzanas
De aquí a noviembre, momento en que tendrán lugar las elecciones legislativas, hay entonces, mejores elementos para interpretar la realidad. Para intentar dichas interpretaciones, cabe que quien busca interpretar no haga locas comparaciones: las elecciones legislativas no se pueden comparar con las ejecutivas y las generales no pueden medirse con las PASO. Esto vale tanto para el nivel de participación como para el contenido de los votos.
Para comparar la participación con una instancia de similares características a las elecciones actuales, debemos tomar las PASO 2017, que registró entre un 70 a 73% de nivel de voto, según datos provisionales. Comparando la misma circunstancia, es decir, PASO legislativa y datos provisionales, en la actual, se estima un 67% de participación. Es decir, 3 o 4 puntos menos… con una pandemia de por medio. ¿Es mucho o es poco? ¿Qué representa? ¿Se debe a la pandemia o la crisis de representación? Es incomprobable cualquier postura que atribuya esta circunstancia a una sola causa presunta. En cualquier caso, se verifica la voluntad de participación ciudadana incluso es esta instancia en la que todo el mundo considera que su aporte no es definitivo.
Las elecciones legislativas no se pueden comparar con las ejecutivas y las generales no pueden medirse con las PASO
En las elecciones ejecutivas, en cambio, se juegan elementos de mayor peso: se elige un rumbo de gobierno, es decir, hacia dónde serán orientadas las políticas en el Poder Ejecutivo. En las elecciones llamadas “de medio término” se ponen en juego elementos como el “voto castigo”, la evaluación de la primera parte de un mandato ejecutivo (que no necesariamente anticipa lo que ocurrirá en la próxima ejecutiva, tal como comprobó el macrismo). Además, en este tipo de comicios las fuerzas políticas se reorganizan, disputan recursos económicos y miden poder a través de la presencia en las diferentes legislaturas del país.
En horas tempranas de la tarde, la prensa mala leche afirmó –sin criterio científico- que había “muy poca participación”. Es la mala costumbre de conglomerados mediáticos malformados en percibir que ellos crean la realidad de una manera directa; sin embargo, deberán aceptar, considerando la situación pandémica, el poco interés que generó el pobrísimo debate de ideas durante la campaña, la propia campaña previa que muchos medios realizaron para desalentar la participación, que el nivel de participación sugiere que la sociedad argentina sostiene su compromiso con la cultura del voto, más allá de los niveles de participación directa en la democracia nuestra, que son bajos. ¿Por qué se decepcionan esos medios de que la ciudadanía participe, pese a todo lo que había en contra? Pregunta para el diván. Su diván.
Las virtudes de una derecha que acierta
De los resultados en sí, podemos hacer algunas consideraciones. Néstor Kirchner decía que a la izquierda del kirchnerismo estaba la pared. Más allá de las posibilidades contra fácticas acerca de tal aseveración, en la derecha argentina parece afirmarse que “a la derecha del macrismo hay espacio para crecer”. Lo mismo ocurre con las fuerzas de derecha latinoamericanas y europeas.
Comenzando desde el pago chico, de los resultados de la elección en Bahía Blanca pueden deducirse algunos elementos, que se dirimirán, finalmente, en la lucha política propiamente dicha. Primera cuestión: la subestimación a la coalición de derecha Juntos (antes Juntos por el Cambio y antes Cambiemos) por parte de buena parte de la militancia progresista y de izquierda es un error que lleva a pérdida. Del mismo modo, la subestimación al dirigente político Héctor Gay, también es un error garrafal: lleva a no construir una táctica adecuada. Héctor Gay se ha constituido rápidamente como un exponente lúcido de la derecha expresada en la fuerza que logró irrumpir en 2015; un dirigente con capacidad de articular con diferentes sectores y montar una política local que funciona como válvula de escape de las expectativas liberales, como un espejo invertido de las políticas de la provincia.
No es lo mismo hacer una buena elección que lograr el apoyo de la mitad del electorado. Eso no se explica solo con la muletilla de que es una ciudad “gorila” ni por la bronca contra la pandemia. En ese resultado también juegan los méritos de la construcción propia de Juntos. No tomar nota de que una fuerza política tiene determinadas habilidades es lo mimo que no comprender qué hace esa fuerza política, es decir, competir con ella a ciegas.
Por si fuera poco saber que en esta ciudad -caracterizada por un esquema de concentración de riqueza y pobreza estructural, déficit de vivienda, entre otros manjares de la desigualdad crónica en base a un modelo excluyente-, casi la mitad de la población apoya al mayor representante de la construcción de ese modelo (Gay-LU2-LNP-UIBB-Trasnacionales), a esa mitad ahora hay que sumarle unos trece mil votos, casi 9 puntos de la derecha referenciada con Espert en la provincia y Milei en Capital, derecha que se autodenomina libertaria (que no lo es y que no la llamaremos así porque la violencia capitalista liberal y libertades civiles chocan necesariamente; ajuste, represión, chau libertad).
¿Qué significa que casi un 60 por ciento de la ciudad de Bahía Blanca vote propuestas con contenido explícito de derecha? ¿Se deduce de esto simplemente una “derechización del electorado”? ¿Qué hay de esto que se deba a las capacidades propias de la fuerza de gobierno? ¿Con qué está conforme la comunidad? ¿Con qué no acuerda? ¿Qué no quiere?
No es con Todos
Por otra parte, el Frente de Todos se mostró yendo en unidad y, en sintonía con lo que hizo durante toda la campaña durante la pandemia, decidió refugiarse en la capacidad de inyección de recursos del puerto y no construir una política crítica explícita y abierta de las políticas de fondo del gobierno de Gay.
En este sentido, cabe destacar que las fuerzas de derecha utilizaron las PASO para sumar listas –y por ende votos de diferentes orígenes– lo cual fue una táctica acertada, más allá de cuánto de ello represente verdadera interna o show.
Hubo un doble alejamiento de las referencias del FdT a nivel local: por un lado, se alejaron de sus propias bases y, por otro, se alejaron de la apertura a nuevos espacios.
Las bases del Frente de Todos, que votaron un proyecto político con la esperanza de que se diferenciara clara y distintamente de las políticas neoliberales, sufrieron pequeños y medianos desencantos en cuotas durante toda la pandemia: los dirigentes de la provincia tenían una política de no confrontación con el gobierno local y, pese a las expectativas de la militancia de denunciar las arbitrariedades cometidas por el gobierno local, no confrontaron, no se diferenciaron, no había claridad respecto de lo que generaba esperanza en la base, es decir, un proyecto distinto. El doble comando Municipio-Puerto no resulta seductor a quienes entienden que la política es confrontación.
Por otra parte, también hubo una pérdida de atractivo de otros espacios que podrían adherir, aquellos a los cuales probablemente sí les resulte seductor el doble comando y una política más remozada, al estilo Feliú; peronismo del Don Bosco. Sin embargo, hay un elemento del cual el FdT debería tomar nota, si quiere corregir la política: no alcanza con la billetera desde el comando en White y la postura amigable para las redes sociales. En otras palabras, la política requiere de autoridad y posturas propias en las que la población se siente reflejada para construir consensos. Es probable que sea preciso volver a un momento de Susbielles en que su teléfono estaba abierto, recibía diferentes dirigentes y mostraba una postura más humilde. Política sin billetera puede ser voluntarismo; billetera sin política es inversión al vacío.
La izquierda ante una construcción posible
El Frente de Izquierda mejoró sus resultados obteniendo en la ciudad un 6,33 por ciento. Está a dos puntos de acceder por primera vez a una banca. Si bien en política nada es matemático, ¿podrían sumarse los 1335 votos del Movimiento al Socialismo que no logró pasar las PASO? ¿Podría disputar parte del voto rebelde?
El FIT debe disputar unas 2500 o 3000 voluntades para lograr una banca. Es un gran desafío para la izquierda trotskista local. ¿Puede construir una campaña que no gire en falso sobre sí misma y logre contactar con lo popular? ¿Puede recoger algo del espíritu de rebeldía? En una situación donde la derecha crece y el progresismo cede, la presencia de la izquierda en el ámbito legislativo local sería saludable y aportaría a unas prácticas legislativas menos autoritarias que las actuales, en las que las organizaciones sociales son marginadas.
Los desafíos de la representación popular
Las victorias de las expresiones macristas a nivel país (casi diez puntos) y a nivel provincial (casi cinco puntos, donde se suponía que habría victoria del FdT) responden a lógicas ya difundidas por estas horas: el desgaste de la pandemia, la percepción de lejanía de llegar a fin de mes más allá de que los indicadores económicos vayan mejorando, la campaña efectiva de los distintos liberalismos acerca de las supuestas “pérdidas de libertades”. Sin embargo, hay un elemento que creemos destacable para empezar a explicar estos resultados: el gobierno de Alberto Fernández había generado una gran expectativa con un mandato muy claro que era modificar el rumbo político y económico en el que el macrismo había embarcado (sumergido) a la Argentina. La pandemia dificultó absolutamente todo, está claro. Pero la pandemia no explica todo.
El gobierno cumplió con las expectativas de la población durante los primeros meses de la pandemia. Luego se fue fundiendo en una mezcla de hacer lo que debía hacer según su mandato y parecerse a lo que otros sectores decían que hay que hacer. Estatizo pero no estatizo. Expropio pero no expropio. Subsidio pero no subsidio.
Luego de esos primeros meses, no solamente hubo falta de liderazgo sino que no hubo trabajo de seducción sobre ideas originales, es decir, carácter de conducción. No se trata de afirmar aquí –por el contrario– la tontería de que Alberto no gobierna y gobierna Cristina Fernández. Eso queda para los pasquines de Lanata y las versiones locales con menor presupuesta. Cristina es una dirigenta de enorme peso propio y por supuesto pesa y, a su vez, el presidente es Alberto Fernández. No se trata de eso. La crítica de hacia dónde va la cosa puede trasladarse al conjunto del frente (que también integra Sergio Massa) y a la propia Cristina.
¿Qué quiere representar el Frente de Todos? ¿Qué quiere representar? ¿Qué es el FdT? ¿Es la Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata o es Sergio Berni y su diatriba antidemocrática? Obviamente el movimiento es amplio pero una cosa es lo amplio y otra cosa es fofo: alguna definición, al menos para esta coyuntura, debe tener. Los movimientos populares son amplios pero toman definiciones concretas para atravesar situaciones históricas determinadas.
La definición actual, que no termina de reconocerse, no está funcionando. Frente a los fenómenos de derechización mundial el FdT tiende a construir ofertas electorales moderadas (más bien conservadoras) que se parezcan a los candidatos de la derecha pero que sostengan ciertos elementos del ideario progresista-peronista en su discurso y su acción de gobierno. Bueno: esto no está funcionando. Para la derecha está la derecha.
En el fondo, la población registra descontento, rebeldía y la necesidad de un proyecto político que capitalice eso. Hasta ahora lo viene haciendo la derecha pero en política no hay nada escrito. La pregunta para los próximos meses y hacia el 2023 es: ¿podrá capitalizar esto un proyecto popular? ¿Por qué no podría? Algo es claro, para que esto ocurra, una fuerza de tales características debería identificar los elementos que caracterizan la rebeldía pero diferenciarse de los aspectos que hacen a la derecha. Para votar a la derecha, está la derecha.
¿Qué elementos debe tener una fuerza que confronte con esas derechas, que sea de carácter popular, que pueda combatir la construcción en las subjetividades que logró el liberalismo y que pueda competir en una situación electoral capitalizando las aspiraciones del pueblo? En el fondo, la cuestión electoral no deja de ser esa disputa por interpretar las aspiraciones populares. En todo caso, la responsabilidad de que no exista una fuerza de estas características no puede achacarse a las derechas, que hacen su juego, sino a las tácticas difusas de la dirigencia política que aspira a representar la herencia de la tradición popular y no lo logra.