Sergio Maldonado: del dolor personal a la lucha colectiva
(Por Nacho Urruspuru) A más de dos años y medio de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, conversamos con Sergio, su hermano mayor. Desde su cuarentena en Bariloche brindó precisiones sobre la causa judicial y compartió parte de las experiencias acumuladas durante este tiempo en el cual su vida cambió de manera definitiva.
El Vikingo, así lo llaman quienes lo conocen, nos avisa que ya tiene preparado el mate y, por ende, está listo para empezar a contarnos quién era Santiago. Ese joven de 28 años que un primero de agosto en el Pu Lof en Resistencia de Cushamen, cercado por el río Chubut de un lado y por un operativo plagado de gendarmes desde el otro, “mágicamente” desapareció.
A partir de todo esto empecé a conocer otros aspectos de Santiago, porque había un montón de cosas de las cuales yo no estaba al tanto. Así me enteré del caso en que ayudó a construir una casa con adobe. En todos los lugares en los que él paraba estaba vinculado con la tierra. Es más, hace poco en una pizzería de acá de Bariloche empezó a trabajar un mozo que cuando me reconoció se acercó para contarme que había conocido a Santiago en Mendoza haciendo un curso sobre hierbas naturales. Pero más que un amante, él era un defensor de la naturaleza. De hecho, en el lugar donde lo desaparacen estaba acompañando un reclamo por tierras. Él tenía la convicción de que a cada persona al nacer se le debía adjudicar una porción de tierra. Son todas cosas que se van sumando sobre ese Santiago que yo no conocí y un poco me perdí por la diferencia de edad y esta cuestión de estar en distintos lugares.
Para muchos, Santiago fue una figura que los alentó a comenzar una carrera, a militar, o incluso a ir a una marcha por primera vez en sus vidas; para otros era sólo un artesano, un tatuador, un simple hippie sucio, un vago. El año pasado comenzaron a difundir algunas canciones que él había hecho donde puteaba a todos: a Cristina, a Néstor, a Macri y al Papa; eso lo hizo la derecha porque en ese momento le servía. Los mismos que decían que era un hippie sucio, reflotaron sus canciones y ahora lo trataban de artista. Recuerdo que en ese momento Lorena (compañera de Abuelas de Plaza de Mayo) me dijo “pero si Santiago era anarquista, ¿qué pretenden, que cante la marcha peronista?”. Él era eso pero cada persona le puso el rótulo o etiqueta que quiso,. Para mí Santiago era mi hermano.
Desde casi el momento mismo de la desaparición, el caso de Santiago Maldonado despertó en la sociedad expresiones muy contrapuestas. Por un lado, enormes muestras de solidaridad, empatía, compromiso y acompañamiento inundaron masivamente las calles de todo el país. Por el otro, potenció expresiones dolientes e irresponsables impulsadas por el odio que tienen muchos hacia las personas que se revelan. ¿Qué cosas pasan por la cabeza de alguien que, habiendo perdido a su hermano en circunstancias tan extraordinarias, se le presentan en simultáneo estas dos caras de nuestra sociedad? ¿La seguirá viendo de la misma manera?
Una cosa es cuando lo ves de afuera y otra cuando lo vivís en carne propia. Me acuerdo del asesinato de Nora Dalmaso en Córdoba, no estoy seguro en qué año fue, pero no existían como ahora las redes sociales. Se llegaron a hacer remeras con la leyenda: “Yo no estuve con Norita”. Fue de una bajeza terrible, esa deshumanización se me emparenta mucho con lo vivido con Santiago. Hay una porción muy grande de gente con saña y también tenés a los que incluso han conocido a Santiago de chico, pero sabés la clase de discurso que tienen. En esas personas pesa esa cosa de “mejor no me meto” o “algo habrá hecho” o “no opino para no quedar mal”. Todo eso al principio es doloroso y provoca indignación, te dan ganas de decirle: “che, acá estoy, soy de carne y hueso y lo que digo lo digo de verdad, no es que está inventado que Santiago no está y lo estamos buscando”. Acá hasta hubo una diputada nacional que dijo que Santiago estaba en Chile con la RIM (en referencia a la RAM) y que, cuando apareció el cuerpo, llegó a bromear con que estaba conservado como Walt Disney. Esa persona, a días de haber dicho esto, obtuvo el 50% de los votos en Capital Federal. Entonces, hay cierto sector de la sociedad que necesita de ese discurso. De hecho, yo sé que el día de mañana, cuando se pueda llegar a saber la verdad, esa misma gente va a seguir pensando igual. ¿O escuchamos a alguien decir “que idiotas fuimos los años pasados cuando decíamos que no queríamos tanto Estado”? Y ahora, si no hubiera un Ministerio de Salud qué estaríamos haciendo. El año pasado, cuando salimos a apoyar al personal del Hospital Posadas, del Garrahan, eran todos unos vagos. Ahora salen a aplaudirlos puntuales a las nueve.
Acerca del limbo y del loop Judicial
Hoy la causa está paralizada. Pero la verdad es que a pesar de todo ese letargo de la justicia, yo creo que hemos logrado cosas que quizás hoy no se ven pero van a dejar un precedente. En este proceso hubo tres rastrillajes en el lugar, pero el cuerpo recién aparece en un cuarto rastrillaje casualmente dos días antes de las elecciones. Ahí existe un sinfín de responsabilidades, desde el juez Guido Otranto, a quien el día de mañana le cabrá un juicio político como corresponde; al juez Lleral que después de más de un año sin hacer absolutamente nada cerró la causa un día antes de que Argentina sea anfitriona del G-20 y a muchos otros. En el gobierno de Macri todo era pura burbuja, necesitaban hacer aparateadas y cosas infladas como cuando hicieron ese mega operativo con 400 efectivos que estuvieron en el mismo lugar donde después apareció el cuerpo pero no vieron nada. Ahora, en concreto, ningún perito, ni siquiera el Equipo de Antropología Forense, pudo determinar ni cuándo, ni dónde, ni cómo murió Santiago. Eso en la autopsia no está. Tampoco se pudo explicar cómo el cuerpo de Santiago, después de 77 días, aún contaba con cuero cabelludo, uñas y huellas digitales, cuando, de haber estado realmente sumergido en esas aguas, debería haberlos perdido en el lapso de 16 a 35 días.
Hasta este momento el expediente no ha parado de girar dentro de un loop judicial. Primero se cerró, se reabrió cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, luego se volvió a cerrar. Se volvió a reabrir, pasó de un juez a otro, ese otro juez no la aceptó, pasó a Cámara, luego a Casación Penal, luego volvió a Cámara hasta que por tercera vez volvió a caer en manos de Lleral, cuando está demostrado que no puede sostener imparcialidad y hasta él mismo se inhibió de tomar la causa nuevamente. Hoy pedimos simplemente que la causa tenga un juez y tenga un fiscal.
Al escuchar a Sergio hablar sobre los golpes bajos y canallas que desde el poder intentaron asestar contra él y su familia o relatar los artilugios de los distintos funcionarios judiciales para congelar la causa, cualquiera puede percibir su grado de determinación. No se exaspera nunca pero su voz no vacila. Relata hechos dolorosos y traumáticos con una naturalidad y aplomo que, mientras me sigue contando lo que piensa del gobierno macrista y del actual, me lleva a preguntarme si este tipo habrá sido siempre así. Enseguida, como si estuviera leyendo mi mente, Sergio suelta: “No es que yo esté en contra de un gobierno en especial, yo estoy en contra del Estado”. Personalmente, yo no sé nada sobre la vida de Sergio antes de toda esta locura, pero esa frase, tan anarquista, me da indicios de que efectivamente algo en él cambió. Por un momento se escucha hablar al Lechuga en la voz de su hermano, el Vikingo.
Mientras yo divago, Sergio sigue hablando. Hace instantes le había preguntado si el cambio de gobierno le generaba algún tipo de expectativa en lo que respecta al avance de la causa. Había empezado con una rápida descripción de cómo el régimen macrista presionaba y se inmiscuía sistemáticamente en la administración de la justicia. De ahí pasó a explicar el hecho de que si bien tiene buena relación con muchos de los actuales funcionarios, incluso amistad con el actual secretario de Derechos Humanos de la Nación, si lo tiene que putear a la hora de llevar un reclamo no va a dudar en hacerlo. “Así como te dije que valoro que hoy tengamos nuevamente Ministerio de Salud, tampoco puedo mirar para otro lado cuando las fuerzas de seguridad de la provincia de Buenos Aires a cargo de Berni reprimen como el otro día, más allá de que Berni haya sostenido y expresado que lo de Santiago fue una desaparición forzada. Eso no impide que yo cuestione, no quiero ser obsecuente, y no me gusta el grupo de aduladores. Cuando hay que llamar la atención se hace, cuando hay que felicitar o agradecer también se hace.”
Ya pasó más de media hora de entrevista así que me dispongo a hacer mi pregunta final, la cual encerraba una respuesta de las que más me interesaba conocer. Luego de repasar el accionar vulgar y mafioso de la ex ministra Patricia Bullrich o de la ex diputada Elisa Carrió, entre otres, quienes incansablemente se encargaron de confundir a la opinión pública, de sembrar pistas falsas, de presionar, de extorsionar y de calumniar, no puedo dejar de pensar en la condición de víctimas por partida doble de Sergio y su familia, a quienes nunca dejaron vivir su dolor en paz. Resumidamente, lo que pretendía era que Sergio me dijera si para él alcanzaba con un fallo condenatorio a los responsables de la desaparición y muerte de Santiago, o si, además, esta debía alcanzar a aquellas altas esferas del poder que tanto habían jugado a embarrar la cancha. Después de todo lo vivido, ¿qué sería para vos lograr Justicia?
Tras un breve silencio, por primera vez Sergio respira hondo antes de responder. Que se logre Justicia sería que Santiago esté nuevamente con vida. Entonces, parto de la base de que no hay Justicia porque es imposible que eso suceda. Ahora, algo que se asemeje a eso sería llegar a la verdad. Me gustaría conocer la verdad y creo que a todos los que acompañan el reclamo, y a los que no también porque hay una necesidad de verdad. Yo quiero saber qué le pasó a Santiago, quiero saber dónde está Julio López, quiero saber qué le pasó a Luciano Arruga, quiero saber qué le pasó a Daniel Solano. Eso es la necesidad de la verdad. Porque la desaparición forzada es más que un título o una carátula. Es algo horrible porque sentís que se te cagan de risa en la cara. Estás en un lugar dónde todos saben lo que pasa y, mientras vos no te enteras, hay un montón de gente que sí sabe lo que le pasó a Santiago, dónde estuvo. Hay genocidas que están con vida y saben dónde están los y las desaparecidas y no lo dicen, se lo llevan a la tumba.
Después de esa necesidad de la verdad por supuesto que me importa la condena. No sólo para los que lavaron las camionetas, los que rompieron las fajas de seguridad, los peritos que firmaron y después recibieron subsidios, no solo toda esa cadena sino también para los de arriba, Macri, Bullrich y todos los que están en esa línea.
Mentalmente doy por finalizada la entrevista, Sergio ya me respondió todo lo que me interesaba y más. Sería bueno que empiece a pensar en algún tipo de saludo y agradecimiento antes de que termine de hablar. Pero de repente escucho: “Sentís que todos te mienten, el juez te miente, el fiscal te miente, los gendarmes mienten, todos mienten y nadie investiga nada porque a nadie le conviene. Es como dice la canción de Sara Hebe: “nadie se suicida en una comisaría y los cuerpos no aparecen flotando río arriba”. Pero el otro día apareció una chica que oh casualidad! se suicidó en una comisaría. En Gesell, días antes de lo de los rugbiers, apareció en la puerta de la comisaría un chico de 38 años que pesaba 85 kilos ahorcado con un buzo. Todo eso queda tapado. Me parece que hay que hacer un trabajo de fondo y los que lo tenemos que impulsar somos nosotros. Si yo me quedo reclamando sólo por lo de Santiago, me quedo en la cómoda mía. Hay que involucrarse. A mí me llena un montón poder hacer de puente para un pibe en Tucumán que no sabe cómo llegar a pedir ayuda. No me dedico a eso y tampoco quiero en mi vida esa mochila de hacerlo todo el tiempo, pero no me puedo quedar sólo con lo de Santiago, de hacerlo estaría mirando mi ombligo y nada más. Si todas las personas empezamos a avanzar un poquito, todo ese Poder Judicial, todos esos Cané, todos esos Bullrich se van a terminar cayendo.
En sus palabras encuentro, y estoy seguro de que ustedes también, un altísimo grado de compromiso, dignidad, humanidad y empatía. El mensaje que transmite Sergio no se circunscribe a un reclamo de justicia por una pérdida personal. Bien podría ser así y absolutamente nadie podría reprocharlo. Por encima de ello, su mensaje toma una dimensión colectiva. Él lo dice bien clarito y simple: Santiago no es el primero ni será el último en desaparecer forzadamente. Y comprender esto no parece llevarlo a ninguna resignación, más bien parece conducirlo al entendimiento de que la de Santiago, como tantas otras, es una causa colectiva.
En mi cabeza comienza a trazarse un paralelismo entre el caso de Sergio y el de la enorme Nora Cortiñas, a quienes casualmente -o no tan casualmente- conocí un mismo día. Fue en el Centro Cultural La Panadería, el 27 de marzo de 2019, donde me encontré compartiendo una mesa con Norita, “la Madre de todas las Batallas”, acompañada por el “Vikingo” Sergio Maldonado: “el Hermano de todas las Luchas”.