Artistas o espectadores

Por Astor Vitali. Promediando el año uno supone que hacer balances puede aportar a alguien en función de visibilizar el terreno y pisar con mayores certezas la segunda mitad del calendario. No siempre la mitad de un año dice algo, ya que las etapas son más medibles en términos de sucesos que marquen etapas que por agrupaciones arbitrarias de meses. Sin embargo, del año pasado a este se han modificado muchas cosas en el mapa cultural de la ciudad.

Hace nueve meses Sergio Raimondi renunció al cargo de director del Instituto Cultural de Bahía Blanca. El principal argumento de su dimisión fue que el cambio de color político del concejal en uso de la intendencia Gustavo Bevilacqua (su pase hacia el massismo) hacía que la política cultural que el promovió no tuviera sentido, ya que era parte de una política más amplia referenciada en el kirchnerismo.

Una treintena de personas se convocaron, horas más tarde, para felicitar la gestión del poeta. Primer dato llamativo: un día después, muchas de esas personas felicitaron públicamente a la actual directora del ente, quien prometía hacer una gestión de carácter técnico (sic) en el cargo político de directora del Instituto Cultural. Si Raimondi deja el cargo porque el alineamiento al massismo no permite desarrollar una política cultural progresista ¿cómo se puede ser raimondista y massista al mismo tiempo o con un día de diferencia? ¿Cómo puedo aplaudir a quién defendió la política como eje de la gestión cultural, y abrazar sin más, horas más tarde, al que retrotrae el discurso a los sacrosantos argumentos de la tecnocracia? En esta ciudad la condena social hacia la incoherencia ideológica y el oportunismo es nula o casi nula. Mucho más cuando se pretende preservar relaciones en el ámbito de la cultura.

La Licenciada Sainz trazó los principales lineamientos de su política: continuar la línea de Sergio Raimondi, mantener el equipo de trabajo y generar inversiones para la ex usina General San Martí, en Ingeniero White.

Respecto la continuidad de la política de Raimondi, el propio docente y escritor expresó sobre la actual gestión que tiene “la sensación de que no hay un plan de trabajo que uno pueda ver y decir esto sí esto no”. Al margen de lo que el anterior director planteó, es evidente que los contenidos de la agenda cultural oficial han variado. A esto podemos sumar que empeoraron las condiciones laborales de quienes desempeñan tareas de talleristas, que quienes integran el Consejo Consultivo expresaron el destrato en la función que ejercen y que por primera vez en muchos años artistas de distintas disciplinas realizamos unan concentración en reclamo al Instituto Cultural.

Sobre la promesa de mantener el equipo de trabajo podemos decir que a los colaboradores de Raimondi se los cambió de función rebajando sus responsabilidades. Uno de ellos pasó de ser asesor del jefe político de la cartera a realizar tareas en un museo. Es conocido también que la dirección del IC tomó nuevo personal.

Sobre las inversiones para la ex Usina, la Licenciada Sainz anunció a principios de este mes el comienzo de las obras con financiación de capital privado suministrado por Cargill.

De los tres aspectos señalados como ejes de la actual gestión sólo el tercero se mantiene en pie, es decir, el proyecto de recuperación del edificio de la ex usina.

Este proyecto, por su parte, está enmarcado en las políticas culturales de siempre. No es novedoso. Se alinea a las políticas culturales del proyecto político económico Polo Petroquímico. En otras palabras, enmarcadas en la “responsabilidad social empresaria” las empresas buscan generar supuestos aportes a la cultura y la comunidad para legitimar su presencia, para consensuar el saqueo económico y la contaminación ambiental.

Esta política, sin embargo, atravesó a todos los directores de cultura y no es parte de la agenda de ninguna fuerza política con capacidad actual de disputa de gobierno modificar la dependencia y el carácter subalterno del Estado respecto de esas transnacionales.

Otras cosas han cambiado en el mapa cultural de la ciudad. El funcionamiento del Consejo Consultivo es aplaudible. Se trata del órgano colegiado que integran representantes de artes escénicas, música, literatura y plástica. Representantes electos en asamblea de manera directa por los propios trabajadores y trabajadoras de la cultura. Cargos ad honorem de dos años de duración. Cargos que funcionan por mandatos de asamblea por área y colectivas.

Cuando alguien pregunte con descrédito ¿para qué sirve la organización? Pues la existencia del Consejo Consultivo es un buen ensayo de respuesta. Consejo que existe gracias a la lucha y la organización de Actores en general y Julio Tévez en particular.

Sin perjuicio de esto, no sería honesto omitir los problemas que esta herramienta atraviesa. Los problemas que, me corrijo, más que de la herramienta son de conciencia. Si te apuran, para vos el Consejo Consultivo es el Fondo Municipal de las Artes y de última es un lugar donde pedir guita y hasta capaz que lo criticás porque un amigo te dijo no sé qué cosa. Ahí está. Ahí tenés. No te acercaste nunca ni te tomaste el digno trabajo de preocuparte entonces hablas porque no tiene costo decir por ahí cosas que no vas a sumir en ámbitos de debate público. Sos más cuidadoso de callar para no quedar mal ante los funcionarios oportunistas que ante tus propios compañeros que trabajan para mejorar tus condiciones.

Es necesario repetir esto hasta que la conciencia te diga ¡usame loco! ¡Estoy al pedo! El Consejo Consultivo es un órgano de participación de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, permite que un colectivo mandatado por la base discuta política cultural con quién esté en el gobierno. No importan los nombres. Son las políticas lo que discute y esto afecta a todos y a todas. Nos permitimos una sugerencia. Andá a las asambleas. Andá. Te va a hacer bien saber que hay compañeros y compañeras atravesados por los mismos problemas y saber que, sin mezquindades, se pueden arribar a soluciones comunes. “Juntos a la par”, decía Pappo.

Pasan cosas en la ciudad. Claro que sí. El capítulo de los centros culturales es una novela aparte. ¿Y la reglamentación? ¿No era que ya estaba? ¿No hay una ordenanza de espacios culturales? Si hasta hacen campaña con la ordenanza en publicidad paga en medios de comunicación. Poco más, poco menos, están en la misma ilegalidad, y por ende, con las mismas dificultades para recibir subsidios, trabajar en condiciones, proyectar y planificar.

Debate aparte es si los espacios de arte y cultura ofrecen las condiciones de trabajo necesarias a los y las artistas. Debate aparte es si abrir un centro cultural en cualquier living no colabora con la atomización, el encapsulamiento y la ausencia ruidosa de debate o de su sombra, en torno de estéticas y propuestas culturales. Es la pos modernidad, estúpido. Ya sé, ya sé. Pero no me digas que a veces no te dan ganas de decir ¡cuánto pasa que nada dice!

Los Organismos Artísticos de Sur sufren los problemas crónicos: pésimas administraciones cuyas direcciones artísticas dependen de los humores de funcionarios y acomodados de turno. En la provincia Dios atiende en La Plata y al Señor de la provincia le chupa un…. poco le importa la cultura de esta Bahía. Pasa que nunca hay presupuesto. Pasa que son muchos años de lo mismo y cuesta la unidad para reclamar lo justo.

Pasan cosas. Pasa que muchos y músicas avanzan en la organización gremial y en la conciencia y crece la UMSur. Pasa que la existencia de la Asociación Argentina de Actores es siempre una buena noticia. Pasa que Actores le ganó una pulseada gremial al grupo Artear. Bravo. Pasa que NuevoDrama el sábado estrena una obra. Pasa que una nueva generación de actores y actrices se plantea una política de formación e intercambio con El Semillero. Pasa que los centros de estudiantes de las escuelas de arte intentan sacudirse la modorra de una larga siesta. Pasa el Bahía Teatro. Pasan programas de televisión que lucran con músicos en vivo con público presente y no les dan un mango. Pasan artistas en las calles. Pasan el trabajo de festivales que ya son tradición,  Guitarras del Mundo, Bahía Insonora, Artesanos y otros. Pasan grandes artistas casi todas las noches por pequeños escenarios. Pasa el Teatro Municipal de Bahía Blanca. Pasan muchas cosas que se me pasan en este comentario, pero que vos sabés que pasan.

Pasa una innumerable cantidad y calidad de actuaciones, propuestas e intercambios que este artículo no puede contener. Pasa que todo esto pasa y no hay mucha reflexión sobre esto que pasa. Y no, sabés, ‘está re bueno lo que pasa’ no es una reflexión.

Con este panorama, quedan algunos interrogantes y tal vez algunas certezas. ¿Cuál será el nombre de la próxima política cultural? ¿Te imaginás si la política municipal es encabezada por la voz del medio cuya gerencia –lejos la primera- prohibió la música popular salvo que sea Soledad, el Chaqueño o Goyeneche para su mañana? ¿Con quién habrá que bailar después de diciembre? Y ¿cómo seguiremos bailando hasta que el juego de los votos nos cambie las cartas?

Frente a estas preguntas, pocas certezas son claras. Para los trabajadores y trabajadoras de la cultura hay caminos que son defendibles: la calidad, esfuerzo y estudio por nuestro trabajo, la organización para luchar por nuestras condiciones y derechos, y la profundización del debate sobre políticas públicas culturales.

Lo otro es conformarse con ser espectador.