¿Qué ganó?

(Por Astor Vitali) Ya con los datos un poco más estables, sin la efervescencia triunfalista para unos, derrotista para otros, podemos pensar algunas cosas acerca de nuestra realidad política, a partir de la lectura de los resultados electorales de las PASO 2023 que, en principio, deja a tres posibles jugadores en búsqueda de alianzas para dar una larga, arduísima pelea electoral en lo que va del año, con la posibilidad del balotaje.

Vamos a compartir algunos elementos que queremos destacar sobre estas primeras horas.

Primero, a nivel económico ganó un nuevo consenso: el consenso devaluatorio. La expectativa de los especuladores en Argentina es producir al menos dos devaluaciones importantes de aquí a fin de 2023. Buscan levantar una parte del precio de la adicción verde antes de las elecciones generales y, luego de ellas, construir un nuevo precio -en alza- antes de hacia fin de año.

Estas operatorias serán más o menos ordenadas, más o menos vestidas de reacción de “los mercados”. Pero el objetivo de las aves de rapiña que carcomen el tejido social argentino espera llevar al dólar a poco menos que el doble de su precio actual.

Segundo: no se puede hacer predicciones precisas porque las condiciones de imprevisibilidad de la política argentina actual permiten pensar que, por las características de las derechas en disputa y por la posibilidad de adaptación del peronismo, hay todavía muchas jugadas para hacer.

Tercero: la reciente experiencia española, si bien no es un espejo sobre cuyo relieve pueda reflejarse la situación concreta de nuestra tierra –pero sí es un indicador de las posibilidades de construcción de las derechas ultra salvajes- da cuenta de que a la angustia política debe respondérsele con capacidad de articulación política y propuesta hacia la sociedad. ¿El 30 de Milei es el piso de un nuevo fenómeno de masas o es el techo de un voto que –en PASO- debe interpretárselo de una forma más aguda?

Cuarto: la crisis económica a la que –con mayor o menor violencia- nos va a someter el consenso devaluatorio y los compromisos de conservadurización de la política económica de la mano de las cadenas del FMI, lleva necesariamente a crisis social. La mala noticia es que si hay crisis social sin articulación política, las organizaciones populares son carne de cañón.

Contra la estupidez del pensamiento de izquierda arcaica de que “cuanto peor mejor”, esa crisis social no tiene por dónde agarrarse desde el punto de vista de la organización política. En ese escenario, con la influencia de la cana administrando el delito, el narco inserto en los barrios y aportando a las campañas electorales (los nuevos ricos manejan este negocio), sin organización política popular pierden también y centralmente quienes siempre pierden.

En otras palabras, además de la violencia de clase que se ejercerá a través del estado, habrá de padecerse violencia social –de abajo hacia abajo-.

Quinto: desde el punto de vista electoral, es notorio que las propuestas que podrían identificarse con modificar la dirección de esa violencia social en lugar de “de abajo hacia abajo”, “de abajo hacia arriba”, no atraen al electorado. Pero ¿es cierto que la población se derechizó o es más cierto que la población no logra visibilizar un discurso de izquierda que logre conectar con la situación contemporánea?

Pero esa es una pregunta para el próximo ciclo electoral. Para el que está en curso, resta ver el juego de las alianzas entre propuestas de carácter conservador.

Sexto: mientras la población sigue alejada de las estructuras partidarias ¿llevar a un voto de internas obligatorias sin que esa participación implique politización de la sociedad, trabajo de conciencia, es la mejor idea?

Séptimo: “Tanto joder, tanto joder… que al final lo encontrás”, decía la letra de Choli Rancho de A.N.I.M.A.L. El resultado de Milei es impactante pero no sorprendente: es una construcción sistemática de varios sectores –entre ellos mediáticos–  a la que el resultado de ayer consolida en un lugar que fue buscado. Se trata de un resultado de acciones concretas con responsables concretos.

Octavo: el manejo de encuestas, datos, proyecciones de elecciones provinciales para concluir lecturas apresuradas son siempre herramientas menos efectivas para la interpretación política que la propia, clásica, analógica, prehistórica capacidad de leer a la sociedad en el mano a mano, en eso que ocurre en la calle, en lo que se escribe, en las aulas, en los lugares de trabajo. La estupidez académica empresarial del pensamiento de tubo de ensayo y de focusgrup, esa manía occidental de descuartizar con la pretensión del “análisis”, de la enumeración, lleva a la dirigencia a mal ejercer la capacidad de lectura política tradicionalísima, es decir, la capacidad de interactuar con lo político, con lo que ocurre en las ciudades, con la población de las ciudades que quieren dirigir

Noveno, cuando Néstor Kirchner descolgó los cuadros de los genocidas en la ESMA, el siempre agudo David Viñas señaló: “cuidado con la sangre en el ojo de un fascista”. Si lo que tenemos que elegir como sociedad es entre una derecha violenta y otra derecha violenta, el mensaje hacia los violentos capaces de perseguir, torturar, mutilar, descalificar, violentar al enemigo que han venido construyendo (mapuches, putos, tortas, travas, zurdos, etc.) es de rienda suelta y las experiencias de la historia reciente dan cuenta de que cuando a un fascista se le da rienda suelta –sólo ahí, porque son cagones y actúan cuando sienten que tienen menos riesgo de apercibimiento, cuando hay zona liberada- ese fascista es capaz de dar rienda suelta a sus fantasías de violencia y el clima pasa de gris oscuro hacia lo opaco.

Los riesgos de esto son varios: por un lado, la desmovilización; el fascismo se nutre del miedo y el miedo lleva a la estupidez humana. El nacismo es un ejemplo reciente de la historia en el que algo que parece imposible de ocurrir, no solo ocurre, si no que a escala masiva y sistemática, calculada. Las cámaras de gas no se hacen de un día para otro. Se comienza por el miedo.

Por otro lado, aparece con claridad la encerrona de seguir girando en círculos entre la trampa electoral de unas ultra derechas y otra derecha que acepta las reglas de juego del FMI. Lo que genera angustia de fondo, lo que nos carcome el alma política, es que la democracia, que en estos 40 años de democracia, las fuerzas políticas populares no han sido capaces de articular alternativas posibles, concretas y transformadores del modelo neoliberal, de la situación de dependencia económica, de la cuestión de la estructura segregatoria que deja a casi la mitad del país afuera del mapa, afuera de las condiciones de posibilidad para vivir algo parecido a una vida  humana, con derechos y todo.

Décimo: es necesario repensar las alianzas entre el campo popular. No ya –necesariamente- las alianzas electorales sino de supervivencia. Las políticas conservadoras que están en pugna sostienen sin disimulo su postura de perseguir, de salir a cazar militantes. Mataron uno dos días antes de las elecciones, a modo de señal.

¿No requiere esto un acuerdo de las dirigencias democráticas –serio- para proteger a la militancia, para formar a la militancia en esta nueva situación? No solo es posible sino necesario, porque si la militancia no discute, no habla, no toma medidas, la contracara es el miedo y el desaliento: quedarse en casa o irse a casa los pocos que todavía no lo hicieron.

Décimo primero: se requieren procesos de formación política y de consciencia ante la situación de crisis económica y política. Los partidos ¿volverán a ejercer su trabajo de partidos o seguirán haciendo selfis? ¿No la vamos a cortar con la gilada para pasar a volver a tocar a la población de carne y hueso?

Sin formación política de base, sin herramientas concretas de organización, y sin consciencia popular de qué se juega en este rumbo de los proyectos políticos que están en pugna, el destino es manifiesto. Pero la responsabilidad mayor no es de la población tomada de una en una: la responsabilidad es de la mediocridad de la dirigencia política que se la pasa advirtiendo pero no hace política sistemática sino tres o cuatro semanas antes del suceso electoral.

La historia de los procesos políticos transformadoras recuerda que sin procesos sistemáticos de organización partidaria (de formación y de conciencia) no hay conducción política posible de los estallidos sociales y que la capacidad de recomposición de los poderosos es siempre entre alta y muy alta.

Décimo segundo: ya aprendimos que siempre se puede estar peor. Entre la dictadura y el peronismo menemista hicieron mierda la estructura de estado de bienestar del siglo 20. Instauraron el terror y comunicaron con claridad que hay seres humanos categorizados bajo el mote de excedente. Gente que sobra. Hasta ahora, cierta ética formal del sistema político argentino sostenía a ese excedente mediante herramientas de seguridad social. Gran lucha social por este reconocimiento vimos desde los primeros piquetes en los noventa hasta el momento.

Bueno, como dijimos, siempre se puede estar peor y no caben dudas: van por el “excedente” de seres humanos que “sobran”.

¿Cuál es la política adecuada para ir a contramano?

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