Una, dos, muchas veces oprimida
(Por Equipo de acompañamiento al caso) Es adolescente, pobre y víctima de violencias múltiples: el caso de la jovencita madre de Monte Hermoso y su niño abusado son la evidencia de una problemática social a partir de la cual se deben alcanzar soluciones integrales como una necesaria perspectiva de género y de consideración de las intersecciones de opresiones y violencias.
Estamos ante un caso de imposibilidad del acceso a una justicia justa en términos de derechos, esta sería una justicia que considere la perspectiva de las intersecciones de vulnerabilidades y esto debiera manifestarse en las políticas, los programas, los servicios de salud que abiertamente han reproducido en este caso la violencia de género sufrida revictimizando a dos menores víctimas de violencia sexista.
La jovencita tenía 14 años cuando quedó embarazada de Pablo Baldevenito, de 19 años, en ese momento estudiante para el ingreso a la Prefectura Naval en Ingeniero White. Ella fue víctima de violencia de género desde el comienzo de la relación, acrecentándose en el transcurso de la misma, con el embarazo y cuando es trasladado a Capital Federal a estudiar en Prefectura.
Fue una joven violentada antes, durante el embarazo y luego del nacimiento del niño. Recibía golpes, amenazas, hostigamientos, control permanente incluso al punto de dejarla encerrada junto a su hijo días enteros hasta que el llegaba de su trabajo en la prefectura. Su niño fue víctima también de golpes de este hombre y esto ha sido denunciado por su madre. Estas denuncias todas han sufrido el camino que sufren la mayoría de este tipo de denuncias, han sido “cajoneadas” en la comisaría de la mujer de Monte Hermoso.
El círculo de violencia se sostuvo mucho tiempo, con maltratos, amenazas, hostigamiento, violencia psicológica. La familia de la jóven acude a buscarla a Capital Federal en uno de los episodios de violencia y la trae a Monte Hermoso.
Su padre viajaba a verlo desde Capital Federal. El niño llega un domingo luego de la visita con su padre afiebrado, según el padre “estaba insoportable” por eso le pidió llevárselo a su mamá. El niño es llevado al hospital regional, donde en medio de los estudios le preguntan a la madre si ha sido víctima de violencia, ella informa que sí, ella y el niño, de parte del progenitor. A partir de allí se realizan estudios y se detecta que el niño había sufrido abuso sexual de parte de un hombre que no se pudo identificar la identidad por el tiempo transcurrido para los exámenes de líquidos en el cuerpo del niño.
Luego de un mes de internación en el cual la joven recibió hostigamientos de Pablo Baldevenito para que retire las denuncias de violencia de género, amenazas incluso con ostentación de uso de arma reglamentaria, acusaciones del progenitor del niño de que culpa suya de no haber accedido a volver a estar en pareja estaba en esas condiciones el niño.
En todo ese mes el hombre vio al niño, no se restringió desde la fiscalía a cargo del Fiscal Mauricio del Cero a ninguno de los seis hombres de la familia que podrían ser sospechosos ya que se menciona al círculo familiar como suceptibles de ser considerados responsables del abuso. No hubo investigación en el mes en que se conoció el hecho que permita dilucidar o al menos alejar al niño de posibles abusadores, si se condenó a la madre. Recibió maltratos, acusaciones, humillaciones de parte del personal del hospital.
El Consejo Local de Niñez y Familia elaboró un informe basado prácticamente en información proveniente de informes médicos del hospital que no consta ningún peritaje que permita acusar a la madre del abuso, además se basó en entrevistas a la familia del padre, quienes salieron en los medios durante todo el mes en que el niño estaba hospitalizado acusando a la madre del niño de la situación.
El juez de familia Orlando Daniel Mattii (juez suplente), firmó la solicitud del Consejo Local de Niñez y Adolescencia de autorizar una medida de “abrigo compulsivo”. Desde ese día, por autorización de este juez a que se utilice la fuerza policial, el niño fue traslado en un móvil policial a una institución denominada “Casa del Niño” en Punta Alta. La madre se encuentra en Monte Hermoso a 90 km. de distancia y puede ver cada dos días a su hijo, el régimen de visitas favorece al padre quien puede seguir viéndolo con mayor asiduidad que la madre y no se ha restringido la visita a ningún hombre de la familia.
Su abogado Leandro Aparicio está denunciando tanto estas violencias de género que la joven venía atravesando como así también la violencia institucional de la que ha sido víctima. Estamos ante una situación de revictimización, de vulneración de derechos que como madre adolescente le asisten, de una inexistente perspectiva de género en el abordaje del caso en cada una de las instancias de la política pública.
Estamos ante una intersección de opresiones que se consolidan en el acto judicial y policial -ya que fue con la presencia policial que se le retira el niño de sus manos en el hospital- de alejar a la madre de su hijo en una acción acusatoria de la mujer.
Las circunstancias de mayor vulnerabilidad en la que se encuentra esta joven por su edad, su condición social, haber visto interrumpida su escolarización, por ser víctima de violencia de género, son las que justamente obligan al estado a garantizar una mayor protección, a tener un “plus” o “extra” de cuidados y garantías de parte de los actores estatales intervinientes.
Esto no sólo se encuentra consignado en el Código Civil sino que también se encuentra establecido por la Ley de Violencia de Género, por los pactos y tratados de Derechos Humanos que gozan de jerarquía constitucional y supra legal.