Alicia Partnoy: “No sé si te conté que algún día voy a volver”
La escritora bahiense, sobreviviente del mayor centro clandestino de detención y torturas del V Cuerpo de Ejército, volvió a la ciudad para presentar la reedición de su libro “La Escuelita, relatos testimoniales”. Será este lunes 29 a las 16 en Rondeau 29.
En 1984, durante su exilio, Partnoy publicó la primera edición sobre su secuestro ocurrido en 1977. En el relato da cuenta de sus vivencias y las de otros detenidos y detenidas, un testimonio que se incorporó como lectura en diversas universidades, tuvo múltiples traducciones y es prueba documental de las causas de lesa humanidad que se tramitan en nuestra ciudad.
Alicia es una escritora, profesora de literatura que hace muchos años vive en Estados Unidos, fue expulsada después de haber sido presa política durante la dictadura, de haber estado en el centro clandestino de detención La Escuelita y en Villa Devoto. “La Escuelita” es un libro que a muchos, muchas, nos ha marcado. (…) Sería interesante recorrer un poco todo lo que ha sido la trayectoria para que este libro vuelva a ser reeditado. De hecho, vos decías que estas páginas tomaron su tiempo también para terminar con su propio exilio.
Sí, es verdad. 20 años básicamente. Porque yo escribí el manuscrito, o sea, escribí el libro en el año 84-85. Volvió como fotocopia que los familiares de las víctimas enviaban al juez que intervenía en el caso, un juez que era pro-milico en aquel momento por supuesto, y así empezó a circular. Pero en el año ‘86, la directora de la película “Las Madres”, que fue nominada cuando “La historia oficial” ganó el Óscar, tenía amigos en una editorial en San Francisco y me dijo ¿tenés algo escrito sobre esto? Porque me entrevistó para la película, para el documental, y le dije sí, así que publicaron en inglés. O sea que hay gente que piensa que salió primero en inglés, no. Publicado en inglés primero en el ’86, en el 2006 vuelve a Argentina de la mano de una editorial pequeña, alternativa, La Bohemia, con un poeta, Muxica, el poeta maravilloso, y su esposa, su compañera Gabriela, vuelve al país. Está traducido al hebreo, al turco, me acabo de enterar ahora que salió una edición pirata en Turquía, no entendía muy bien qué pasaba. Traducido al francés, publicado en Inglaterra, al bengalí en la India.
La traductora fue también presa política en la India y tiene una experiencia algo similar y decidió traducir y publicar. Así que me ha dado realmente mucha fuerza ver toda esa solidaridad internacional alrededor del tema.
¿En aquellos primeros años también fue una herramienta en tu propio exilio para continuar con la denuncia de lo que aquí estaba ocurriendo?
Sí, es verdad. Y por eso fue tan importante la solidaridad de las profesoras, generalmente mujeres, en Estados Unidos que se dedicaron a enseñar, a obligar a sus estudiantes a leer y también difundir esta situación. Todo eso que venimos construyendo durante décadas termina incorporada en La Escuelita, con los relatos testimoniales incorporados como evidencia en los juicios aquí en Bahía Blanca y también en Neuquén.
¿Cómo fue la escritura? El libro tiene los relatos testimoniales literarios y algunos otros fragmentos donde vos empezabas a reconstruir también los listados con la información que tenías sobre el centro clandestino y su plano.
Sí, el plano es fundamental, ese croquis, porque es lo que los militares habían destruido cuando llegó Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos. Cuando llegó a investigar aquí al país, ellos se encargaron de demoler, por eso es tan importante el croquis, porque negaron durante décadas que este lugar hubiera existido y nos remitían a otro sitio en el predio del Comando del V Cuerpo del Ejército para confundirnos realmente.
Yo comencé con un testimonio que era para ser presentado ante el Poder Judicial, ante organismos internacionales. Es un testimonio muy puntual, muy jurídico, poco afectivo, por supuesto no emotivo, salvo unas palabras al final donde yo me ofrezco como testigo para lograr justicia en todo esto y eso circuló muchos años también por el internet y ahora está incorporado esta nueva edición de la Escuelita, el testimonio completo con algunas de las cosas que yo recordaba, en aquel momento los nombres por ejemplo, los habían susurrado.
En esta nueva edición de La Escuelita van a notar que el compañero desaparecido que yo menciono con el nombre de Hugo, en realidad cambia a ser Andrés. Yo cuando él me dice su nombre, porque no nos dejaban hablar antes de que lo sacaran, yo registré mal el nombre, registré mal el apellido. Entonces, años después, su prima hermana estaba estudiando periodismo en La Plata, Yanina. Está dedicado a ella esta edición. Porque Yanina me dice “está mal el nombre de mi primo”. Además de decirme eso, me dice hay una editorial en La Pampa, una editorial cooperativa con la que yo trabajo y está buscando publicar. Y entonces Yanina es la artífice de mis contactos para que este libro vuelva a salir y para el “Escuchá, cuentos para los más chiquitos”.
El Escuchá que también tiene que ver con tu testimonio y con el vínculo con Ruth, tu primera hija, es una publicación que luego le agregaste el audiolibro, ¿no?
Sí, grabamos el audiolibro en La Pampa. El “Escuchá” son las cartas y cuentitos que yo le escribí en la cárcel a mi hija Ruth, después del tiempo en La Escuelita, desde la cárcel de Villa Devoto, con una tremenda censura, pero durante décadas no hablé mucho de mi periodo en la cárcel. Para mí el eje fundamental era la denuncia sobre La Escuelita por los compañeros desaparecidos, porque habían nacido dos niños allí, porque estamos buscando todavía al hermano de Adriana Metz, de cuyo nacimiento yo fui testigo, esas eran mis prioridades, pero cuando las expresas políticas empezaron a trabajar en estos libros colectivos, nosotras, presos, políticas y ahora nosotras en libertad, me di cuenta que en realidad me dolía muchísimo la experiencia de la cárcel porque allí no podía tocar a mi hija.
Fueron dos años y medio de no poderla tocar, de verla a través de un vidrio, de comunicarme por estas cartas. O sea que yo, en realidad no tenía la fuerza como para dedicarme a denunciar el tiempo en la cárcel justamente. Yo decía no, hay otras, porque con La Escuelita no hay sobrevivientes, no hay casi, cuando hubo sobrevivientes estaban aterrorizados porque vivían aquí en Argentina. Entonces yo desde el exterior tenía una libertad de poder denunciar sin el miedo, pero esa es la realidad con el “Escuchá”. Es un libro muy querido porque es mi primer libro que se publica primero en castellano y en el país. Ya edité, traduje, 14 libros, pero este es muy especial.
Escuchá la entrevista completa
La escuelita tuvo su edición con prólogo de Osvaldo Bayer y en esta reedición sumás a Silvina Jensen y José Nebbia, ¿por qué les convocaste?
Porque quise volver a Bahía Blanca, porque esto circuló por el mundo, esto se convirtió en obra de teatro en Nepal. Ahora estaba conversando con tu compañero que voy a hacer una adaptación teatral al español para que la hagamos aquí, en este centro cultural, La Panadería, en algún momento me inspiré cuando entré aquí, es un lugar hermoso.
En Estados Unidos circuló muchísimo, sigue circulando, pero volver a Bahía en este momento… Están los tres baluartes, las tres banderas que levantamos, los prólogos se llaman Memoria, Verdad y Justicia. Eso es fundamental, le tenemos que agradecer a Rep también que nos hizo una tapa bellísima.
José Nebbia fue fiscal en los juicios en Bahía y en Neuquén. Recientemente testifiqué vía Zoom en Neuquén, también testifiqué en el juicio donde él estaba siendo fiscal, así que ahí reconecté mucho con él.
Tenemos un resumen de la trayectoria del libro y hoy le decía yo a mi editor de La Pampa, es una cooperativa, están en pie de lucha porque es un momento tremendo en este país para las cooperativas, para todos, ¿verdad? Todos y todas. Pero le decía tenemos que hacer otra edición para incorporar lo que acaban de lograr ellos, que se declare de interés provincial en La Pampa.
Hablabas de Bahía. En algunos casos hay sobrevivientes del terrorismo de Estado que no querían saber nada con Bahía. ¿Vos cómo te llevaste con eso? ¿Siempre tuviste esas ganas de volver? ¿Te genera algún tipo de situación particular?
Bueno… Bahía, mi ciudad, la de los cielos rojos, me está doliendo en cada bofetada del viento de esta tarde, amé con un dolor tan infinito la sangre comerciante de sus venas, su ir a contramano de la historia o, mejor dicho, no tan a mano como yo quisiera. Mi ciudad, la de los cielos rojos. No sé si te conté, mi hija está creciendo entre su gente y aprendiendo también a descifrar el lenguaje de su viento. No sé si te conté que algún día voy a volver. Carajo, me gusta el desafío de su viento.
Esto, que es lo que recuerdo de un poema que escribí en la cárcel. En la cárcel, con aquella nostalgia, pero Bahía duele, duele mucho. En este momento estoy con mucha alegría y esperanza, creo que fue una de las poquitas alegrías que nos dio este período electoral de tener a Anahí Junquera encargada de Derechos Humanos, es como una sobrina mía Anahí, porque es la hija de mis queridísimos compañeros Néstor y Mary, que están también allí en un relato de La Escuelita, compañeros de mi adolescencia, y que ella esté allí es fundamental. Entonces, abre más caminos a la esperanza en Bahía, sí.
Bahía, este martes también tuvo a tu universidad desbordada de Bahienses, como tantas otras en el país. ¿Estuviste en un Capital en el momento de la manifestación?
Sí, esto es lo que necesitamos, movilización en las calles porque si no, no nos escuchan. Imagínate, el Fondo Monetario Internacional está diciendo, bueno el ajuste es demasiado pero parece ser que la gente no reacciona, entonces está todo bien. O sea que necesitamos más presencia, más reacción, más movilización. Necesitamos digo yo desde una posición muy cómoda porque ni siquiera estoy viviendo en el país, pero fue muy esperanzador ver toda esta actividad en Bahía y en todo el país.
¿Qué universidad querían? ¿Por qué peleaban?
Viste, linda pregunta. Queríamos una universidad con la gente. Para mí, claro, yo cuando entré en la universidad, yo estudié en las escuelas medias, estudiaba en la Normal y yo no quería, ya estaba harta de la escuela, quería ir a la universidad.
Entonces me salteé un año, me fui a Médanos, rendí libre en Médanos las materias para entrar en la universidad. Yo quería estudiar, estudiar literatura, no quería estudiar química, ni matemáticas, ni nada más que literatura, esa era mi pasión. Y entonces, cuando entro en la universidad, 1973, venían los compañeros y decían no, ahora hay que levantar los cursos porque tenemos que hacer esto, esta asamblea, y yo decía, no, yo quiero estudiar, yo quiero estudiar, yo hice todo esto porque quiero estudiar.
Pero ahí me fui metiendo mucho con el Grupo de Teología de la Liberación, ahí donde estaban Mary y Néstor y mi primer compañero, mi primer esposo Carlos, y ahí empecé a entender qué era esto de estar con la gente, de caminar junto a la gente. Yo soy atea, familia judía, así que imagínate, para mí, entrar en la universidad de a poquito, venían en aquel momento escapando de la dictadura de Pinochet estos profesores que empezaron a enseñarnos a Paulo Freire.
Estábamos viendo herramientas que me sirvieron toda la vida. Yo hice un doctorado después en Estados Unidos y las herramientas que yo recibí en aquel momento en la Universidad Nacional del Sur, fueron fortísimas para darme esta base teórica. Yo sé que cuando hablo parezco, muy académica, porque no me gusta el registro académico y la verdad es que ni lo puedo imitar, pero sí tengo una capacidad de análisis gracias a esa experiencia.
Después vino el golpe. Así que lo que queríamos era algo con la gente, mi amiga la “Vasquita”, Zulma Izurieta, iba a las villas a enseñar. Y los chilenos cuando vinieron, además, montaron la cantata de Santa María de Iquique, ese fue un momento bisagra en mi vida, porque yo vi en el escenario a la gente de las villas actuando esta obra teatral y creo que fue un momento fundamental para la cultura de Bahía Blanca y del país.