¿Quién mató al Corso?

En Bahía Blanca alguien mató al carnaval, y si usted y yo fuéramos un par de detectives parados frente al cadáver aún tibio de los corsos pensando la respuesta al título de este texto, tal vez le diría: ¿La policía? Y tal vez usted, con gesto astuto, mientras pita pensativamente su pipa me contestaría: “Elemental”. (Por Lara Castro)

Y es que así como se ha cargado con la vida de varios chicos que bailaban, saltaban y cantaban en esas murgas populares, la policía, aunque no única responsable, tuvo mucho que ver con el hecho de que los corsos ya no estén entre nosotros.

Era febrero de 2017 y, en medio de las jornadas de Carnaval, el gobierno municipal de Bahía Blanca canceló el Corso Céntrico mediante este breve comunicado:

“Ante los sucesos que tuvieron lugar en el ámbito de la Plaza Rivadavia durante el desarrollo del denominado Corso del Centro y en virtud de la determinación de la Policía Departamental de no coordinar el operativo de seguridad en el día de hoy, el Municipio de Bahía Blanca, a través del Instituto Cultural, comunica la decisión de no llevar a cabo la celebración del festejo.

La falta de garantías por parte de la fuerza policial y el retiro de la misma, nos lleva a tomar este camino no deseado tanto por parte de la Asociación de Murgas Bahienses como de la administración municipal, ambos organizadores. La inseguridad que ello reporta y la ausencia de la presencia policial, nos genera la situación de determinar lo que entendemos más apropiado frente a la inquietante situación de un panorama ausente de control”.

Tal vez usted (siendo un/a detective tan perspicaz) piense que 5 años es un tiempo suficiente para que el Municipio y la policía puedan ponerse de acuerdo y coordinar un operativo no muy complejo, capaz de impedir o controlar algún eventual desmán. Claro que tendría usted toda la razón, pero el problema parece estar más en una carencia de voluntad que en una carencia de tiempo.

Ese “Ante los sucesos que tuvieron lugar…” con que empieza el comunicado oficial no refiere a más que una pelea confusa entre una porción mínima de los presentes (algunos con cuchillos). Hecho condenable, pero absolutamente aislado y ajeno a la inmensa cantidad de bahienses que disfrutaban del carnaval y los corsos céntricos. Esos “acontecimientos” parecen en extremo insuficientes para que la policía se anime a dirigirse a un intendente democráticamente electo y decirle que ellos (servidores públicos) no pueden garantizar la seguridad y, por lo tanto, no están dispuestos a dar presencia. Cabe preguntarse: ¿Qué destino le cabría a cualquier espectáculo deportivo si, ante los cotidianos hechos de violencia (con víctimas fatales cada tanto), la policía utilizara el mismo criterio? ¿El intendente los aceptaría sin chistar demasiado?

En su momento sonó a desplante. Algunos trataron de indagar sobre conflictos entre la cúpula policial local y el intendente Héctor Gay pero lo cierto es que, sin importar si esa interna existió o no, después de 5 años sin corsos céntricos, más que de internas o pases de factura algún/a detective malpensado/a dirá que era simple coordinación.

¿Y cuál es el móvil del crimen?

La motivación, lo que hace mover la voluntad del victimario, es difícil de determinar porque suele estar retenida en el plano de los pensamientos, pero algunas acciones o hechos exteriorizan esa voluntad. A nadie escapa que el gobierno de Gay no es ni pretende ser un gobierno popular. Siempre más dispuesto a facilitar que algún privado ponga mesitas y macetas para “embellecer” el espacio público que a garantizar el acceso de todos y todas a ciertos derechos. El móvil resulta ser clasista, y también estético. Matar el Corso fue impedir que la Bahía periférica y marginal tenga contacto con una parte de la ciudad que es resguardado y reservado celosamente por este gobierno para que sea usufructuado por el sector de la población en el cual la coalición conservadora se apoya y se nutre. Entonces, si quieren murga que la hagan allá, en sus barrios de calles de tierra. Allá, lejos del paisaje urbanístico de nuestro centro.

Pero lo que no ven -o no les importa- es que en las murgas hay muchísimo trabajo, enorme dedicación y mucha ilusión, sobre todo de niños y niñas que esperan durante todo el año este momento de carnaval en el que quienes no pueden irse a pasar el finde largo a Monte, Sierra o Pehuen quieren, al menos, poder disfrutar de lo que también es SU CIUDAD.

La murga es expresión pura. De alegría y fiesta, a través de los cuerpos rebotando en el piso al sonar la percusión. De rabia y queja, a través de las voces que quieren cantar las injusticias vividas día a día. Por eso duele tanto que se haya perdido el Corso Céntrico y también duele la concepción que tiene de la cultura el Municipio. ¿Qué es la cultura sino la expresión de un pueblo?

A propósito, ¿alguien me puede pasar el cronograma de actividades del Instituto Cultural para este Carnaval 2022? No se qué pasó que no lo pude encontrar.

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