“Nos dijeron que no los miremos porque nos iba a pasar la peor de las cosas”

Sergio Gustavo Custodio, hijo de Stella Maris Ramírez -una de las víctimas de la Megacausa Zona 5- declaró la semana pasada. También lo hizo Samuel Castro, inmigrante chileno y habitante del barrio 17 de agosto, secuestrado luego de la Masacre de calle Catriel.

Custodio declaró que cuando tenía 14 años efectivos de la Policía Federal irrumpieron en su domicilio a raíz de que se había efectuado una denuncia por comentarios que un compañero había escuchado en el colegio.

“Estaba en segundo año y habíamos estado haciendo unos chistes con compañeros sobre drogas, que no tenían mucha realidad. Parece ser que un compañero contó eso en su casa y eso derivó en una denuncia que genera ese procedimiento. Van a la noche a mi casa pateando puertas, esta gente de la Federal. Me llevan a mí detenido, no recuerdo bien si fueron una o dos noches. Me preguntaban de eso que habíamos hablado, si conocía a traficantes. Cuando vuelvo a casa a mi madre se la habían llevado. Me entero ahí. No supimos mucho”, dijo.

Stella Maris era trabajadora social y ejercía el cargo de Directora Interina del Hogar del Niño de la Municipalidad de Bahía Blanca, en Villa Rosas.

En relación al secuestro de su madre, Custodio dijo que “estuvo detenida en Floresta durante unos meses, llegamos a ir a visitarla y un día fuimos y ya no estaban más. Nadie pudo dar cuenta de dónde estaban, habían hecho un traslado de mucha gente detenida. Con el correr de los meses, se publicaban en el diario listas de personas a disposición del PEN. Y en una de esas listas estaba el nombre de mi madre. Los habían trasladado al penal de Devoto. A mi madre la liberaron después de un tiempo”.

Una vez obtenida la libertad, el testigo afirmó que para su madre “fue difícil porque ella perdió el trabajo, después la reintegraron en otro cargo. Mi mamá era una mujer muy fuerte de todas formas, entiendo que nos habrá ocultado detalles. Pero los primeros tiempos estaba muy asustada, todos estábamos asustado. Mirábamos a la calle a ver si había una cosa rara. Con el tiempo fue recomponiéndose”.

“Lo que se llevaron era casi todo material de estudio de mi madre. Antes de todo esto se corrían rumores y mi mamá se deshizo de muchas revistas y libros. La Nueva Provincia ponía que había sido desactivada una célula terrorista que operaba en la UNS, entre esos nombres estaba el de mi madre”, concluyó.

En sintonía con lo declarado en audiencias anteriores por Elisa González Navarro, se manifestó Samuel Castro.

Castro dijo que en agosto de 1977 personal del Ejército allanó su casa y lo secuestró a él y a su esposa Elba Jara. Los condujeron a un aserradero donde “estaba todo el barrio en fila, nos apartaron de la fila, éramos seis, tres mujeres y tres varones”. Posteriormente los llevaron a la Unidad Penal 4 donde permanecieron un tiempo detenidos.

“A nosotros nos hicieron desvestir y así nos llevaron hasta el pabellón. Nos dejaron adentro del calabozo, una colchoneta, un catre. No había más nada. Todos los días a la mañana, a la tarde o a la noche nos sacaban para hacer las mismas preguntas. Dónde vivíamos, si conocíamos a tal o cual, si salíamos a hacer pintadas, repartir folletos”, contó el testigo.

Castro dijo: “Trabajé de albañil toda mi vida, me conoce todo el mundo. Me conocen bien de trabajar diariamente, ganarme el jornal diario para llevarle a mis hijos. Nunca tuve una queja por mi comportamiento. Mi padre y mi madre me buscaban por todos lados para saber dónde estaba, nadie le daba respuesta, pero gracias a dios a los 21 días salí. Los vecinos hacían fiesta, cantaban porque habíamos salido”. 

Respecto a la Masacre de calle Catriel Castro recordó que en aquel falso enfrentamiento las fuerzas armadas “mataron a 4 personas, los pusieron contra la pared. Allí se veían las manchas, vimos que habían cuatro manchas grandes de sangre, por la altura y demás supusimos que le habían pegado tiros en la cabeza”.

“Calculamos que eran los que habían llegado al barrio a dar una mano, se identificaron como estudiantes de la universidad. Nos dijeron que querían ayudar al barrio, a los chicos. En ese tiempo habían canillas públicas que siempre tenían pérdidas de agua, nos dijeron que iban a arreglar las canillas, ayudar a los vecinos a acomodar el cerco. Se dedicaron a eso, a ayudar a los chicos que iban a la escuela”, relató.

“Con el tiempo pensando en el barrio pensamos que podrían haber sido estas personas que mataron en la calle Catriel”.

Entre las últimas horas del 4 de septiembre de 1976 y las primeras del 5 de septiembre, en Catriel 321, personal del V Cuerpo de Ejército fusiló a Zulma Matzkin, Pablo Fornasari, Juan Carlos Castillo y Manuel Mario Tarchitzky.

“Nos atemorizaron, nos dijeron que tratemos de no mirarlos porque nos iba a pasar la peor de las cosas. Siempre mirábamos hacia abajo. Nos recordaron, siempre va a haber un Falcon y los puede estar siguiendo, tengan cuidado con lo que hacen”, concluyó.

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