Presentación de la Secretaría de Mujeres y Géneros de la CTA-A

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Hace ya unos meses con gran fuerza de voluntad algunas compañeras tomamos el desafío de poner en funcionamiento la Secretaría de Mujeres y Géneros de la CTA Autónoma Bahía Blanca. Luego del escenario que acontecía por el Tercer Paro Internacional de Mujeres del pasado 8 de marzo de 2019, muchas nos vimos ante la necesidad de juntarnos y expresar la perspectiva de las trabajadoras en el amplio movimiento de mujeres, lesbianas, travestis, trans y de ser parte de su vocación de construcción transversal e interseccional, es decir, poner de manifiesto cómo el feminismo propone una comprensión múltiple de lo que acontece en la vida social, política, económica y cultural; y de una manera, donde el género, la etnia, la raza, la clase también son componentes de sus debates. Esta secretaría se compone hoy de mujeres trabajadoras de diferentes sectores y edades, y su vocación será siempre de ampliar esa diversidad.

MUCHAS GENERACIONES POR UNA VIDA DIGNA DE SER VIVIDA

El feminismo que queremos es aquel que pelea por la legalización del aborto, que está en la calle en los paros, que discute el sistema capitalista, colonialista, racista y patriarcal, que le dice no al pago de la deuda externa pero que a su vez piensa las herramientas de la economía feminista para comprender las implicancias de lo que decimos. El feminismo que queremos es el que también participa en los espacios sindicales, disputa su lugar dentro de las organizaciones, discute con las dirigencias, reclama las responsabilidades que le corresponden al estado pero que a su vez se mantiene autónomo de los gobiernos; es el que entreteje marcos de articulación para potenciar nuestras reivindicaciones, pero además es el que no le teme a discusión política y a las diferencias que allí se puedan expresar. Nuestro feminismo no es homogéneo y tampoco pretendemos que lo sea.

Las compañeras y les compañeres que nos precedieron, nos homenajearon con la conquista del derecho a votar, a estudiar, a divorciarnos, a abortar, a tener propiedades, a subsidios por maternidad, a organizarnos, a la patria potestad compartida, a la paridad, a jubilarnos como amas de casa, a penalizar los delitos contra la integridad sexual, a parir dignamente, al matrimonio igualitario, a ser tratadas según nuestra identidad de género autopercibida, a que los asesinatos que cometen contra nuestros cuerpos se tipifiquen como femicidio, travesticidio, transfemicidio, al cupo laboral trans, a la educación sexual integral y laica, a parar. Nuestras compañeras fueron audaces y pensaron horizontes políticos cuando talvez las condiciones objetivas no eran las más favorables; sin embargo, aquí están con nosotras, no hay vuelta atrás. Quizás nuestro mayor desafío es pensar cómo toda esta historia se transforma de manera conjugada en la propuesta política del feminismo para construir mundos nuevos.

UN APORTE (EN CONSTRUCCIÓN) A LA DISCUSIÓN SOBRE LOS TRABAJOS QUE HACEMOS

Por nuestra parte decidimos en este camino avanzar despacio, pero firmes. Fue así que nos propusimos descubrir puntos en común en la vida de las mujeres trabajadoras, en nuestras vidas, desde sus infancias hasta la adultez. Entendimos por trabajo aquel que contempla el formal, el informal, el registrado y el no registrado, pero también el doméstico, el trabajo reproductivo. Y allí nos encontramos con los datos que pacientemente han recopilado nuestras economistas feministas De esta manera visualizamos que durante los primeros años de nuestras infancias las niñas realizamos un 3,3% de las actividades domésticas de sus hogares mientras que los varones representan un 2,0%; y que a la hora de jugar el 40% de la oferta de juguetes destinados a niñas solo refuerza la estadística anterior, ya que todos están destinados a las tareas de cuidados. El mandato de femeneidad es claro: ser madres, buenas cocineras y bellas.

Pero, la vida continúa y las imposiciones patriarcales también, por eso durante la adolescencia las mujeres seguimos dedicando más tiempo a las tareas de cuidado que los varones, su variación solo está determinada por el nivel socioeconómico. Mientras que el 44% de las adolescentes mujeres de nivel socioeconómico (NSE) bajo asumimos esta tarea, el de los varones representa el 33%. En los casos de NSE alto el porcentaje es el 24% para nosotras y solo el 9% para los varones. Durante esta etapa el vínculo que el capitalismo ha forjado con el patriarcado se ve materializado en dos puntos. El primero es que para algunos jóvenes de este mundo la educación no es prioridad, por el contrario, el capitalismo les tiene reservado que a temprana edad salgan a trabajar, en esta premisa no hay diferencia de géneros. El segundo punto reside en que su alianza con el patriarcado se expresa en lo que el sistema tiene pensado para cada uno de ellos/as porque en cuanto a las actividades que generan bienes o servicios (con valor económico en el mercado) los estudiantes varones (15,2%) trabajan más que nosotras, las mujeres (8,9%). ¿Por qué sucede esto? Porque la preparación es para la próxima etapa, para la de mayor rentabilidad, para el momento de la vida donde somos para este sistema “más productivxs”. La adultez.

En la adultez la complejidad es notoria, porque aquí es cuando la mayoría de las mujeres damos vuelta la estadística, pero no necesariamente para bien, porque nuestra participación en el mercado de trabajo aumenta muchísimo, el problema radica en que el trabajo reproductivo también; ósea tenemos una jornada laboral circular. Mas simple: el 75% de las mujeres en Argentina realizamos tareas domésticas sin remuneración. ¿Más simple?: 9 de cada 10 mujeres hacemos estas labores, trabajemos fuera del hogar o no, mientras que 4 de cada 10 varones no realizan ninguna, aunque estén desempleados. Parte de la complejidad que mencionábamos antes es que además somos parte del mercado formal de trabajo donde tampoco los números nos favorecen, no sólo en representatividad sino respecto a nuestros salarios y oportunidades. La brecha salarial, es decir aquello que las mujeres ganamos haciendo el mismo trabajo que los varones, siguen siendo del 27% y se profundiza al 34% en el sector informal; nuestros ingresos aún están en injusta desventaja. Y sobre las oportunidades laborales las mujeres encontramos más obstáculos porque mientras que el 8,1% de los varones tienen cargos de dirección, solo un 4,7% de las mujeres ocupadas ejercemos puestos de estas características. Si a todos estos números que pueden sonar fríos pero que son necesarios por ejemplo para demandarle al estado igualdad de condiciones, le sumamos los mandatos patriarcales que arrastrábamos desde la infancia, nuestra situación es aún más adversa. El caso de las mujeres trabajadoras madres no es alentador: 5 de cada 10 mujeres con hijes tenemos un trabajo precarizado y 4 veces más probabilidades de vivir en hogares pobres y la licencia por paternidad es simbólica en nuestro país.

Hasta aquí el recorrido ha sido de las mujeres. No es casual, las hermanas travestis y trans poco aparecen en los números oficiales. Sin embargo, hay algo que con certeza sabemos y nos duele: su expectativa de vida sigue siendo de 35 años. A ellxs les abrazamos y les agradecemos por llenar aún más de debate y diversidad al feminismo y al Movimiento de Mujeres. Tampoco son contempladas en estos datos las situaciones de las lesbianas y bisexuales, cómo atraviesan las exigencias de la heterosexualidad obligatoria desde la niñez, qué dificultades particulares enfrentan a la hora de conseguir empleo, cómo llegan a la adultez mayor, los tipos específicos de violencias que padecen, cómo viven los mandatos de la maternidad o escogen ser madres, entre muchas otras situaciones. Todos los datos que se relevan globalmente no consideran para las mujeres otra opción fuera de la heteronorma, por lo tanto, también consideramos fundamental poder enriquecer nuestro análisis con las perspectivas y vivencias de ellxs.

Los relevamientos oficiales tampoco consideran las diferencias de raza y etnia en las condiciones de vida que evaluamos. Creemos que el hecho de vivir en un sistema de opresión que también es racista da como resultado que las mujeres negras, marronas, de pueblos originarios y de otras etnias sufran inequidades en la cotidianeidad que, en conjunto con las que sufrimos todas las mujeres, dan lugar a formas de opresión específicas en las que se conjugan el capitalismo, el patriarcado y el racismo; otra vez.

Para las mujeres que sí llegamos a la adultez mayor esta etapa no representa el descanso que el mundo debería desearnos, aún en este período el trabajo no remunerado no desciende: para los varones es de 5 de cada 10 y para nosotras 8 de cada 10. Tampoco dejamos de sufrir violencia, representamos el 78% de las personas de esta edad que la padecen y el ámbito doméstico es el lugar donde más ocurre, mayoritariamente de la mano de nuestras parejas o ex parejas. Sufrimos diagnósticos de depresión dos veces más que los varones y nuestra actividad sexual desciende en importancia incluso para nosotras mismas según las estadísticas, ya que representa un 60% y en los varones un 80%.

Aún cuando en la Argentina la mayoría de las personas jubiladas somos mujeres, se sigue manteniendo una brecha de ingresos. A partir de los 65 años cobramos un 8% menos que los varones llegando hasta el 17% cuando nos acercamos a los 69 años. Es cierto que la Ley de Moratoria 26.970 para quienes no contaban con aportes realizados o eran insuficientes respecto de los 30 años requeridos, pudieron jubilarse con un plan de pagos que les eran (y les son) descontados de su haber jubilatorio. Quiénes resultamos beneficiarias de esta ley fuimos en un 87% las mujeres, razón por la cual se le llamó popularmente “jubilación de amas de casa”; sólo el 13% representó a los varones.

A pesar de que las mujeres trabajamos todas nuestras vidas llegamos a estas circunstancias por diversos motivos, los más comunes han sido que nuestros empleadores no nos hicieron los aportes correspondientes, que hemos tenido trabajos no registrados, que nos hemos dedicado al trabajo reproductivo y de cuidados no remunerado, entre tantas otras cosas. Sin embargo, el rasgo distintivo de todas es que habíamos quedado fuera del sistema y con esta ley pudimos jubilarnos con la mínima para continuar aportando en cuotas deducidas de nuestros haberes. A pesar del bajo monto respecto de la canasta básica familiar, la posibilidad de cierta autonomía económica había significado un importantísimo logro y las consecuencias de la suspensión de las moratorias como ocurrió el año pasado, nos pone nuevamente en una mayor situación de vulnerabilidad y dependencia.

LA SOLIDARIDAD ES NUESTRA ARMA

Sabemos que es mucho en pocas líneas, es que es mucho lo que nos atraviesa la vida. Esa vida que debería ser justa; está permeada por injusticias y por eso nos organizamos entre mujeres, lesbianas, trans, travestis, no binaries; así como también lo hacemos como trabajadoras integrantes de diversas organizaciones del movimiento popular. Peleamos por un mundo libre de violencias, por un ambiente sano, por derechos laborales, por mejores condiciones de vida en el más amplio sentido que podamos construir. Y el feminismo a medida que avanza, ensaya pasos de cómo ejercerlo y qué proponer; allí nos encontraremos.