¿Por qué no pudieron destruir el estuario?
(Por Mariela Dobal) El fin era profundizar el dragado hacia Gral. Cerri para garantizar lugar (destruyendo al paso toda diversidad) a futuras instalaciones industriales y buques metaneros. La organización popular y la circulación de información precisa gestaron movilizaciones que lo evitaron. Pero hubo más…
Hace 10 años el proyecto de la UTE YPF-Enarsa era dragar a 45 pies (14 metros) el canal de acceso hacia Puerto Cuatreros para, en principio, instalar en la localidad cerrense una planta regasificadora. Luego se conoció que el Estado y multinacionales planificaban otras instalaciones (una central termoeléctrica, una planta exportadora y procesadora de granos, etcétera) para fundar un segundo polo industrial en ese espacio, que se iría transformando en otra zona de sacrificio, parecida a Ingeniero White, donde el sufrimiento ambiental existe pero se invisibiliza.
Desde enero a noviembre de 2011 fueron meses de mucho aprendizaje. Si bien fue multicausal que semejante proyecto no pueda realizarse, surgieron hechos distintivos desde la participación ciudadana y el compromiso colectivo para proteger el ambiente natural y cultural que, sin dudas, fueron claves para su suspensión.
Mientras medios hegemónicos locales, financiados con pauta oficial y sin vocación de hacer un poco de periodismo, auguraban los beneficios de este nuevo desarrollo portuario-industrial, las voces empresariales y gubernamentales encargadas de explicar sus alcances se hamacaban entre contradicciones, ocultamientos, preguntas sin poder responder adulteraciones en estudios de impacto ambiental exigidos ante tal avasallamiento a este ecosistema.
En contrapartida, y como respuesta inmediata, se encendieron alertas tempranas en la comunidad cerrense, que claramente no quería tener como destino lo vivido y padecido por vecinos y vecinas de Ing. White.
Porque no hay línea imaginaria ni territorial que divida el sufrimiento socioambiental que se experimenta con estas alteraciones definitivas a los entornos naturales y al saqueo de bienes comunes de las comunidades.
El extractivismo, en todas sus formas, no es viable sin subsidios o aval del Estado, por eso si se pone el ojo en un objetivo hay que defenderlo con determinación y argumentos. Y así fue. Se tuvo gran capacidad organizativa para conocer y defender el estuario y su importancia para la reproducción de la vida natural y animal en ese espacio, en armonía con la actividad humana de menor contaminación posible. Lograr el encuentro e intercambio de saberes académicos y populares, fue otro gran acierto de quienes lograron conjugar experiencias y emociones para poner en palabras y en acciones la necesidad de preservar ese lugar común, cargado de historias, reencuentros y potencial trabajo regional.
Rápidamente surgieron las consignas: “NO AL DRAGADO – SI A LA VIDA” y “EL ESTUARIO NO SE TOCA”. Inspiradas en el aporte de artistas que con su arte y música resignificaron cada bandera, sintonía y manifestación, muchas de ellas cargadas de historietas y murga. Como nunca antes aportes culturales y de profesionales universitarios/as y técnicos/as se promulgaron en defensa de los derechos de las personas a elegir cómo vivir, producir, consumir en contextos de cuidados comunitarios e indentitarios.
La comunicación popular fue la herramienta que entrelazó voluntades, deseos y conocimientos. Así se sucedieron radios abiertas, producción de folletos explicativos, programas especiales, transmisiones de actividades y asambleas, afiches y murales, entrevistas y producciones audiovisuales, que empoderaron los reclamos y amplificaron la participación de vecinos/as, estudiantes, trabajadores, docentes, algunos partidos políticos, especialistas, integrantes de pueblos originarios, ambientalistas y juventudes diversas.
“El estuario no se tocó”. Al igual que en Famatina, o en otras latitudes, se revalorizó que el agua vale más que el oro y que el acceso a los territorios debe ser con la licencia social de las comunidades… o no será.
Lo inédito fue quizá que “se tocaron”, sin embargo, apatías que parecían perdurar, pronunciamientos éticos profesionales y multisectoriales que estaban silenciados, y el cumplimiento de obligaciones de funcionarios públicos que omitieron su responsabilidad.
Aquella multitudinaria audiencia pública del 16 de noviembre de 2011 en Cerri, sí tuvo carácter vinculante y fue el punto final de meses y meses de desandar asimetrías con los poderes de turno. Porque su legitimidad fue transversal a cada expresión en defensa y pertenencia del espacio que se habita, con la premisa de que un pacto ecosocial y económico es urgente e indispensable para transitar un nuevo paradigma civilizatorio. 10 años después, pandemia mundial mediante, convoquemos a renovar el legado de aquella lucha ganada, por las actuales y las que vendrán.