No aguantaste morocha

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(Por Alfredo Grande) No pudieron aguantarlo. No hubo una etapa superior del kirchnerismo. La sintonía fina terminó siendo la delgada línea roja que separa la victoria de la derrota, y la más delgada línea roja que separa la derrota del fracaso. El orgulloso Frente para la Victoria ni siquiera pudo sostener una derrota digna. Simplemente fracasó. El fracaso es derrotarse a sí mismo. Traicionarse. Degradarse. Lastimarse. Una de las formas de paliar el dolor y la tristeza, es victimizarse. Siempre las culpas son ajenas. El mismo pueblo que nunca se equivoca, ahora es un autómata descerebrado manipulado por los medios.

Quizá no sea el mismo pueblo. Quizá cada dirigente tenga el pueblo que le conviene. Y que se merece. Un balotaje entre derechas luego de 12 años y más de un proyecto nacional y popular triunfante, es más que una broma macabra. Es un analizador histórico de que las uvas siguen verdes. Y no vale la pena esforzarse para alcanzarlas. Si el kirchnerismo es el mejor peronismo, entonces se traicionó a sí mismo. Fracasó. Ni el Aníbal ni el Daniel eran los indicados para el pasaje a una etapa superior del proyecto. Y no es lo mismo proyecto que proyección.

“En una cultura no represora, te da sorpresa la vida.

En una cultura represora, te da sorpresas la muerte.”

(Aforismo implicado A. G.)

Un proyecto tiene una táctica, una estrategia, una logística y tiene objetivos explícitos. La proyección es exportar nuestros deseos. Lógica del enamoramiento, letal para la política. La disociación entre lo que deseo y los indicadores de realidad terminan siendo la verdadera grieta. Si la política enamora, estamos condenados. Amar es bien distinto a enamorar, incluso es lo opuesto. Y una política que no tenga como fundamente el deseo, termina exportando mandatos. Retos. Amenazas. Profecías aterradoras sobre el por venir. Habituales en los divorcios contrariados. “No vas a encontrar ningún hombre como yo”, amenaza el marido despechado. Y la esposa en retiro efectivo, quizá después de años de análisis, le responde: “Esa es la idea”.

El matrimonio con el frente para la victoria ya no estaba sustentado en el amor. Y por lo tanto eligieron sostener al matrimonio con el espanto. Lo dijo de otra manera, no podía ser de otra manera, el custodio del pensamiento nacional. Lo humillante es que el pueblo, la mitad más dos por lo menos, eligió al no tan lindo, limpio y muy malo. De las dos derechas en oferta, eligió la primera marca. Dicen que era una opción y no una elección. Puede ser. Pero también elegimos optar o elegimos no optar. Algunos llaman a esto voto en blanco.

Lo que para mí está claro es que la morocha no pudo aguantar. El peronismo nunca salió por izquierda y ella tampoco. La maldición de Evita sigue vigente. Al no ser revolucionario, no será. Pero la presidenta fue más allá. Dijo que no era progresista, sino peronista. Sin embargo, los peronistas fundacionales piensan bien diferente. Una Cámpora sin camporistas no convence sino a los con vencidos. O sea: a los vencidos por tanta letanía oficialista. El último camporista, Esteban Righi, fue defenestrado cuando intentó investigar al Barón del Senado, el Amado.

La tranversalidad fue el nombre de una alianza con el menemismo, el radicalismo y los salieris de Alsogaray. Scioli, Cobos y Boudou. Los tres chiflados por el Poder. En el corazón del kirchnerismo latían los odiados 90. Ese inframundo debía ser exorcizado continuamente. El monstruo liberal debía estar oculto en los sótanos y mazmorras de la historia. Lo sacaron cuando fue necesario y con un libreto escrito para que desmintiera su infame origen. Pero no puede convencer el que no está convencido. Y al Daniel el Tranquilo se le notaban demasiado los tatuajes del “turco” que supo navegar en tantas neblinas.

Balotaje entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.

Macri es el hecho maldito del país kirchnerista, con licencia de William Cook. Simplemente porque pone en la superficie lo que en 12 años quisieron y lograron ocultar. La orgía privatizadora de los 90 en la cual participaron no pudo ser totalmente encubierta por la conversión nacional y popular. Les faltó la terquedad del converso. Un Daniel triunfante hubiera permitido que ese origen infamante tuviera una dispensa por otros 4 años. Y que la tensión insoportable entre los odiados 90 y la década del amor nacional y popular dinamitara desde adentro al Frente y Contrafrente para la Victoria.

“En las democracias por mandato,

la amenaza es una política de Estado”

(Aforismo implicado A. G.)

Banalizar el mal es el recurso de los genocidas. Banalizar el bien es la estrategia de los demócratas. Ni siquiera nuestra constitución nacional podrá socorrernos. “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”. No aclara, quizá por piedad, representantes de qué. ¿Empresas quizá? Una anticipación de las designaciones de los ministros nacionales que una vez más han resuelto que atiendan los propios dueños. Quizá el país no sea una empresa. Pero Hotesur sí. Y el presidente electo saca de sus mazmorras a los adefesios y nos dice, sonriente y beatífico: los 90 que vos matáis, gozan de buena salud. Y eso, nada más, y mucho menos, fue el balotaje. Mostrar u ocultar nuestra matriz liberal, unitaria, reaccionaria, racista, mercantilista, del gran pueblo argentino salud.

Me han preguntado: “y ahora que hacemos”. Una respuesta es seguir leyendo las notas en la Agencia de Noticias Pelota de Trapo. O escuchando Sueños Posibles los lunes 21 hs. en La Retaguardia. O navegar por la página web de Pelota de Trapo. O todo eso. Y seguir resistiendo al represor y luchando contra todas las formas de la cultura represora. Entonces algunos podrán volver a escribir el preámbulo que bien redactado dirá: “el pueblo delibera y gobierna, a pesar de sus representantes”.