Homenaje a Celia: “Se internó en el cuerpo del monstruo para salvar a su pueblo”

En el marco de la presentación de la muestra del archivo personal de Celia Jinkis de Korsunsky, su sobrino Sergio Agoff la recordó vinculando su historia con la de Tzivia Lubetkin.

“‘Demasiadas maneras de no saber nada’ es el título de uno de los discos de los años 80 de Litto Nebbia. Siempre me gustó ese título, porque pensé que me hablaba directo. A mí, un joven de ese entonces, que creía que en el saber había algo, se escondía algo, que necesitaba. Ha pasado mucho tiempo, y ahora he invertido el orden y la pregunta es qué necesito saber.

Ni yo, ni mis hermanas, necesitábamos saber qué quería decir Tzvie, esa tía que nos recibía amorosamente, de chicos, en Bernasconi, junto a Moishe, a Dado, a Mirta y a Gabriela. Era, como todos los otros, un nombre que bastaba. Veníamos de Bahía y eran parte de nuestra familia. Y Bernasconi era el pueblo de nuestra mamá, y de Tzivie, una de sus hermanas.

En esos años y en los que siguieron, el saber fue copado por la escuela.

Cada tanto, ya viviendo en Buenos Aires, venía Dado y se quedaba alguna noche. En algún momento, dejó de venir y los que comenzaron a hacerlo fueron Tzivie y Moishe.

Lo que necesitaba saber entonces, lo fui sabiendo por mis viejos y acompañando como podía todo aquello.

Hace un tiempo, cuando hicimos una despedida familiar de Tzivie, me di cuenta, conecté, que se llamaba igual que Tzvia Lubetkin. Y busqué, necesité saber, el significado del nombre de esa tía amorosa que conocí tan temprano.

Es un nombre hebreo y significa gamo o gacela. Son esos animalitos que conocíamos por dibujitos, las más de las veces, y cuya característica es la velocidad y también lo delicado que hay en su carrera. Se mueven, como diría Italo Calvino, con levedad, que no es liviandad. Con la capacidad de recorrer distancias con rapidez, casi acariciando el suelo. La levedad es también la posibilidad de elevarse, de ver un panorama sin forzamiento, conservando un rasgo de suavidad que acompaña el movimiento.

Necesité saber, también, algo de la historia de Tzivia Lubetkin.

Una sobreviviente del gueto de Varsovia, una luchadora, una comandanta del levantamiento. Tzvia no vivía en Varsovia, entró en ella para organizar la resistencia, como militante de una organización sionista de izquierda y en un arco amplio que incluyo organizaciones bundistas, comunistas y otras de otras orientaciones.

En una versión humanista y feminista de la historia de Jonas, se internó en el vientre del monstruo para salvar a su pueblo.

Sí, claro. Esa gacela, esa Tzvia etérea y movediza, es nuestra Tzivie-Celia. Esa mujer que, como otras, parida por Dado y por todos sus otros hijos, en plena brutalidad, se internó en el cuerpo del monstruo para salvar a su pueblo.
Y todo hecho con esa gracia, esa suavidad, ese sabio panorama.

Vengo después de tantos años a Bahía a reencontrarme con ella, con sus cosas,  como lo hacía de chico, cuando íbamos de aquí a Bernasconi, y esa mujer nos recibía amorosamente”.

Foto cabecera: Audiovisuales UNS.

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