“¿Cuántos indígenas, mujeres, hombres, diverses, llegan al poder?”
La docente e integrante de la Comunidad Mapuche Urbana Pillan Manke de Olvarría, Mirta Millán, visitó la ciudad para homenajear a víctimas del terrorismo de Estado vinculadas al Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur.
En el estudio Heinrich y Loyola de FM De la Calle Millán recordó a los compañeros y compañeras detenidas desaparecidas y analizó el contexto social y político tras la victoria de Javier Milei.
Tenés que ver con uno de los ejes que va a tener el homenaje, seguramente cientos de personas que han transitado la biblioteca de Humanidades (UNS) se han encontrado con ese mural que hoy también está cumpliendo años.
Vengo convocada más que nada por ese espacio. Hace 25 años que pintamos un mural allí en la biblioteca de Humanidades con la temática de los derechos humanos, haciendo alusión a los desaparecidos y desaparecidas, pero también planteando un poco la postura de Memoria, Verdad y Justicia. De pronto a los 40 años de Democracia se suman los 25 años de este mural.
¿Cómo era el contexto de aquellos años? Estamos hablando de un par de años después de esa gran marcha del ’96 del 24 de Marzo.
Yo recuerdo que era un escenario muy movilizado, un escenario político muy convulsionado también. Veníamos fuertemente de haber transitado la dictadura y habíamos comenzado a transitar la democracia. (El ex decano Daniel) Villar fue uno de los principales que inauguró el espacio, nos permitió hacer ese mural junto a 3 artistas plásticos. En ese entonces éramos estudiantes de Artes Visuales, estábamos con esa impronta de querer participar y éramos concientes de lo que estábamos haciendo. Nos invita hoy a reflexionar sobre ese espacio esa narrativa simbólica que todo el tiempo interpela a la sociedad bahiense pero también a la historia nacional. Decimos ni olvido ni perdón, planteamos firmemente que son 30 mil. Desde mi lugar de miembro de pueblos originarios decimos que son más de 30 mil porque hay hermanos y hermanas nuestras que no están dentro de esa nómina.
Respecto a aquel mural, para quien no lo conoce, hablabas de la temática, ¿podés describirlo un poco más?
En primera instancia voy a mencionar a mis compañeres, que fuimos como los iniciadores de armar ese boceto, de construir una narrativa simbólica comunitaria como son los murales. Estuvo Ana Rodríguez, Mirna Gómez, Kesner, Manolo García. Estuvimos allí convocados por la gente de la Comisión por la Memoria, fue muy movilizador.
Trabajamos con cita de Raquel Forner, la citamos a la artista pero también le pusimos una imagen que tiene que ver simbólicamente con la destrucción de lo que fue la instalación de la dictadura, con la imagen de un perro, de la bandera, después de un águila. Apelando a lo simbólico y contando lo que había sido de desgarrador para la sociedad haber atravesado la dictadura militar, pero también con un nuevo nacimiento que tenía que ver con esa memoria, con esa situación de no olvidar, sino al contrario. Que lo que se vivió con mucho dolor y atravesado por mucha violencia nos permita hoy como sociedad volver a construir otros espacios diferentes.
Los que participamos en ese momento, como los que vamos a participar hoy, son espacios de educación pública como la universidad, que tengan esos espacios de reafirmación de memoria, de construcción colectiva y proyección de ciudadanía es lo que debería ser.
Parte de la actividad tiene que ver con imágenes de compañeros detenidos desaparecidos que van a quedar de manera permanente en el hall de acceso en 12 de octubre y San Juan.
Sí, eso va a ser muy fuerte porque tiene que ver con darle identidad a estos compañeros y compañeras que transitaron, que fueron estudiantes, que fueron detenidos desaparecidos en ese contexto. No olvidemos que la Universidad Nacional del Sur fue un ámbito de represión muy fuerte y que esas imágenes de jóvenes nos puede interpelar para pensarnos en otro lugar.
Es importante no sólo atravesar el dolor y la memoria, sino pensar en función de qué proyecciones políticas y de sueños colectivos tenían estos jóvenes que dieron la vida y fueron arrasados por lo que fue la dictadura militar.
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Hace unos días hablábamos con Ana Cacopardo a propósito de una mención que ella hizo en una charla que brindó del caso del testimonio de la hija de Etchecolatz y, particularmente en un público vinculado a estudiantes de comunicación, directamente desconocían quién era Etchecolatz. Tenemos el resultado electoral, mostrando que hay desconocimiento, desinterés, respecto de la memoria y lo ocurrido en la dictadura. ¿Qué evaluación hacés?
Hubo algo premeditado en función de desconocer la responsabilidad civil de la ciudadanía, acá hay que hacer una crítica desde todos los lugares posibles, porque no en vano veníamos de una construcción de la ciudadanía con una impronta muy militarizada. Eso se comienza a modificar con las reformas que ha habido a nivel educación, pero las últimas reformas, lo que es la materia Ciudadanía, no tuvo el contenido profundo que debería haber tenido como tal y que de pronto la docencia, podía dictarla cualquier docente que tuviera el espacio necesario para construir ese espacio.
Estamos hablando de construcciones socioculturales y políticas que tienen que ver con el accionar cotidiano de nuestras vidas. Después hay que ver los múltiples factores en función de que han llevado a esta situación crítica, de poder ponerlo en escena, discutir ni siquiera pensamientos o ideologías diferentes que lleven a un diálogo, sino que hay unas situaciones muy claras de planteos de violencia para paralizar al resto de la ciudadanía que no pueda avanzar en función de derechos o revalorizar esas construcciones realizadas que venimos haciendo en democracia.
Lo que promete el nuevo gobierno no solamente es una visión negadora de lo ocurrido en la década del ’70 sino una reivindicación de aquella Argentina supuestamente potencia de fines del siglo XIX, de Roca y compañía.
Todo esto no es casual, hay una planificación clara y política de lo que se quería hacer y llegar a donde llegamos. Por eso digo que habrá que hacer una autocrítica de los partidos políticos que construyen nuestra sociedad y todo lo que atravesamos en función de la ciudadanía. Esta construcción, que ha sido pensada, premeditada y que además tiene todo el poder de los medios hegemónicos que produce sentido. Estos sentidos han llevado a que el vecino común nos diga ‘hay que contar las dos historias’. Lleva el negacionismo tanto de los desaparecidos y desaparecidas como el de Roca volvé. Con este eslogan que es tan fuerte, legitiman, naturalizan. ‘La conquista del desierto estuvo bien, porque si no, no tendríamos la sociedad moderna que tenemos’ y ‘los mapuches son los terroristas y hoy siguen quitándonos los territorios’, o sea, esas barbaridades a ese nivel.
¿En lo cotidiano qué significa? Porque ese Roca volvé, esta agresión, después se transforma en acciones.
Acciones concretas. Desde el vecino que hace un comentario racista incrementado con violencia. Desde el sistema educativo, de lo cual hay que hablar, veíamos como un avance en educación intercultural, del 2008 al 2015, en el 2017 cuando asume Macri se vacía totalmente los contenidos y empieza una persecución hacia específicamente la ausencia en general, pero en particular a los miembros de pueblos originarios.
Ni hablar con el contexto de desaparición y muerte de Santiago Maldonado y el fusilamiento a Rafita Nahuel. Entonces, esto habla en la provincia de Buenos Aires, particularmente del silencio, también hay que decirlo, del silencio profundo de los gremios. Hablo absolutamente de todos los gremios, ¿no? Estoy hablando a nivel provincial y en particular ha sido habilitado este espacio en general de la ciudadanía para la violencia, la agresión, que se potencia el racismo, que se permita decir cualquier barbaridad, y los medios hegemónicos han dado lugar para esto, informes como Lanata, etcétera, han producido sentidos de irritación, de enojo, de exterminio, o sea, que aparezca la palabra exterminio es tremendo. Y la palabra exterminio aparece absolutamente atravesada para todo aquel y aquella persona que sea desde un lugar o piense o sienta o se perciba diferente.
Respecto al exterminio, cuando uno ve la historia, un paso previo es la deshumanización del otro. Estamos viendo, por ejemplo la figura de los orcos que planteó Macri la semana pasada, lo había hecho Milei hace algún tiempo, no es ingenuo, ¿no?
Por eso decía que es premeditado y es pensado. Cuando llega un gobierno de estas características y hacen un vacío fundamental de las políticas culturales, esto también apunta a crear sentidos.
Entonces, nuestra propuesta, de aquellos que hemos abrazado la lucha de los derechos humanos y seguiremos abrazándola y seguiremos construyendo pensamiento en función de la diversidad y del valor del enriquecimiento que nos produce reconocernos con esa diversidad, un contrasentido es, por ejemplo, este mural, del que hablábamos hace un rato. Que nos interpele, que nos lleve a percibir y a modificar esa mirada.
Creo que no es casual y que vienen instalando el problema de que se viene corriendo cada vez más a la ciudadanía a propósito de estos proyectos políticos, más a la derecha. No es que se derechizó de pronto el país. Uno lo viene observando fuertemente con estas narrativas de, por ejemplo, Bullrich haciendo un homenaje a quien fusiló a Rafael Nahuel, reivindicándo.
En casos como el de Rafael Nahuel, en la zona de Bariloche, también hubo una participación civil en actitudes represivas. ¿Creés que puede ser multiplicado, a partir de lo que está ocurriendo con el nuevo gobierno y este tipo de declaraciones, que más allá de lo que hagan las fuerzas de seguridad o militares haya, como en otros momentos históricos, patotas reprimiendo?
De hecho, están conformadas. Tenemos que hablar del Consenso Bariloche, por ejemplo. Es un grupo neonazi con pensamiento fascista, que ha promulgado marchas antifascistas en función de la criminalización, el exterminio hacia el otro, esto está y está latente. Entonces eso es lo peligroso de una sociedad, que en vez de empezar a pensar desde ese lugar y crear sentidos desde ese lugar, deberíamos a 40 años de la Democracia, tener un avance mucho más profundo, no tanto desde ese sector, sino desde lo que significa lo humano, el valor humano da la vida. Y eso es lo preocupante, ¿no? Que de pronto el vecino común, el de al lado de mi casa, el de enfrente de mi casa, empieza a pensar que el enemigo es el mapuche, el enemigo es el diverso, el enemigo es quien reivindica y abraza la bandera de los derechos humanos, eso es un horror y es un planteo que se viene realizando muy fuertemente, instalándose. Así como vemos Consenso en Bariloche, lo vemos también en otros ámbitos que aparecen muy impunemente.
Desde dichos, desde ir en un colectivo y que enciendan los dichos de Milei, o sea, ese nivel de impunidad que se va continuamente abriendo camino para instalarse y para que el que le diga o le haga ver que no está bien, de pronto haya más gente que se irrite y habilita para decir cualquier barbaridad y, de hecho, hasta la noción de la violencia física. No podemos permitir más muerte de ningún tipo, ni avasallamiento de ningún tipo.
Mencionaste en un par de ocasiones la cuestión de la educación. Se venía trabajando en la educación intercultural, el macrismo significó un parate. Desde la asunción de (Axel) Kicillof qué se pudo hacer. ¿Cómo están trabajando?
Por un lado hay políticas específicamente de la provincia en las que uno ve avances, pequeños avances, pero están. Por ejemplo, que se hayan sacado las personerías jurídicas a las comunidades, esto es un avance importante, porque da identidad e identifica en la provincia la cantidad de pueblos originarios y particularmente en el caso del pueblo mapuche.
El área de Mujeres Originarias dentro del Ministerio de las Mujeres y Políticas de Género que esté también ha sido una impronta bastante importante en función de trabajar con los territorios, trabajar con las problemáticas y violencias de género que se producen intracomunitario o fuera de la comunidad.
Ha habido espacios pero no es suficiente. En función de la macropolítica, vemos que todavía hay una invisibilización muy fuerte en las construcciones hacia proyectos que tengan que ver con gestión pública. Por ejemplo, desconocemos la cantidad de hermanos y hermanas que están en la gestión pública y esto es un derecho y un deber del Estado de dar numéricamente y visibilizar quienes estamos trabajando dentro del Estado. Hoy no sabemos quiénes somos, dónde estamos.
Y mucho menos dentro de la escuela, por ejemplo.
Por ejemplo, en su momento -estoy hablando de allá en el 2008- sabíamos que habían alrededor de 90.000 estudiantes entre lo que era la escuela secundaria y primaria. Hoy no tenemos números. Habían equis cantidad de docentes en el sistema, hoy no lo sabemos. Entonces, esta política a lo largo de los años, con tantas situaciones de violencia lo que hace es retrotraer al silencio, al vaciamiento y volvemos a esto que no es ingenuo.
Si bien ha habido avances, por ejemplo, en políticas culturales, en función de lo que tiene que ver con aspectos claros, el encuentro de poetas, por ejemplo, que se hizo la provincia, estuvo buenísimo, nos visibilizamos quiénes estamos en ámbitos culturales, de pueblos originarios, pero empezamos a ser como muy pocos y cuando sabemos que hay más y sabemos que todavía queda una deuda histórica en función de este acompañamiento de políticas públicas.
Hay pequeños avances, pero hay una gran cantidad que también decimos ¿cuántos marrones llegan al poder? ¿cuántos indígenas, mujeres, hombres, diversas, llegan al poder? No hay. Entonces, esto también habla de esa sociedad blanca europea y racista.
El censo también fue otra oportunidad perdida, ¿no? Para tener más información al respecto.
Sí, de hecho decidimos participar para ir a censar y, por ejemplo, voy a dar un número ahí en Olavarría, en el sector que a mí me tocaba censar encontramos de varios pueblos, gente que se asumía que antes no pasaba, por ejemplo. El problema que lo tenemos otra vez es qué se hace con la información obtenida, cómo se clasifica esa información y cómo se construye políticas públicas en función de eso. Hoy no sabemos, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, ni a nivel país, cuántos somos. No sabemos.
Todavía el Estado no ha dado cuenta específica de la cantidad de gente que se haya autopercibida de algún pueblo originario o afrodescendiente. Los silencios, las ausencias, hablan también de lo que arrojan estas políticas públicas.
¿Y cómo se cambia todo esto?
Se cambia con mayor participación, con conciencia, se cambia con crear nuevos sentidos profundos y abrazar la vida. Pasamos una pandemia. No hemos dado cuenta o el Estado no ha dado cuenta del acompañamiento post pandemia. Lo digo como trabajadora de la educación, nosotros tuvimos que atravesar todo eso, como pudimos, armar circuitos en función de lo pedagógico, informático, se sabía, no se sabía, no importaba, había que hacerlo.
No se acompañó post pandemia, ni al estudiantado, ni a los docentes, no hubieron espacios creados para hablar al respecto de las pérdidas que hubo en pandemia. Creo que todavía, inconscientemente, en lo colectivo lo estamos tramitando y me parece que es fundamental tener espacio de escucha de diálogo e intercambios y construcción de nuevos sentidos.
Ha sido el gran acelerador de todo este avance de las nuevas derechas, también lo que ha dejado la pandemia.
Claro, porque no ha habido soportes humanitarios que den cuenta de esas circunstancias. Entonces, cómo seguir, seguir y gente que ha volcado desde su frustración, desde la bronca, desde la ausencia, desde mil cosas en función de algo político que es destructivo. No es algo que lo digo yo, porque a mí me parece, sino que lo vemos en los hechos concretos. Alguien que atenta contra la vida de otro, ya es algo que está destruyendo.
Como pueblos, desde el buen vivir, ¿qué pueden aportar en este mundo que va camino a la destrucción?
Creemos que hay mucho todavía por decir, por construir, hicimos dos futa trawn (encuentros) en la provincia de Buenos Aires, autogestivos. El primero fue en Los Toldos, que fue por primera vez históricamente que los pueblos originarios mapuche nos juntamos a hablar de todo esto y a pensarnos dentro de los territorios, dentro de las lógicas que hoy nos rigen, fue muy movilizador y tuvimos un segundo. Hicimos un gran encuentro que fue en Punta Indio, en un entorno natural y pensar también qué sueños tenemos, cómo nos vemos dentro de una sociedad supuestamente modernizada, supuestamente con avances que han sido totalmente contrario a los pensamientos que traen nuestros pueblos originarios.
Ahí encontramos los valores de nuestros pueblos. Encontramos el fundamento de esos pueblos que vivieron miles y miles y miles y miles de años, que los pueblos siempre estuvimos en todos los procesos históricos de la Argentina, resistimos y seguimos soñando, por lo cual esos valores siguen en vigencia y toman mayor fuerza en un contexto donde la sociedad va al punto de eclosión, donde vemos que el avance de las contaminaciones, el avance del despojo en todos los sentidos y en todos los lugares cada vez es mayor.
Desde la contaminación de los alimentos que comemos, de lo que respiramos, de ese río, arroyo que está contaminado o que cada vez viene menos agua, encontramos que aún, a pesar de eso, sigue habiendo vida, por lo cual hay mucho por cambiar, modificar nuestra actitud en relación a esos elementos de la naturaleza y en relación a lo colectivo, a la construcción de los nuevos habitantes, nietos, nietas, nietes que vienen de aquellos migrantes que llegaron a estos lares.
¿En Olavarría hace cuánto que estás?
20 años. La comunidad lleva ese número también. Hemos pasado y atravesado todos los avatares, teniendo en cuenta que somos autogestivos, que no tenemos, económicamente hablando, posibilidades o espacio concreto y real, por lo cual también se aprende a buscar formas de red profundas para que no seamos pensados desde ese lugar donde no se puede revitalizarnos ante todo esto de atropello.