“Los cuerpos de la mayoría de las personas asesinadas en la Subzona 51 fueron hechos aparecer en operativos armados”
Durante la audiencia 91 la Fiscalía alegó acerca de los casos de las víctimas cautivas en el Batallón de Comunicaciones 181 y comenzó a describir aquellas que pasaron por las comisarías, alcaldías y el penal de Villa Floresta durante la última dictadura. El juicio continúa este jueves desde las 9.
Entre los casos se destacan las víctimas de la “Masacre de calle Catriel”. Se trata del secuestro de Juan Carlos Castillo, Pablo Francisco Fornasari, Zulma Raquel Matzkin, Mario Manuel Tarchitsky y Juan Oscar Gatica siendo este último el único sobreviviente.
"Los llevaron a los calabozos del Batallón 181, fueron sometidos a torturas como estar parados con las manos en alto con un guardia y un perro entrenado que reaccionaba ante los movimientos. A la mañana siguiente se llevaron a Castillo a La Escuelita y nunca más volvieron a verlo pic.twitter.com/CNJZgJW7KU
— FM De la Calle (@FMdelaCalle) April 18, 2024
“La militancia política fue el eje de inteligencia desplegada hacia las víctimas. Esto dan cuenta los archivos de la Comisión Provincial por la Memoria. Gatica declaró, fue el único sobreviviente”, dijo el fiscal Pablo Fermento.
Las víctimas fueron mantenidas en cautiverio en el edificio de la plana mayor del Batallón 181. “Los llevaron a los calabozos, fueron sometidos a torturas que incluyeron ser obligados a estar parados con las manos en altos con un guardia y un perro entrenado que reaccionaba ante cada movimiento. Luego fueron interrogados por Otero. A la mañana siguiente se llevaron a Castillo a La Escuelita y nunca más volvieron a verlo”, agregó Fermento.
El fiscal explicó que el 18 de junio del 76 se les permitió a las víctimas enviar cartas a su familia. Fornasari escribió una carta a sus padres y su esposa con un relato de lo que venían padeciendo. Días más tarde, el 1 de julio, obligan a Fornasari y a Gatica a firmar declaraciones diciendo que habían recibidos buenos tratos. “Esto lo vamos a ver en varias personas que fueron desaparecidas para hacer figurar que ya no estaban detenidas bajo la órbita del Ejército. Y en la madrugada de 2 de julio se llevaron a Fornasari a La Escuelita”.
“Matzkin fue llevada a La Escuelita, donde fue torturada, sufrió agresiones sexuales y posteriormente fue asesinada. Tarchitzky, también estuvo en La Escuelita. Otros sobrevivientes refieren que fue agredido por su credo, él era judío. Identificaron al ‘Laucha’ Corres como su torturador”, dijo el fiscal.
“Las 4 víctimas permanecieron en el centro clandestino hasta ser asesinadas y sus cuerpos hechos aparecer el 4 septiembre de 1976 en lo que se conoce como la Masacre de Catriel en lo que fue una puesta en escena montada en una casa deshabitada en la calle Catriel 321” alegó.
“La mayoría de los cuerpos de las personas asesinadas en la Subzona 51 fueron hechos aparecer con esta metodología, el carácter de armado se pudo acreditar con los testimonios de distintos vecinos en la causa Bayón”.
“El hecho fue publicado en La Nueva Provincia donde se menciona el domicilio con las fotografías de 2 de las victimas presentados como victimarios. La familia se enteró a través de las noticias del diario”, contó.
Por otro lado, también se hizo hincapié en el operativo desplegado el 9 de septiembre de 1976 en el partido de Villarino del que resultaron secuestrados Lilian Noemí Larrosa, Isabel Judit Chavero, Julio Gueper, Israel Gueper, Ernesto Rubén Golub, Esther Resnicoff, Isidoro Najt, Isaac Najt, Julio Francisco Descosido, Agustín Schventzel, Ernesto Alfredo García, Pedro Martínez, Hermano de Pedro Martínez, Israel Resnicoff, Saúl Gerardo Maguitman, Moisés Ostrosky, Raquel Paganini, Marta de Maguitman y Pedro Alberto Golub.
De allí uno de los testimonios más contundentes sobre las torturas y padecimientos fue el de Noemí Larrosa.
“Larrosa vivía en Médanos, fue trasladada al Batallón 181 y ubicada junto a otras mujeres donde continuó sometida a cautiverio. Larrosa relató desgarradamente que sufrió manoseos y tocamientos durante el traslado hacia Bahía Blanca. En cautiverio continúo sufriendo abusos sexuales, intentos de violación y tuvo que atravesar su ciclo menstrual sin elementos de higiene”, dijo la fiscal Molini.
Agregó que “fue contundente en su relato en que en una oportunidad fue desnudada y le manifestaban que la iban a violar, la aplicaron picana eléctrica en vagina y senos, configurativo de la figura de abuso”.
Finalmente Larrosa fue liberada. “Relató que luego de la liberación tuvo mucho miedo: ‘Tengo secuelas muy graves, estuve 10 años sin salir, sufro de grandes depresiones. Me cambiaron el rumbo de mi vida’. Larrosa tenía 19 años”.
También destacaron los secuestros de Laura Manzo, María Emilia Salto y Daniel Bombara, quienes militaban en la Juventud Peronista. Fueron capturados durante la mañana del 29 de diciembre de 1975 en el barrio Noroeste, cerca de Santa Cruz y Bravard. En una sede policial fueron interrogados bajo tortura con picana eléctrica, sometidos a desnudez y descargas eléctricas sobre sus genitales.
“Salto dijo que fue una tortura redoblada y con mucha bronca cuando se enteraron que era ella la responsable de la Juventud Peronista de Río Negro. Los testimonios de los testigos y de la hija de Salto son coincidentes en el especial ensañamiento que tenían contra Bombara. En un momento la tortura se detuvo, se escucharon corridas, Salto y Manzo fueron introducidas en un vehículo junto a un cuerpo que no se movía. Dijo que era el cuerpo de Bombara”, afirmó la fiscala.
Recién en 1981 ambas mujeres recuperaron la libertad bajo vigilancia. Manzo quedó confinada a los límites de la localidad de Quilmes. Salto cumplió con el régimen de libertad vigilada en la ciudad de Cipoletti, hasta que el 23 de agosto de 1982 en que la vigilancia fue dejada sin efecto mediante Decreto N°385.
En 2011 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Bombara. “La hija cuando declaró dijo: ‘La fantasía de encontrar esos restos era para mí era como hallar un tesoro’. Quien fue la esposa de Bombara manifestó que había sentido un alivio doloroso”, dijo Molini.